Se conoció la sentencia del juicio que comenzó el 2 de enero en los Tribunales de Dolores contra los ocho rugbiers imputados por el asesinato de Fernando Báez Sosa, quien tenía 18 años cuando fue atacado a golpes a la salida del boliche Le Brique en Villa Gesell.
Cinco de los rugbiers, Máximo Thomsen, Ciro Pertossi, Enzo Comelli, Matías Benicelli y Luciano Pertossi, como “coautores penalmente responsables por los delitos de homicidio doblemente agravado por el concurso premeditado por dos o más personas y por alevosía en concurso ideal con lesiones leves”, fueron condenados a prisión perpetua.
Mientras, Ayrton Viollaz, Blas Cinalli y Lucas Pertossi, como partícipes secundarios, fueron condenados a 15 años de prisión.
El juicio iniciado el 2 de enero cautivó al país, que hace tres años se había conmovido con el crimen del estudiante de derecho de 18 años, ocurrido el 18 de enero de 2020 en Villa Gesell.
Los condenados vacacionaban en ese balneario sobre la costa atlántica argentina muy popular entre los jóvenes. Esa noche fueron expulsados de una discoteca en la cual había comenzado una pelea. En la calle, los rugbiers aislaron a Báez Sosa y lo agredieron a puños y patadas, en una paliza que le provocó la muerte por múltiples lesiones.
En el juicio en Dolores, la fiscalía había pedido cadena perpetua para los ocho acusados, evocando la “voluntad de matar” por parte de “todos”, con una “coordinación sincronizada” que impidió que terceros viniesen en auxilio de Báez Sosa.
El abogado de la familia del joven, Fernando Burlando, también había solicitado la cadena perpetua para todos los imputados.
En cambio, la defensa sostuvo que la premeditación nunca fue demostrada y solicitó reconsiderar los cargos como muerte en riña sin que hubiese intención de matar, lo que implicaría una pena máxima de seis años de cárcel, o en su defecto homicidio simple (25 años).
El abogado de los ocho rugbiers, Hugo Tomei, remarcó que nunca se podrá saber quién mató al joven.
Durante los alegatos, los imputados, por momentos entre lágrimas, tuvieron expresiones como “pido perdón”, “pido disculpas”, “no hubo intención de matar”, “no hubo un plan (de asesinar)” y “estoy arrepentido”.
Los ocho rugbiers, todos de la pequeña localidad de Zárate, cercana a Buenos Aires, detenidos el día del crimen, han estado en prisión preventiva desde el 2020.
Báez Sosa era hijo de una cuidadora de ancianos y un albañil, ambos inmigrantes paraguayos. Había iniciado la carrera de abogacía, luego de graduarse en un colegio parroquial católico y realizar obras de caridad.