Silvia Nonna, vicedecana de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, doctora, posdoctora, abogada y profesora universitaria especializada en Recursos Naturales y Ambiente, comparte en Quorum su visión de la educación universitaria en la Argentina, de la justicia en general y de la importancia del derecho dentro del área ambiental. Si bien considera que el sistema judicial está siendo más ágil, señala la necesidad de que haya una verdadera independencia.
Rompemos el hielo con una pregunta que pareciera ser simple pero es bastante compleja. ¿Qué es la justicia para vos?
Es una palabra fuerte y tiene un significado muy amplio, muy completo. Para sintetizar, es un valor fundamental que todos tenemos que lograr y sobre el que tenemos que trabajar. Que es justo o que no es justo es una expresión que se usa muy a diario. Si hablamos más desde lo que es la administración de la justicia, lo entiendo como un proceso, como un sistema donde lo que se busca es solucionar el conflicto. Y en ese caso también pienso una justicia que tiene que buscar lo equitativo, lo igualitario, lo justo en esencia.
¿Por qué decidiste estudiar derecho?
Decidí estudiar Derecho, aunque parezca mentira, por influencia de un único tío que era abogado. Siempre me gustó y me apasionó ver el conflicto y tratar de solucionarlo, tratar de llegar al acuerdo, al consenso. Así he sido en mi vida. Y en lo que específicamente hago dentro del área ambiental, estoy muy convencida de que el derecho es una herramienta muy eficaz para ordenar y para guiar conductas, para tratar de evitar llegar al conflicto. O sea que entiendo el derecho en ese conjunto de normas que nos ayuda a lograr quizás la armonía sin necesidad de llegar a la contienda judicial.
¿Creés que se puede ser conciliadora y competitiva a la vez?
Definitivamente. Porque muchas veces donde hay diferencias de intereses muy grandes, hay que ir acercando a las partes y lograr un consenso. Un consenso que a veces no va a satisfacer plenamente a todos pero que sí a la sociedad o al entorno en el cual ese conflicto se ha dado.
¿Qué significado tiene para vos la Universidad de Buenos Aires?
La Universidad de Buenos Aires es mi casa. La Facultad de Derecho es el lugar donde me formé. Soy fruto de la educación pública. Iba a un colegio muy exigente, muy competitivo, donde podría hoy decir que me hicieron bullying porque era muy chiquitita, muy flaca, muy estudiosa, inocente e incluso porque no fumaba. Pero ese espíritu de competencia y de superación que normalmente tenemos las mujeres, en esta escuela lo sentí como una necesidad. Siempre superándome, siempre avanzando. Terminado el Lenguas Vivas, mi paso a la Facultad de Derecho fue relativamente sencillo. Me sentí siempre tan bien. Me confieso como una estudiante crónica, es el lugar donde yo siempre voy a seguir estudiando. A los 21 años, recién recibida, me casé y me fui a vivir a la ciudad de Tinogasta, en la provincia de Catamarca. Jamás pensé que en mi regreso a Buenos Aires, 15 años después, iba a tener el recibimiento que tuve. Volví a estudiar, soy profesora desde hace muchísimos años. Llegar a ser la secretaria académica de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires fue un sueño que no alcancé a soñar. Se hizo realidad de la mano de Mónica Pinto y el pedido de gente que me conocía por como trabajaba en la UBA. Después acompañé a la doctora Pinto en dos períodos y al doctor Alberto Bueres, un período de cuatro años. En este momento, junto al doctor Leandro Vergara tengo el honor de ser la vicedecana de mi facultad ¿qué más puedo pedir?
¿Cuáles son los principales desafíos para esta institución educativa hoy?
Digamos que ya pasamos por desafíos muy importantes cuando con una facultad funcionando a full y muy bien, en el año 2020 tuvimos que adaptarnos a una realidad que no esperábamos pero para la que ya estábamos preparados. Desde hace un tiempo tenemos funcionando un campus virtual donde incluso las listas, la posibilidad de trabajar con el estudio de casos, un foro de debate, ya existían. Pero siendo Secretaría Académica en marzo del año 2020, a una semana de haber comenzado las clases presenciales, llega la pandemia. Fue un gran desafío tomar ese campus virtual y universalizado. Hablar con profesores acostumbrados a otras cosas y decirle que las clases no podían ser presenciales y adaptarlas a otra modalidad. En cuanto a los estudiantes era lógico que pudiera pasar eso, pero las y los docentes de todas las materias, de todos los niveles, de todas las edades, poniéndole el hombro a la necesidad de adaptarnos. Poder decir que no se perdió ni una hora de clase, se tomaron todos los exámenes, estudiantes que pudieron seguir con su planificación, carreras que no se cortaron, títulos incluso que se expidieron y que pudieron pasar a retirar por ventanilla y después jurar formalmente, firmar las actas con las calificaciones también de manera virtual, es un orgullo. El desafío en el que estamos ahora es ir hacia esta nueva modalidad mixta, porque los profesores titulares todavía podemos seguir ofreciendo un 25% de nuestros cursos de manera virtual. Estoy encontrándome nuevamente con estudiantes que están ávidos de esa presencialidad, no sólo en la relación con la o el docente, sino también en la relación que existe en el compartir un aula, escuchar consultas de una compañera o un compañero que puede ser una duda propia que no se animan a hacer. También hay estudiantes que preferirían seguir en la virtualidad. Nuestra facultad recibe estudiantes de todo el país, de distintos niveles educativos, de diferentes niveles sociales y eso es una de las fortalezas y cosas importantes de nuestra facultad y de la educación pública en general. Porque en ese intercambio la riqueza es infinita para estudiantes, para docentes. Así que ahora encaramos este año, sin perder de vista también continuar el gran desafío que fue durante el primer período de la decana Pinto y se continuó tanto en su segundo período como también en el decanato del decano Bueres, que es la implementación de programas de investigación que enriquecen a la comunidad académica en general.
¿Qué cambios hay en educación, más allá de la post pandemia y la tecnología, a nivel académico desde diez años atrás?
Primero, la investigación. Se ha insistido mucho en que el cuerpo docente investigue a través de distintos programas, la mayoría ofrecidos por la Universidad de Buenos Aires. Los docentes tienen que entrar en esa dinámica de investigar, de formar equipos, de buscar eso que a veces en las aulas no se puede dar porque no alcanza el tiempo, o porque te falta un equipo colaborando. Todos esos programas de investigación después son volcados a la docencia y tienen además la virtud de poder incorporar estudiantes de todos los niveles. Otra cosa que se ha sumado y que tenemos que mantener son los seminarios de investigación. Además es muy importante el intercambio académico con otras instituciones, sean de nuestro país o del extranjero. Todas esas cosas hay que conservarlas y en cuanto a la educación de posgrado tratar de mantener la excelencia que ya tenemos. Ese es siempre el gran desafío, mantener la excelencia.
¿Estás a favor de que la universidad sea gratuita?
Absolutamente; pero no es gratuita. La universidad es “no arancelada”. Hay quienes -nos incluyo- colaboramos para que las y los estudiantes puedan, sin pagar un arancel, tener educación de excelencia porque contribuimos con los impuestos y con lo que el Gobierno nacional otorga en el presupuesto para las universidades nacionales.
¿También coincidís con que puedan estudiar de manera “no arancelada” personas de otros países?
Sí, porque he tenido estudiantes en el aula e, insisto, la materia que doy yo y todo lo que es el derecho ambiental es muy provocadora, es muy de compartir, es muy bueno conocer experiencias de otros países. Y esos estudiantes, que no son tantos porque nunca hay más de uno o dos en un curso que puede tener entre 15 o 60 alumnos, el intercambio es riquísimo. No quiero ser injusta o parecer injusta con tantas universidades privadas excelentes que tenemos en nuestro país, tanto en Buenos Aires como en el interior, que también tienen un nivel de excelencia digno de destacar. A nivel mundial, Argentina es un país muy instruido, con intelectuales reconocidos y profesionales muy bien capacitados.
¿Y qué nivel de compromiso se percibe en los estudiantes en la actualidad?
No puedo generalizar pero sí puedo hablar de la mayoría de los estudiantes. Las y los estudiantes están comprometidos porque vivimos en un mundo muy competitivo donde la capacitación y la preparación son muy consideradas al momento de insertarse en el mercado laboral. Entonces, el compromiso, por un lado, es natural en muchos y, por otro lado, es inevitable.
¿Cuál es tu opinión acerca de los accesos de las mujeres a cargos importantes?
Me puedo basar en mí, alguien que se formó en una universidad pública, que después estuvo unos 15 años en una provincia como es Catamarca, y que además construyó una familia. Tengo tres hijos y nueve nietos que son la prolongación de todo eso que pude conformar con un compañero de mi facultad que sigue siendo mi compañero de vida y estoy hablando de hace 50 años. Creo que en mi vida, que fue muy rica, tengo muchas cosas que agradecer por todo lo que pude hacer. Yo he arado la tierra, he regado, he cosechado, he sufrido las inclemencias del clima estando en Catamarca donde un bien natural como el agua es tan imprescindible, pero a veces viene en abundancia y un río no me permitía llegar a mi casa…. Con un viento que necesario, pero que a veces se transformaba en una zonda insoportable por el calor, la sequedad de la tierra. Eso fue lo que me movió mucho en la naturaleza y como mujer. Pero como mujer también pude ir avanzando en lo profesional y soy muy agradecida por las oportunidades que tuve y que sin duda están muy unidas a mucho esfuerzo, mucha dedicación, mucha responsabilidad, mucha capacitación y mucha preparación de mi parte. Con esto no quiero negar que ser mujer no es sencillo cuando una quiere avanzar, pero estoy absolutamente convencida que somos fuertes, luchadoras, trabajadoras y se ha evolucionado muchísimo. Nos falta mucho todavía pero hoy las mujeres seguimos luchando y acompañadas por muchos varones. Creo que las cosas están cambiando pero tienen que cambiar más.
¿Cómo ves el desarrollo del derecho ambiental a nivel nacional e internacional?
Si hablamos de ese conjunto de normas que regula el uso racional de los recursos naturales y las actividades que el hombre lleva adelante en la modificación que hace de los bienes que le da la naturaleza, transformándolos en bienes culturales, incluidos los residuos que se generan, hubo un punto de inflexión en nuestro país en 1994. El gran cambio a nivel internacional y al que nos sumamos como país comenzó en 1972, se consolidó en 1992- estoy hablando de reuniones internacionales- y se sigue desarrollando con negociaciones y suscripciones de tratados. Te diría que las provincias fueron las primeras en reaccionar al cambio de concepto y empezar a regular ese bien jurídico protegido, común a todos, que es el ambiente, que es el entorno. Fueron las primeras en incorporar cláusulas constitucionales, en armar leyes especiales. El puntapié inicial fue con el Pacto Federal Ambiental en 1993, con todas las provincias y el entonces Intendente de la ciudad de Buenos Aires. En 1994 se consolidó con la inclusión del artículo 41 en nuestra Constitución Nacional, de donde bajan todos los principios que hoy defendemos y esas normas de protección del ambiente pensadas con un criterio federal. Siempre lo digo porque lo considero muy importante, hay que empezar a cambiar costumbres y hábitos y a regular desde lo local para llegar a lo global. Es la suma de las pequeñas cosas lo que va logrando la gran diferencia. Esa es la etapa en la que estamos y esperamos, cuanto antes, lograr esa gran diferencia, no sólo a nivel nacional sino también mundial.
¿Volverías a ocupar cargos ejecutivos en el derecho ambiental?
Sí. En mi vida no digo que no a los desafíos que se me van presentando y tuve muy buenas experiencias. En una primera etapa desde el ámbito nacional, como Directora del Registro Nacional de Residuos Peligrosos, y en una época difícil logramos hacer muchos cambios. Después coordiné una unidad de Investigación y Desarrollo Ambiental y dentro de lo que es la ciudad de Buenos Aires fui Directora General Técnica Administrativa y Legal de la Agencia de Protección Ambiental. Disfruté muchísimo esos años que fueron muy desafiantes pero siempre muy acompañada por un equipo de gente maravillosa con quienes pudimos ir generando cambios. Fundamental eso: aceptaría un cargo en la medida que tuviera independencia, tanto para pensar como para programar, organizar e integrar esos equipos. En el ámbito público hay gente muy valiosa que por una u otra circunstancia, porque vino con uno u otro decisor político, no están haciendo todo lo que pueden hacer aunque quisieran hacerlo. Pero me costaría mucho elegir porque mi corazón está en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.
¿Cómo ves al Poder Judicial?
No tengo matrícula desde hace muchos años. Sin embargo, te voy a decir que me gustaría volver a ese valor tan fundamental de siempre buscar lo mejor, respetar y tratar de conciliar los conflictos desde lo equitativo, igualitario y a la necesidad de que haya una verdadera independencia, que no haya influencias. Agregaría que es también importante que pudiéramos contar con una justicia más ágil, porque a veces es el mismo sistema de administración de justicia que lo hace lento. Me parece que lo rápido también es justo. No puedo generalizar, porque hablar de la justicia sería hablar de distintos estamentos o distintos jueces. Confío en el buen trabajo que vienen haciendo muchísimos jueces en los distintos niveles y me parece que en los últimos tiempos estamos notando una justicia más ágil, por lo menos en lo ambiental. Soy una persona muy optimista, siempre trato de ver lo bueno y analizar en todo caso, lo que no es tan bueno.
¿Crees que para transformar estas pequeñas falencias que estamos nombrando entre todo un sistema judicial habría que hacer foco en la celeridad de los procesos?
Ese es un tema, pero me parece que donde más tenemos que hacer foco es en la independencia, que los jueces puedan trabajar sin ningún tipo de influencia, sin necesidad de tener que tomar partido por una u otra parte. Ser justos y basarse en el derecho, analizar muy bien los hechos con celeridad, con plenitud, porque hay hechos que se hacen difusos en el tiempo. Dictaminando sin compromisos externos y con muchísimo compromiso y responsabilidad interna e individual.
Fotografía/Video: Avanti! Producciones