Carolina Zang, una abogada extrovertida y carismática, ha convertido las finanzas y el mercado de capitales en su pasión diaria. Con entusiasmo logra transmitir conocimientos complejos de manera accesible. Para ella, el vínculo con sus clientes es fundamental en su trabajo y ha elegido tener un rol muy activo en organizaciones de la sociedad civil. En una entrevista con Quórum, compartió las razones detrás del éxito y posicionamiento destacado de su estudio, Zang Bergel & Viñes Abogados, entre los más importantes del país.
¿Qué es la justicia para vos?
Algo en qué creer. La verdad es que sigo creyendo que es algo en qué creer. Creo que existe la justicia y de verdad para mí es como una religión.
Contanos un poco tu especialidad como abogada. ¿A qué te dedicas y cómo fue que elegiste ese camino?
Me recibí en 1995 y Argentina era la época de las privatizaciones y explotaban los mercados. Me fui a hacer un LL.M. a Estados Unidos, trabajé en un estudio en Nueva York y casi que no había que pensarlo mucho. Tenía que ser abogada corporativa y más siendo mujer, porque no había muchas mujeres abogadas corporativas en ese momento. Se fue dando por el momento de la Argentina y del mundo. Fue un poco la necesidad del mercado laboral. Hoy, si me preguntan, que capaz hay que pensarlo un poco mejor, tal vez ir por algo más específico e interdisciplinario. Siempre hay que explorar todas las opciones. Me encantó y me encanta lo que hago pero al momento de decidir la especialidad, no fue una decisión tan racional la respuesta, era muy chica. En ese momento tenía mucho glamour hacer mercado de capitales y era una época del mundo bastante opulenta. Llamaba mucho la atención, era estar en proyectos que ponían en marcha a nuestros países. Por otra parte, mientras me desenvolvía como abogada de securities, me llegó la oportunidad de ser la managing partner de la firma, cargo que ocupé por más de diez años hasta hace poco tiempo que me sucedió Pancho Roggero. Fueron muchos desafíos juntos, la facultad no nos enseña todas las habilidades que se requieren para hacerlo como finanzas, proyecciones, relaciones humanas, gestión de talento, tableros de riesgo, tomas de decisión, innovación, etc. Focalizamos en crecer en posicionamiento local e internacional, apostamos a fortalecer la marca y la comunicación de Zang Bergel & Viñes (ZBV) a todos sus públicos y logramos ser top 1 en el segmento del middle market de firmas, lanzando y reforzando áreas de práctica. De hecho, nuestro actual socio administrador Pancho Roggero, es el resultado exitoso de una incorporación de mi gestión. También fui asumiendo diversos roles de liderazgo y fui distinguida por Latin Lawyer como una de las cuatro mujeres más inspiradoras en la profesión legal en Argentina.
¿Cómo fue tu experiencia en Nueva York?
Me recibí de abogada acá, hice un máster y trabajé un año en Nueva York. Volví a Argentina y cuando empecé a ser socia administradora del estudio hice unos cursos en Harvard, pero más que nada de firmas de servicios profesionales. La experiencia de estudiar, trabajar y vivir afuera es de las cosas que si uno pudiera, hay que hacer antes de morirse. Como esos libros que hay que leer, ¿viste?.
¿Cuál es tu cliente ideal?
El que cree que yo soy la abogada ideal. Para mí es muy importante cuando estoy con clientes la relación que genero. Que el vínculo sea fluido, que haya confianza de ambos lados. El cliente ideal es aquel con el que lográs forjar ese tipo de relación.
¿Tuviste obstáculos en tu carrera por ser mujer?
Tengo que reconocer que no tuve muchísimos obstáculos o al menos no los viví como tales. Me sirvieron para que redoble la apuesta. Si recibí comentarios desacertados, fueron comentarios propios de una cultura de otra época. Cambio todo el tiempo de opinión al respecto, pero hoy creo que nadie me hizo nada a propósito. Fue tan difícil para mí como para cualquiera creo hoy. Todos queremos estar en casa, pasar más tiempo con nuestros hijos, todos tenemos a alguien mayor o un amigo del que ocuparnos en la vida porque tal vez le pasó algo. Le agradezco a mis hijos que son todo terreno, que iban atrás en el auto y los hacía callar porque estaba en una conferencia por teléfono. Uno en la profesión siempre es como un malabarista, así que los obstáculos los viví más como desafíos. Me gusta decir que no hay que conciliar dos vidas, la profesional y la personal. Más bien creo que es una sola vida en la que vamos haciendo piruetas, a veces más fáciles, a veces más difíciles.
¿Cuáles crees que son las habilidades más importantes para ser un abogado exitoso?
Primero hay que definir el éxito y hay que definir el éxito según una determinada época. Antes tal vez el abogado exitoso era el dueño del circo y no trabajaba en equipo. Hoy un abogado exitoso tiene que saber rodearse de gente más exitosa que uno, más capacitada que uno. No tener miedo a que a uno le hagan sombra, porque el trabajo en equipo es la clave del éxito. La colaboración juega un rol fundamental en el éxito. Saber colaborar al igual que saber recibir colaboración.
¿Qué significa pensar globalmente y actuar localmente?
Pensar que el mundo no es chico. Hacer un trabajo y un esfuerzo grande para que no se achique nuestro mundo por las circunstancias en las que vivimos. Porque estamos en Argentina, en un país de Latinoamérica con crisis políticas y económicas desde hace años. Uno por momentos vive muy enfrascado en eso, a veces desmotivado, a veces sin quererlo en una zona de confort usando la realidad argentina como excusa. Y así se nos va achicando un poco el mundo y podemos llegar a perder la capacidad de observar, absorber con mentalidad casi de principiante lo que pasa en otros lados, a otros colegas y en otras profesiones, y que eso sirva de disparador de ideas. El pensamiento no es global versus local, sino global en términos de apertura, sacar el prejuicio que uno trae del abogado y “el no se puede” tan fácil.
¿Cómo hacés para no perderte en la estructura propia del abogado?
A los abogados se nos pedía ser aguerridos. Hago mucho hincapié en el equipo, en los buenos vínculos, aún con los abogados de las contrapartes, porque hoy nuestros clientes -al menos en el ámbito corporativo- quieren que se cierren las transacciones. No tenés que pelearte con nadie, no va eso de ser agresivo como los abogados de las películas de los 80. La imagen típica de la abogada, o lo que yo creía, era que había que ser rígida, dura, con carácter; que era bueno que te definan como brava, que había que ser desconfiada, bien de caricatura. Eso te va endureciendo y hay que hacer un trabajo fuerte para que no suceda. Antes me preguntaste qué era lo más importante para un abogado exitoso y además de buscar un buen equipo, creo que hay que escuchar mucho, empatizar y sobre todo estar abierto al cambio. Intentar siempre ser contemporáneos. Porque las circunstancias cambian y la ley y la justicia no son tan contemporáneas a los cambios, entonces hay que tener esa mentalidad abierta.
¿Cómo te mantenés actualizada con las nuevas leyes y los cambios que hay en el sistema judicial?
Como mínimo, intento estar actualizada en lo mío siempre. Agradezco todos los días la tecnología en este sentido. Una vez al mes tenemos almuerzos de actualización dependiendo del tema y del área, además de un chat donde comentamos temas de actualidad. No es solamente estar actualizado con lo que sucede en Argentina, sino en general con lo pasa en el mundo.
¿Cuál es tu rol en la Fundación de la Asociación de Bancos (ADEBA)?
Soy miembro del Consejo Consultivo de la Fundación, cuyo estatuto tiene como objeto ayudar a entidades sin fines de lucro relacionadas con la investigación y la salud. Revisamos que este objetivo se esté cumpliendo y que los fondos que se donan o se invierten se hayan canalizado en ese sentido. La Fundación ADEBA, como otros lugares en los que estoy, tiene que ver con hacer un poco que valga la pena todos los días vivir acá. En lugar de estar quejándonos o ese tipo de cuestiones que nos achican el mundo, está bueno tener un rol más activo en la sociedad civil.
Imagino que tu participación en CIPPEC también viene por ahí…
Totalmente, integro el Consejo Consultivo de CIPPEC y es un lugar que se enfoca más en las políticas públicas. Ser parte de organizaciones como ésta te abre un abanico de proyectos en los que uno entra y sale de acuerdo a cómo y dónde uno pueda agregar valor. Estamos con temas de cambio climático, elecciones y gobernanza, salud, transparencia, acceso a la justicia y a la información, y género. Es una agenda muy amplia.
¿Qué otra actividad te apasiona además del derecho?
Ahora estoy muy holística. Hace 15 años que practico yoga y hace un par de años que medito. Estuve yendo a retiros de meditación y me parece que es bueno dedicar un tiempo para intentar calmar un poco la mente y no transmitirle al otro la propia ansiedad, otro tip de éxito del buen abogado. Hago un taller literario que me interesa un montón. En los últimos años lo que más disfruto es estar menos apurada. Además estoy dedicada a trabajar en algo que me apasiona un montón, que está relacionado con el derecho, le dedico mucho tiempo al trabajo pro bono. Soy parte de la Comisión de Pro bono del Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires, además de ser directora de la institución, y tengo mi corazoncito puesto ahí.
¿Qué es lo que tanto te entusiasma de este trabajo?
Lo más lindo del trabajo pro bono para mí es ver que hay gente que le importa, que tiene ganas de aportar su granito de arena y que valora lo mismo. Hay como una comunidad de entendimientos y valores respecto de lo que es el acceso a la justicia. Y la verdad es que en esa mesa pro bono estamos casi todos los estudios de Buenos Aires y muchísimos estudios del interior del país trabajando con un objetivo común. Es increíble ver la colaboración que genera el trabajo pro bono. Es muy lindo verlo y te diría que es lo que más me gusta.
Contanos un poco más sobre el trabajo pro bono
Es brindar tiempo y horas de asesoramiento legal a gente que no está pudiendo pagarlo, que tiene sus necesidades básicas bastante poco cubiertas. Es acercar soluciones legales de manera gratuita, con el mismo compromiso, sabiduría y profesionalismo que lo haríamos para un cliente que nos paga honorarios. La cantidad de horas que uno le dedica es bastante voluntaria, aunque muchísimos estudios firmamos la Declaración ProBono de las Américas que requiere una cierta cantidad de horas. Es como una especie de mejor práctica. Hace varios años vos decías que se iba a dedicar horas al trabajo pro bono y era como hablar en otro idioma, ahora la verdad es que es comúnmente aceptado porque responde a la necesidad de ser mejores personas.
¿Cuán importante fue para el estudio asesorar a IRSA en el proyecto de Costa Urbana?
Fue un desafío enorme. Primero porque IRSA compró esa tierra antes que yo me fuera a estudiar a Estados Unidos, te diría que a fines de los 90, hace mucho. Era super junior, fue la última transacción que hice antes de irme y era el último orejón del tarro. El proyecto llevó un tiempo enorme y fueron muchas las etapas en las que tuvimos que asesorar. Nobleza obliga, con todo lo que vino después no tuve nada que ver. Hubo que trabajar conjuntamente con el Poder Ejecutivo y con la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. Después, defender a nuestro cliente en el Poder Judicial porque una vez cerrado ese convenio urbanístico una ONG lo objetó en la justicia. Lo real es que lo llevaron mis socios Fernando Aguinaga e Ignacio Sanz. Nacho se incorporó al estudio en plena pandemia, con lo cual el arreglo y las charlas fueron todas por zoom. Estuvo buenísimo que se haya sumado porque creo que el proyecto de Costa Urbana no hubiera salido tan bien sin su asesoramiento. Armamos un equipazo.
¿Hay algo que te gustaría transmitir a los estudiantes de derecho, a los colegas?
Hay que ser bueno en lo que uno hace pero también hay que demostrarlo. Hay que saber leer la realidad. Hay que escuchar. Es obvio que te contratan porque derecho sabés pero hay que seguir adquiriendo conocimientos. Y hay que entender cómo mejor brindarlos. Me pasó algo en un viaje pro bono a Salta que hicimos con la comisión. Aterrizamos en Monte Quemado y veníamos hablando del Chat GPT y las tecnologías y cómo nos iba a afectar en la profesión. Con esa charla fresca fuimos a hacer las visitas de campo y escuchar las necesidades. De repente, alguien dice: “Lo que está faltando es gente bilingüe”. Lo primero que pensé y por suerte no dije fue ¿para qué necesita gente que hable inglés acá? Pero no, él se refería a que hay muy poca gente que pueda conversar en wichi. Me sentí una boba. Con esta anécdota quiero decir que es de suma importancia, empatizar, observar, escuchar y leer la realidad en la que se nos pide actuar.
Foto y video: Avanti!