“La independencia del Poder Judicial es un valor no negociable”

Sostiene fervientemente que sus tres pasiones son el derecho, el arte y el fútbol y que son absolutamente compatibles. El arte lo ha vuelto más sensible y por eso gran parte de su práctica como abogado se centra en el Derecho de Familia y Sucesiones. Luis Incera nos cuenta qué lo motivó a asociarse con el estudio jurídico Pérez Alati, qué opina de la Justicia y por qué no volvería a ser dirigente de fútbol.

Luis-Incera¿Qué es la justicia para vos?

Como abogado lo que pretendo es que se respete la ley. Que existan premios y castigos para quienes la cumplen y quienes no la cumplen. Uno trabaja sistemáticamente para que estas cosas ocurran. Es imposible vivir en una sociedad donde la justicia no funcione. Los abogados por lo general somos muy estructurados. Nuestra creatividad, que la tenemos que desarrollar y nos diferencia unos de otros, está dada dentro de un marco que es la ley y no podemos ir más allá. Aquellos que se salen de la ley no los calificamos como abogados. La ley te va marcando el camino, y dentro de lo que es posible, uno siempre tiene que tratar de ver cuán creativo es, cuán bueno es dando valor agregado a sus clientes. La ética para mí es determinante; los valores no se negocian. Entonces, desde este punto de vista, uno va trabajando como abogado  evitando que a nuestros clientes les avasallen sus derechos. Creo que esa es nuestra misión como abogados en lo que respecta a la justicia en general.

¿Cómo ves al Poder Judicial hoy en Argentina? 

En el Poder Judicial hay jueces mejores y jueces peores, pero en general creo en la justicia. Yo no creo que se pueda corromper; si lo creyera dejaría la profesión. Me preocupa la justicia federal, porque es una justicia con mucha presión política y eso es malo. Los jueces y los políticos no pueden ser una gran familia, la independencia hay que sostenerla como valor republicano. Me parece un disparate el condicionamiento que los políticos pretenden ponerle a los jueces. Ya en la época de Menem se hablaba de los famosos sobres… Tenías jueces federales que tenían caballos de carrera, caballos de salto o coleccionaban autos y un juez puede tener un muy buen pasar, pero para tanto no les da. La independencia del poder judicial es imprescindible y el Consejo de la Magistratura debe trabajar con profesionalismo absoluto. No se trata de poner jueces amigos sino jueces con mérito suficiente. Da la impresión de que es algo que hoy en día tampoco se quiere corregir. No me gusta una Corte que se politice, más allá de que sus miembros puedan ser muy buenos y que crea en ellos. Lo que trataría es que no exista y juzgue alguna mano negra, que algunos expedientes los demoren y a otros de repente los apuren. Son cosas que no deberían existir. Sabemos que todo el mundo tiene la libertad de tener una orientación política. No hablo de política partidaria sino de la mega política; hacia dónde quiero ir, cómo voy, cómo interpreto las leyes. El tema es que el poder político no respeta al Poder Judicial. Se horrorizan si la Corte resuelve algo que no les gusta o no les conviene. Yo no quiero vivir en un país donde escucho a un Presidente o a una Vicepresidenta descalificando sistemáticamente al Poder Judicial. Sea del partido que sea. Quiero confiar en las instituciones. Y si metiste la pata, metiste la pata. Y si no la metiste, defendete y listo. Por otra parte, creo que el sistema de internet y la computación, si bien por un lado permitieron un gran avance en determinados aspectos, por otro lado malograron bastante las cosas. Antes en los años 80 tenías una sentencia, un fallo de diez hojas, lo leías y era un curso intensivo de esa problemática. Hoy hay mucho copy-paste y listo, se resolvió todo.

¿Por qué decidiste estudiar derecho?

Siempre me gustó. Soy muy componedor, por lo general no me peleo con la gente, me gusta mucho negociar y hoy en día me buscan para eso, para resolver crisis. Tengo mucho movimiento dentro del derecho de familia y casi siempre el resultado es una negociación, un arreglo, en beneficio de la familia.

¿Cómo fue tu ingreso en Pérez Alati?

En la facultad era compañero de Jorge Pérez Alati y Mariano Grondona y luego trabajamos juntos en Klein & Mairal. En el año 90 decidí irme del estudio para formar Negri, Teijeiro & Incera. Estuve 14 años trabajando como socio, nos fue fenomenal, trabajamos en privatizaciones importantes. Llegamos a ser unos 70 abogados, con mucho caudal de trabajo. La década de los 90 fue muy buena para los estudios jurídicos.. Un día me agoté, tenía más horas en el aire que en tierra. También me cansé de ciertas estructuras que tenían mis socios. Consideraba que debíamos abrir la sociedad, incorporar nuevos socios, integrar a las nuevas generaciones. Fue una etapa dura, donde nadie quería ceder, y me decían que me había vuelto hippie. Cuando Arthur Andersen se quiso quedar con nuestro estudio, lo evaluamos, negociamos pero finalmente la venta no se hizo. Luego en una discusión con mis socios fundadores les dije “bueno, si el estudio realmente vale eso yo quiero mi parte y me voy”. Y me dijeron que sí. Entonces de repente me encontré con que prácticamente me había jubilado, esto fue allá por el año 2004. Al día siguiente que me fui del estudio me seguían llamando los clientes por temas importantes y empecé a trabajar desde mi casa. Pero obviamente me faltaba la estructura. Enseguida tuve un llamado de Pérez Alati para que me sumara a PAGBAM. Tres meses después ya me encontraba incorporado como socio.  

¿Ese movimiento lo ves hoy como un acierto?

Sí, porque lo que yo decía que iba a ocurrir con el otro estudio, pasó: desapareció. Esa estructura era insostenible. Además, cuando entré a Pérez Alati advertí de inmediato que era otra forma de trabajar e interactuar; reinaba la libertad y se respetaba el criterio de cada socio. Recuerdo que un día pedí una reunión de socios y  me quejé porque no me habían dado respuesta a lo que yo había pedido. Entonces me dijeron: “No, acá no funciona así. Si esta es tu propuesta y sos socio del estudio, hacelo. Si necesitás contratar dos personas, hacelo.  Y eventualmente rendirás cuenta por lo que estás haciendo”. En definitiva, había libertad y respeto en un ambiente general más flexible. Trabajé mucho para que la gente joven de mi sector se vaya integrando a otras áreas del estudio y todo se desarrollara en una sana convivencia. Por otra parte, siempre respetaron mi participación en el mundo del fútbol y del arte. Hoy en día hasta hay varias obras de arte de mi propiedad colgadas en los pasillos y los despachos del estudio, y algunos clientes se ven interesados en ellas. Que haya un ambiente agradable en el lugar de trabajo es muy importante.

¿Acompañás a familias en procesos de estafas o de defraudaciones internas en el núcleo familiar?  

Sí, son procesos lamentables. Lo que a veces no nos damos cuenta es que hay un día en que alguien de la familia ya no va a estar y que a partir de ahí todo puede complicarse. Entonces, si todo esto fue charlado con anterioridad y planificado, se torna más fácil encaminar las cosas. Hay padres que me consultan porque, si bien están tranquilos porque aún están al frente de la empresa, empiezan a percibir que la cosa no va a andar bien en un futuro. Otras veces las consultas vienen de los propios hijos, preocupados por el cambio generacional en los negocios familiares. Hay que tener mucha paciencia en estos asuntos para explicarles que no deben tomar la labor de un abogado como una intromisión en sus decisiones sino como algo necesario y prudente a raíz de contingencias que podrían ocurrir en un futuro producto de no tener algo hablado y organizado, al menos en el círculo íntimo de la familia. Existe eso entre la familia de que “si llamas un abogado conmigo no hablás más”.  El tema es que a veces se consume mucha página amarilla por televisión y revistas. El ejercicio de la abogacía no tiene nada que ver con lo que se puede llegar a decir. Yo como abogado no quiero tu patrimonio, quiero simplemente ayudarte, asesorarte y  que me pagues mi tiempo. El abogado no es un socio. Si viene un señor con una sucesión que tiene 100 mil hectáreas de campo, probablemente me cueste el mismo tiempo que un mono-ambiente en el centro porteño; hoy nadie paga un porcentaje de los activos en juego. El abogado entra para asesorar, dar tranquilidad y poner razonabilidad a cualquier tipo de conflicto. 

Si te viene un caso en el cual no conocés el destino o el origen de los fondos… ¿Cómo actuás?

No tengo tanto ese problema. Si bien uno analiza los nuevos clientes, trabajamos con clientes absolutamente conocidos y referenciados. Me han tocado casos en los cuales, pasando los primeros filtros, nos damos cuenta de que huele raro y adiós. Te cuento una anécdota. Hace unos años, un conocido despacho de Estados Unidos nos recomendó un cliente. Llegó el americano a la Argentina y junto con un argentino que era su socio local vinieron a la primera reunión. Querían realizar una inversión. Uno de mis socios los acompañó a almorzar y un conocido los encontró en forma casual. Esta persona llamó más tarde para avisarle a mi socio que una de las personas que lo acompañaba tenía una causa por lavado de dinero.. Por supuesto, automáticamente cortamos la relación. 

¿Qué relación crees que hay entre el derecho y el arte?

Creo que cada uno tiene su experiencia particular. Estudié Derecho y era totalmente estructurado. Trabajé en Klein & Mairal que era uno de los  estudios más grandes que había en Argentina. Logré una rígida formación, muy dura por cierto, pero muy buena. Esa estructura te marca y no te das cuenta. Estructurado como era, conocí el mundo del arte casi por casualidad, simplemente porque quería comprar un cuadro que me pedían para mi casa, donde apenas tenía algunas láminas, los típicos grabados ingleses que te regalaban para los casamientos. Posteriormente una amiga que vino de Europa me sugirió comprar un cuadro de algún artista contemporáneo. No conocía a ninguno. Ahí empezó la búsqueda. El primer cuadro que compré fue meramente para cubrir un comedor. Después, cuando tenés una obra de arte pensás que podés adquirir alguna más. En una primera etapa vas comprando y sentís dudas, por lo cual preferís comprar artistas conocidos y consagrados, hasta que empezás a conocer los artistas contemporáneos con carrera en desarrollo. Ahí descubrí en el arte algo importante: que la creatividad no tiene límites. Que es la locura de cada uno, su idea, su búsqueda. Y hablar con ellos te enriquece, te nutre, te muestra mejor lo que están haciendo, entendés cuál es la búsqueda y te permite involucrarte mucho más con su obra. Me encantaba ir a sus talleres y estar con ellos, era como mi paraíso. Entender qué hay detrás de cada cuadro y la vida de la persona que lo pinta. Todo esto te va dando un contagio dentro de un mundo donde no hay tanta estructura, no hay tabúes, y decís wow! Un día estando en OLX ya como Vicepresidente de arteBA, pude ver a las personas relajadas en un puff con su computadora trabajando y pensé que esa desestructuración en un estudio de abogados sería imposible. El Presidente de entonces me decía “cuando la persona está relajada se inspira y trabaja mejor”. Esa necesidad de contar con un espacio de trabajo más relajado y alejado de la estructura rígida que siempre caracterizó al derecho por años la podemos encontrar hoy en día en los jóvenes abogados que se están abriendo camino. Esta concepción general del mundo del arte es transformadora y torna a uno más sensible. Mi práctica hoy en día es derecho de familia; hago planificación familiar, acompaño a la gente en crisis familiares, divorcios y en el fondo pienso que a la hora de intervenir en estos asuntos la sensibilidad adquirida del mundo del arte me pudo haber ayudado mucho. Aprendés a ver matices y no a todo blanco o negro. Ganás amplitud.

¿Qué nos podés contar de tu paso por arteBA y su actualidad? 

Como te mencioné, yo frecuentaba galerías, talleres, conocía a artistas y ciertos directivos y así empecé. Cuando ingresé me preocupé porque la fundación funcione bien. Eso demanda una carga de tiempo muy grande y es todo ad-honorem. Paulatinamente me fui interiorizando cada vez más, me encantaba organizar la feria, era maravilloso. Tuvimos una etapa de varios años con Alec Oxenford, -quien es muy exitoso en su profesión, muy generoso con el mundo del arte y un gran coleccionista-, donde  nuestro gran trabajo del Consejo de Administración  fue lograr una feria con nivel internacional; nuestra convicción era que para llevar el arte argentino al mundo era indispensable que el mundo “viniera” a la Argentina. Logramos armar una Feria que se convirtió en algo increíble a nivel internacional, una de las más visitadas del mundo. Se trata todo de un esfuerzo grande pero vale la pena. En mi caso, te diría que hasta me volví adicto al arte por el placer que te genera. Luego de la pandemia tuvimos ferias con otro perfil, bastante más local, y ahora veremos si arteBA vuelve a ser algo para lo que se trabajó durante tanto tiempo; el Consejo de Administración se ha renovado y estos cambios siempre son positivos. Por cierto la situación del país no ayuda demasiado.. Los bancos y otras grandes marcas se peleaban para ser sponsor, hoy en día los recortes presupuestarios son significativos y cuesta financiar estos eventos. Por otra parte, creo que la grieta le pegó duro al arte. Además no tenés por parte del Estado una inversión que lo estimule; es todo esfuerzo privado. 

¿Cómo llegaste a ser dirigente de San Lorenzo? 

Te confieso, llegué de casualidad. Soy del interior, nací en un pueblo que amo de seis mil habitantes. Mi foto de perfil es de mi pueblo, CASBAS. La infancia de un chico de pueblo no tiene nada que ver con la infancia de un chico de Buenos Aires. Es otro mundo. Recuerdo que leía El Gráfico y soñaba con ir a Buenos Aires a estudiar y ver los domingos a San Lorenzo, cosa que finalmente terminé haciendo. En un momento, allá por el 2000, San Lorenzo estaba en una crisis. Nosotros éramos abogados de Embotelladora Andina que es Coca Cola en Chile y el director de legales era Pedro Pellegrini, hermano de Manuel, con quien siempre hablábamos de fútbol.. Un día me llama Pedro y me dice que Manuel iba a ir de técnico a San Lorenzo. Para mi Manuel Pellegrini es un gran personaje que no es precisamente una persona del fútbol argentino. Con él íbamos a jugar al golf, le revisaba sus contratos, teníamos una gran relación. Recuerdo que le gustaba mucho el arte e íbamos a ver muestras. Pasamos muchas cosas juntos, la crisis de 2001, el intento de Mauricio Macri para llevarlo a Boca, su pase a River, etc. Un gran técnico pero por sobre todo una gran persona. Con Manuel en San Lorenzo y mucho más con su salida, empecé a  conocer el mundo dirigencial de San Lorenzo, sobre todo a través de las reuniones que mantuve en su momento con los respectivos presidentes Fernando Miele y Alberto Guil, quien salió disparado del mundo del fútbol porque lo abrumaba el sistema. Un día me llama Marcelo Tinelli para juntarnos en Ideas del Sur, junto con Fernán Saguier de La Nación, el entonces gobernador de Chubut Mario Das Neves, el actor Miguel Ángel Rodríguez, Fernando Villares, Carlos Abdo,  todos preocupados por la crisis que se vivía en el club. De ahí sale la Comisión del Centenario de San Lorenzo y empiezo a trabajar para una fiesta que no estuviera teñida de los problemas que aquejaban en aquel entonces. Tiempo después, en el 2007, me llegó la propuesta de acompañar al presidente Rafael Savino. Yo muy ingenuamente pensé que iba a funcionar, confié en su experiencia, en brindarle una buena estructura y dije rápidamente que sí. La idea era organizar el club, ordenarlo, agrandar la sede para convertirla en la más grande del mundo y sacar al club adelante. Pero lamentablemente, más allá de la creatividad y la visión que uno pudiera tener, no es conveniente sobrepasar ciertos límites que muy probablemente terminen desembocando en un conflicto mayor, como por ejemplo gastar mucho más dinero del que hay, pateando los problemas para los dirigentes que vengan después. En ese entonces Marcelo Tinelli ya colaboraba con el club como asesor pero no era dirigente. Su presencia era muy fuerte y sus ideas excedían la capacidad económica del club. Me fui del club muy decepcionado; no podía convalidar acciones que no recomiendo a mis clientes y que no hago a título personal. Luché lo que pude pero me dí cuenta que era imposible y lo más sano era dar un paso al costado.

¿Qué nos podés contar sobre tu experiencia en la Súper Liga del fútbol argentino?

Eso llegó unos años después. Uno de los creadores fue Tinelli y Mariano Elizondo era el manager, que por cierto estaba a la altura para cubrir esa posición. Parecía que era profesionalismo puro, ya sin Grondona ni la AFA. La idea fue imitar a la UEFA, la mejor organización del mundo. Para eso necesitabas, entre otras cosas,  un tribunal que juzgara a los clubes y un tribunal de apelaciones, para lo cual me propusieron y finalmente quedé seleccionado, todo ad-honorem. Ahí veías las infracciones que se detectaban, los expedientes de cada tema y te puedo decir que era la argentinidad a pleno. Las habilitaciones y suspensiones a estadios, certificados que no aparecían, cámaras de seguridad inventadas. Los clubes habían votado todo ese programa de la Súper Liga, pero de repente se encontraron con que les tocaba a ellos mismos tener que cumplirlo. Llegaban las excusas y el pedido de excepciones.  Se hizo un reglamento estricto, del primer mundo, para no cumplirlo.  Cuando se estuvo cerca de sancionar duramente a equipos grandes, ¡se terminó la Súper Liga! Y volvimos a la AFA. 

¿Qué te pasa cuando escuchás a alguien que quiere ser candidato a Presidente de San Lorenzo?

Les preguntaría si saben que el día que asuman, el primer problema que van a tener es pagar una deuda de arrastre por contratos incumplidos con otros clubes o con jugadores. Antes de hablar sobre el futuro, tienen que ver cómo resuelven las cosas del pasado porque sino se los van a llevar puestos; es llegar y pagar la fiesta de otros. Un señor que no voy a nombrar que es del interior me vino a ver con mucho entusiasmo y me dijo “Luis, me voy a postular”. Le dije “te voy a decir la verdad. San Lorenzo está fundido, si ganás la única que te queda es ir bien tranquilo durante cinco años y de a poco empezar a salir. El tema es que si decís eso no te vota nadie”. En la época en la que estaba en San Lorenzo, los clubes eran dueños del pase de los jugadores, y si el jugador no firmaba lo que vos querías, lo colgabas. Hoy en día el jugador tiene un contrato y al terminarlo se va. Incluso seis meses antes puede firmar con otro club. Creo que el manejo debe ser mucho más racional y profesional.  Lo mejor que le pasó a San Lorenzo fue la llegada del DT Rubén Darío Insúa, que agarró el fierro bien caliente, no pidió nada y dijo que para traer jugadores de poca monta prefería jugar con lo que tenía, incluyendo chicos de inferiores. Si ese trabajo y esa idea la mantienen a través del tiempo se puede empezar a vender jugadores y se podría acelerar la recuperación.

¿El placer que te da vincularte con un artista es comparable a cuando te relacionás con un jugador de fútbol?

La verdad que no. En un artista encuentro verdadera pasión vocacional. El jugador de fútbol, si bien puede sentir pasión por lo que hace, es más profesional. Desde el punto de vista de la dirigencia, si perdés te putean, y si ganás tenés que ir a pagar premios. Entiendo que un jugador puede dejar todo en un club, pero el día de mañana puede dejar todo en un club diferente. El ídolo es más para la tribuna.  

Fotografía/Video: Avanti! Producciones