Es una de las juristas argentinas más reconocidas pero parece no haberse enterado. Extremadamente sencilla y agradable, fue miembro de la Corte Suprema de Justicia de la provincia de Mendoza por 26 años. Es una de las hacedoras del nuevo Código Civil y Comercial y tiene una larga lista de reconocimientos en su haber. Quórum tuvo el honor de entrevistar a Aída Kemelmajer en la Facultad de Derecho de la UBA, donde no sólo hizo un repaso por su amplia trayectoria sino también opinó, entre otras cosas, del sistema judicial, del enfrentamiento entre el Gobierno y la Corte Suprema, del acceso de la mujer a cargos judiciales importantes y de la necesidad de cuidar las instituciones democráticas.
¿Qué es la justicia para vos?
Si uno mira la filosofía va a encontrar centenares, miles de definiciones sobre la justicia expresada por los grandes pensadores de la humanidad, los que crearon verdaderos hitos en la historia del pensamiento. Si tuviese que decir qué es la justicia para mí como una ex jueza de la Corte de la provincia de Mendoza, qué trataba de hacer mientras ejercía ese cargo, diría que trataba de conocer bien los hechos. Qué le pasaba a esta gente de verdad, los hechos que había podido probar, visualizar el conflicto que tenían esas personas y tratar de resolverlo conforme al conjunto de las normas encontrando la equidad del caso concreto. O sea, resolver un conflicto de manera tal de dar una solución que sea lo más equitativa posible para ese caso. Si uno lleva eso a la abstracción, a qué es la justicia, es una respuesta muy difícil. No soy demasiado amiga de las abstracciones. Incluso en el Código Civil y Comercial, en cuya redacción colaboré, el artículo uno comienza diciendo “Los casos”. Eso fue muy criticado por quienes sostenían que un código no podía empezar así, pero para mí no se puede hacer justicia desde las abstracciones, sino que lo que tengo que mirar son las situaciones, lo que se ha dado y tratar en lo posible de evitar nuevos conflictos.
¿Y vos crees que es cuestión de inteligencia o qué tipo de sabiduría especial tiene que tener uno para poder visualizar un conflicto y encontrar una solución?
Soy una persona que viene del mundo del derecho. Pienso que no se puede dar solución al conflicto si no se conoce el ordenamiento jurídico. Para eso se necesita un cierto grado de inteligencia, para tener una visión sistémica. Pero es fundamental también saber situarse y darse cuenta que al lado de la igualdad formal que declaran las leyes, el sistema de justicia tiene que tratar de igualar a los que son desiguales. En muchísimos casos las personas no son iguales y la función del juez es eliminar esa desigualdad elevando a quien está por debajo. Esto hoy se visualiza mucho a través del concepto de vulnerabilidad, concepto que cuando estudiaba Derecho no nos enseñaban. La vulnerabilidad era una palabra casi inexistente y te diría que actualmente es muy frecuente en los expedientes. Y junto a eso también está la perspectiva de género. Debemos tener esa perspectiva de modo tal de resolver con criterios de igualdad real y no de igualdad formal. Por ejemplo, en el Código Civil y Comercial se incorporó una figura que se llama de las “compensaciones económicas”. Que no dice que sea a favor de la mujer o del hombre, pero que normalmente en la sociedad argentina quien la invoca es la mujer. Porque se trata de casos en los que las mujeres se han casado o han vivido en unión convivencial y su situación ha cambiado notablemente cuando la pareja se disuelve. Si sacás una fotografía antes y después dada las pautas culturales que tenemos, vas a ver un gran desequilibrio. Quizás esa mujer hace 20 o 25 años, cuando empezó esa pareja, tenía una ocupación, un sistema de seguridad social, pero dejó su trabajo para que el hombre terminara de estudiar o bien para que desempeñara una determinada labor mientras ella cuidaba a sus hijos. Entonces las fotografías son absolutamente diferentes. Esas cosas antes no se miraban pero hoy sí, hay que tener esa perspectiva de la igualdad real y no de la meramente formal.
¿Considerás que hay mujeres que empezaron a abusar en algún punto de esa compensación y la piden sin merecerla?
En el año 1968 incorporamos al Código una figura que se llama Del abuso del derecho. O sea, todos los derechos en algún momento pueden ser ejercidos abusivamente. Entonces justamente el juez está para controlar que los derechos sean ejercidos regularmente.
Te recibiste a los 21 años. ¿Qué te hizo decidir estudiar Derecho?
En mi familia no había ningún abogado. Vivía en una ciudad que era casi un pueblo. Se llama San Martín, de la provincia de Mendoza. Fui al colegio secundario en la escuela pública y tenía un profesor de una materia que se llamaba Educación Democrática. Un precioso título tenía la materia en aquella época. Era un hombre joven, venía de Córdoba y se acababa de recibir. El profesor me transmitió esa -no diría vocación- pero sí entusiasmo por una profesión destinada a servirle a los demás, con la que se pueda hacer algo por los otros. El entusiasmo creado por ese profesor -que murió hace muy poco- me inclinó a seguir esta carrera.
Fuiste la primera mujer en ocupar el cargo de Ministra de la Corte Suprema de Mendoza. ¿Cómo fue esa experiencia y por qué terminó esa etapa?
Mi experiencia pasó por diversas etapas. Me designaron cuando aún no había cumplido los 40 años y la elección tenía muchas características. Era la primera mujer, era muy joven, y de origen judío. Como diría una muy querida y recordada amiga mía, lo único que me faltaba era ser negra para cumplir con toda la lista de características requeridas. Por todo eso, para mí fue un gran desafío. Al principio creí que me iba a llevar el mundo por delante, pero aprendí algo en la Corte. Éramos siete personas. Y hay un número que en ese caso es mágico, que es cuatro. Si no tenés cuatro firmas, podés tener las mejores ideas pero el mundo te lleva por delante. Encontré, cuando llegué en enero de 1984, una estructura burocrática difícil de corregir. En esos primeros cinco años sufrí mucho pero más por mi propia ingenuidad, por creer que podía hacer todo sola. Y no, no se puede. Tenía esa carga de la pertenencia a todas estas minorías que te acabo de señalar y sentía que no me podía equivocar, que no debía equivocarme. Porque sí lo hacía, se equivocaba una mujer, una judía y una joven. Siempre fue una presión muy grande sentir que tenía que rendir exámenes con cada expediente que iba resolviendo. Porque vos juzgas, pero también te están juzgando. Después fue cambiando la integración, fue llegando gente con la que me entendía mejor. Lo importante es que yo pude trabajar siempre con la más absoluta libertad en la Corte. En los primeros años tenía un secretario que cuando me traía el expediente me decía “Aída, autos para disentir”. Ya sabía que el voto mío era diferente al de la mayoría.
¿Y por qué termina el capítulo de la Corte?
Me fui en el año 2010. Llevaba más de 26 años en la Corte y el argumento que me di a mí misma fue que lo que yo no había podido hacer en un cuarto de siglo ya no lo iba a poder hacer. Entonces era tiempo suficiente para que entraran otros. Fueron muchos años y le estoy muy agradecida a la Corte de la provincia de Mendoza. Lo que aprendí allí con la cantidad y diversidad de material que llega, te obliga a estudiar y nunca lo hubiese aprendido en el ejercicio de la profesión. De alguna manera soy lo que soy por esos 26 años.
¿Cómo y quién te convocó para elaborar el proyecto de modificación del Código Civil de la Nación?
Me convocó el doctor Ricardo Lorenzetti cuando todavía estaba en la Corte pero ya había decidido irme. Nos juntamos en su despacho con la doctora Elena Highton. Nunca me voy a olvidar de esa primera reunión. Lorenzetti me dijo: “Aída, has estado en los dos proyectos de reforma anterior ¿Por qué crees que fracasaron? ¿Qué te parece que debiéramos hacer nosotros para que no fracase?”. Lo primero que le dije es que se acordara de lo que decía Napoleón, que los códigos son “un acto de poder”. Podemos hacer el mejor código del mundo, pero necesitamos que en el poder haya alguien que diga: esto sale. También me pareció que el problema que habíamos tenido en las dos comisiones que integré era que se trabajaba muy hacia adentro. En cambio Lorenzetti tenía una idea que fue -en mi opinión- la que permitió que esto saliera. Nosotros éramos tres más un secretario extraordinario, el doctor Federico Di Lorenzo, que sin él esto no hubiese sido posible. Convocamos a más de 100 juristas de todo el país, de todas las generaciones, mujeres y hombres. Eso le dio una apertura que no teníamos con los proyectos anteriores. A medida de que nos iba llegando material de las subcomisiones y comenzábamos a armar el rompecabezas, lo íbamos mostrando en todo el país. Hacíamos conferencias -especialmente yo que ya me había jubilado- desde La Quiaca hasta Tierra del Fuego. Cuando vas explicando los artículos no sólo se hacen visibles los errores sino que también recoges muchos aportes por parte de la gente. Creo que eso, más allá de todas las críticas que le hicieron, fue un proyecto que tuvo una discusión, por lo menos a nivel académico, muy superior a la que tuvieron las iniciativas anteriores. Por supuesto, hubo críticas bienintencionadas y otras malintencionadas, porque ya se sabe que cuando querés cambiar lo existente siempre encontrás resistencia.
¿Por qué creés que la oposición se ausentó del recinto el día de la votación?
Fue exclusivamente por el tema de la Responsabilidad del Estado. Me hubiese gustado que el proyecto se aprobase con todos los legisladores, pero el problema fue que habían sacado del Código Civil los artículos que nosotros proyectamos sobre la Responsabilidad del Estado. Y eso fue lo que motivó a que la oposición se retirara, porque el radicalismo estaba de acuerdo con el proyecto. Esos tres artículos se discutieron en el Poder Ejecutivo y dijeron que este tema tenía que estar en una ley especial. Nosotros intentamos explicar que el Estado no sólo tiene actividades exclusivas, sino que también hay tareas que el Estado hace, que son las mismas tareas que hacen los particulares. Ejemplo, los hospitales públicos y privados, las escuelas públicas y privadas. Entonces hay que crear un régimen de responsabilidad que no distinga entre el Estado y el particular respecto de esas actividades que son comunes. No lo entendieron. Ahora bien, aprobaron una ley aparte y hubo un problema. Como sostuvieron que era sólo derecho administrativo, no está delegado al Gobierno Nacional. Después se necesitó que cada provincia regulara el tema o adhiriera a la ley nacional. No hubo un caos pero sí un gravísimo problema.
¿Qué opinas de los otros cambios que se hicieron en el anteproyecto?
Por supuesto que a nadie le gusta que le cambien nada de lo que ha hecho, pero en lo sustancial no se modificó. Sí hubo otras cosas que se eliminaron que generan problemas. Por ejemplo, nosotros habíamos regulado la llamada gestación por sustitución, mal llamada alquiler de vientre. Ese artículo se eliminó del código y quedó sin resolver. En Argentina se hace gestación por subrogación y del extranjero vienen parejas y personas solteras que han tenido un hijo a través de la técnica de reproducción humana asistida, que implica que hay una mujer gestante para otro. Ese niño no viene como dice el viejo dicho español “con un pan debajo del brazo” sino con un “expediente debajo del brazo”. Porque como no está resuelto, hay que plantearlo judicialmente. Otra cosa que modificaron fue el tema de las obligaciones en moneda extranjera. Habíamos previsto una solución ahí pero se reguló de otra manera y ahora hay un problema más económico que jurídico. Vos podés tener la mejor de las soluciones jurídicas, pero si estás en un país que no tiene moneda -como lamentablemente nos está pasando- no va a haber reglamentación alguna que supere el conflicto de la economía.
¿Y cuál considerás que es el principal problema de la justicia?
Los tiempos de la justicia, en mi opinión, son el mayor de los problemas. Doy un ejemplo de un caso donde personalmente llevaba la sentencia a todos para que la firmen rápidamente. Una vez en Mendoza se había planteado un problema de una joven que tenía 24 años, quien tenía una discapacidad mental muy profunda y había sido abusada porque no podía prestar consentimiento al acto sexual. Quedó embarazada y la mamá había solicitado autorización judicial para interrumpir el embarazo, algo perfectamente permitido por el Código Penal, aún en esa época. El juez de familia la había autorizado pero una asociación del no nacido había apelado la decisión. La cámara suspendió la ejecución de la sentencia hasta tanto lo resolviera. Eso era como decir, este embarazo va a seguir adelante y después no se va a poder hacer. La mamá de esta niña era una persona muy católica pero sabía que tenía una enfermedad e iba a morir pronto. ¿Quién iba a cuidar al bebé si ella ya no iba a estar? Por eso se presentó ante la Corte. Nosotros resolvimos el tema en cinco horas y se pudo interrumpir el embarazo, sabíamos que si no era dentro de esas pocas horas, el expediente se iba a complicar de tal manera que no se iba a poder realizar el procedimiento. No todos los casos requieren la misma urgencia pero el tiempo es la vida de la gente y si nosotros no solucionamos el problema de la morosidad judicial no vamos a solucionar el problema de la justicia. La tecnología ha mejorado muchísimo y los juicios ahora son más ágiles. Pero así y todo, es precisamente la tecnología lo que te hace ver lo lento que estamos de este otro lado.
Entre tantos reconocimientos que has recibido, fuiste declarada Ciudadana Ilustre de Mendoza. ¿Qué significó para vos?
Está el dicho bíblico que dice: nadie es profeta en su tierra, así que cuando el lugar donde uno vive lo reconoce, te hace sentir realmente muy honrado. Estoy muy agradecida a los legisladores de la provincia y también a quien fue un gran intendente de la ciudad de Mendoza, Víctor Fayad. Fue un extraordinario funcionario público no porque me haya designado sino porque transformó la ciudad. Eran de estos políticos de los que se necesitaría un poquito más. Visionario y ejecutivo.
También fuiste reconocida con el Premio Konex de Brillante. ¿Cuáles crees que fueron las ideas más importantes o significativas que le has aportado a la sociedad?
Cuando me dieron ese premio, que fue uno de los honores más grandes que he recibido realmente en mi vida -como el Doctorado Honoris Causa que he recibido de varias universidades públicas de gran prestigio-, uno siempre se pregunta qué hice de bueno para merecer esto. Creo que mi aporte junto -insisto- a más de 100 juristas al nuevo Código Civil y Comercial ha sido un elemento de peso importante. Pero no descarto esos 26 años en la Corte de la provincia de Mendoza, donde intenté generar una nueva impronta también para la justicia. De hecho las sentencias en esa época se publicaban en los diarios jurídicos más prestigiosos del país. Todo eso le fue dando difusión a mi obra. A lo mejor hay muchísimos jueces buenísimos en el país pero su obra queda metida en el expediente. Tuve la suerte de que las sentencias se publicaran muchísimo. Y a esto le sumaría, como dije en el discurso cuando recibí el Konex, que había mucho de coraje también.
Se habla mucho del techo de cristal y de la dificultad de las mujeres para acceder a cargos importantes en el Poder Judicial. Sin embargo, nos cuesta encontrar mujeres que se animen a dar a conocer sus opiniones. Vos hablaste de coraje, ¿falta coraje?
Hay una situación muy difícil. Elena se fue hace más de un año de la Corte Suprema. Hablan de aumentar el número de jueces, pero no tienen la posibilidad siquiera de llenar un cargo. Tenemos la Corte sin ninguna mujer y el cargo vacante. También podrías decirme que la Procuración está vacante y tampoco logramos cubrirla. Falta el necesario consenso para darse cuenta de que lo que se necesita es una justicia independiente. Pero los problemas que los políticos generan respecto del Poder Judicial ocurren en muchos países. ¿Qué significa eso? Que lo que te dice una mayoría ocasional en el Parlamento rige y no hay quien controle. Lo que sucede en Israel es un gran ejemplo, donde la gente sale a la calle por el proyecto que ha presentado el Gobierno que modifica la función de la Corte para no tener la posibilidad de declarar la inconstitucionalidad de las normas. Y el pueblo sale a la calle a decir “no vamos a tolerar eso, está en contra del sistema democrático”.
Estamos muy lejos. ¿Qué le falta a Argentina para reaccionar así?
Nosotros no somos conscientes de lo que significa tener una Corte que precisamente no va con las mayorías ocasionales, sino que va con los principios fundamentales del constitucionalismo. Claro, podemos hablar de cuáles son esos principios fundamentales del constitucionalismo. Cada uno los va interpretando a su manera y como le gusta. El tema, por supuesto, no es fácil, pero el rol de una Corte constitucional, como la nuestra, es no responder a una mayoría ocasional sino a un sistema fundamental. Nosotros tenemos la Constitución reformada del año 94 con todos los tratados de derechos humanos metidos ahí. Y eso es lo que la Corte tiene que respetar. Eso es lo que hay que entender, hay que poner gente allí que sepa estar por encima de lo que es la mayoría ocasional. Creo también que la justicia tampoco se ha comportado a la altura de los acontecimientos. No es suficiente decir “mi función es muy importante”, hay que actuar conforme a la importancia de esa función. Desgraciadamente, la justicia no siempre responde. La corrupción que hay en muchísimos países del mundo lleva precisamente a que normalmente en los procesos penales -que son los que le llegan más a la gente- la justicia no responda adecuadamente en tiempo a las causas de corrupción. Eso para mí es un problema muy serio que genera gran desconfianza en el sistema de justicia y que favorece a que la clase política que no entiende el sistema republicano ataque. Son factores que vienen de un lado y del otro.
¿O sea que el mayor problema lo tenemos en la justicia penal federal?
Sí, yo diría que la justicia penal federal es la que mayor desconfianza genera en la población. Y nada se puede hacer sin generación de confianza. Esto lo vemos también en la economía. Se creó el Consejo de la Magistratura, hay mecanismos de participación que pueden servir para revertir esto pero hay que trabajar muchísimo. Por ejemplo, el sistema de jurado. Nunca he sido una gran amiga pero debo reconocer que el jurado que se estableció en muchísimas provincias por los asuntos penales y ha servido para que el ciudadano participe y vea que no todo es tan fácil. Son formas de participación y creo que hay que ser muy creativos para generar cambios muy profundos. Porque hay que ser ciego para decir que todo en la justicia funciona bien. En materia civil se está trabajando mejor que antes, pero eso no quiere decir que funcione perfecto. Por ejemplo, nosotros en el Código Civil y Comercial eliminamos el divorcio contencioso. O sea, se le puso fin a esto de ir a contarle al juez por qué te querés divorciar. Eso decíselo al psiquiatra porque el juez no está para resolver los conflictos que genera un divorcio. No tienen que pasar más de 30 días para tener una sentencia de divorcio. Sin embargo me dicen que hay provincias donde se demora un año en dictar una sentencia de divorcio. ¿Qué están haciendo? Bueno, le están dando vista a este, vista a otro. No hay nada mejor cuando uno no quiere resolver y dilatar, que darle vista a alguien más.
¿Cómo viste el momento en la apertura de las sesiones ordinarias en el que el Presidente cuestionó a la Corte Suprema?
Cada vez que escucho manifestaciones de ese tipo contra la justicia son en abstracto y a mí no me gustan las abstracciones. Me gusta el caso concreto y que se resuelva. Porque si no estás tendiendo sobre la población todos estos mantos de duda que sólo generan desconfianza en las instituciones. Es gravísimo que en una sesión inaugural de la actividad de un poder, otro poder acuse al tercer poder. O sea, eso es una cosa institucionalmente gravísima. Lamentablemente creo que esto nos preocupa sólo a nosotros. A la población en general lo que le preocupa es llegar a fin de mes. Los problemas cotidianos que tiene el ser humano son tan grandes que cuando vos le hablás de esto, a la persona no le llega.
¿Qué le dirías a las mujeres que todavía no se animaron a pasar por este espacio?
Los tiempos han cambiado muchísimo. Debo reconocer que a mí me tocó un momento muy especial. Era el momento de la frase “alguna mujer hay que poner”. Entonces se organizaba un panel sobre los derechos de los consumidores, eran cinco hombres y “alguna mujer hay que poner”. Eso significó para mí que me convocaran mucho a participar de paneles y charlas y yo me mataba por hacer bien las cosas. Hoy ya no es así. Siempre vas a ver un número importante de mujeres abogadas que participan, que escriben. Hay todavía mucho por recorrer y exigir que todos tengamos que dar examen todos los días, no solamente las mujeres. Los estereotipos siguen existiendo y son muy malos. Como dice la Corte Interamericana son nefastos, incluso para la investigación de delitos, porque si partís de preconceptos no investigás bien. Hay que luchar mucho y nos corresponde a nosotras las mujeres, luchar contra esos estereotipos.
¿Cuál es tu expectativa en este año electoral?
Mi querido y recordado maestro Augusto Mario Morello decía que cuando uno llega a esta edad no tiene derecho a transmitir pesimismo a los jóvenes. Así que es difícil contestar esta pregunta y responder al mandato del maestro.
Fotografía/Video: Avanti! Producciones