“Me siento mucho más cómodo en el mundo del arte que rosqueando en Tribunales”

Gustavo Bruzzone es mucho más que un juez. Lo que comenzó como un refugio frente a una injusticia profesional se convirtió en parte de su esencia y hoy el arte pasó de ser un hobby a ser el motor de su vida. Con un extenso catálogo de obras que lo convierte en un importante coleccionista, reconoce que se siente mucho más cómodo en el mundo del arte. De todas maneras no descuida sus obligaciones como miembro de la Cámara Nacional de Casación en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal y tampoco evita hablar de las transformaciones que para él debe tener la Justicia. Auténtico, sin miedo a dar nombres propios y con la basta experiencia que le dan sus muchos años de trayectoria, compartió una extensa charla con Revista Quorum donde no se calla nada y asegura que su deseo es poder hacer un aporte en el área que fuera. 

¿Qué es la Justicia para vos?
La Justicia es un concepto abstracto que es muy difícil de concretar, muy difícil de lograr y que en general no es aquello que surge y se produce desde el Poder Judicial. En general, el Poder Judicial a veces hace justicia, pero lo que tenemos que hacer como trabajo es resolver casos. En un porcentaje creo yo importante de casos, se hace justicia. El otro porcentaje, no muchas veces se hace justicia. Como servicio se suele confundir Poder Judicial con Justicia, que no es lo mismo, que es otra cosa, es otro concepto. Es un concepto abstracto que se concreta en muchas situaciones y es ideal que hagan justicia en Tribunales pero lo que se hace es administrar casos, darles una respuesta a los que vienen solicitando que se les resuelva un problema.

Después de 42 años de carrera judicial y más de 2000 obras en tu colección personal, ¿con qué disciplina te sentís más identificado?
Hace 42 años que trabajo en el poder judicial y hace 30 años que estoy vinculado al mundo del arte como coleccionista primero y después como otras cosas. Trato de que se complementen, pero no hay algo que los relacione de manera directa salvo que yo convivo con obras de arte. En mi casa tengo obras de arte y tengo también obras colgadas en el tribunal donde estoy trabajando en este momento a solicitud de mis colegas.

Siendo juez y coleccionista. ¿Tenés alguna investigación especial sobre tu patrimonio por coleccionar arte?
Lo que tengo es una declaración permanente que vengo haciendo desde que empecé a incorporar obras y la voy actualizando. Lo que ocurre es que yo soy coleccionista pero no estoy en el mundo de la compraventa. Si bien he vendido y donado algunas obras, en general se van incrementando, lo que es un problema porque cada vez tengo menos espacio como para poder alojar las obras en algún lugar. Siempre encuentro algún amigo, alguien que me dice que puedo llevar las obras a su casa. Además, yo colecciono contemporáneo, los valores y los precios que tienen que ver con esto, es algo que rompe un poco el mito. En ArteBA me preguntaban sobre el coleccionismo en Argentina en una entrevista que hubo por la presentación de un libro de una artista que se llama Marcela Sinclair. Las obras de arte están para ser conservadas y como coleccionista yo formo parte de la generación del 89. A lo largo de todo el Siglo XX las prácticas fueron mutando, fueron modificándose. Hoy no son grandes fortunas las que se dedican solamente a la incorporación y a la colección de arte, sino que hoy los coleccionistas somos profesionales intermedios, gente que tiene acceso a determinadas cuestiones culturales más que a cuestiones económicas.

¿Y cómo fue que empezaste a coleccionar?
Empiezo a coleccionar sin saber que iba a empezar a hacerlo. Es como un devenir. Yo compré un cuadro en un determinado momento, un dibujo que a mí me interesó cuando fui a una galería. Estaba reciclando un departamento en donde vivo todavía en el año 91 y un amigo me preguntó qué iba a colgar en las paredes. Es un colega mío también de Tribunales, que es Daniel Morín, quien está conmigo en la Cámara Nacional de Casación, y en aquel momento estaba en pareja con Amalia Martínez, hija del galerista Jacques Martínez. Ese día yo advierto que puedo comprar una obra de arte. Me acuerdo que él me dijo “te la voy a vender en incómodas cuotas” y me compré una tinta china de Alberto Greco. A partir de allí supe que podía tener una obra de arte y digo que soy generación del 89 porque según los historiadores del arte argentino sostienen que ese fue un año clave en que iba a marcar las prácticas del Siglo XXI. Comienzo a pintar porque empiezo a tener mucho tiempo ocioso y aquí es donde se vincula de vuelta con mi mundo judicial.¿Por qué yo llego a esta galería? ¿Por qué yo llego a este lugar? Muy poco tiempo después dejé de trabajar la cantidad de horas que estaba trabajando en el momento en que yo era fiscal federal. Estuve a cargo de la Fiscalía Federal número dos. Los efectos del inicio del gobierno de Carlos Menem hicieron que hubiera mucho trabajo. Se hacían muchas denuncias y me encargué de llevar a cabo adelante el trabajo de la manera que consideré que era correcto. Mi aspiración era que me nombraran juez de instrucción nacional porque me sentía en condiciones de poder ocupar ese cargo. Sin embargo, durante el menemismo tenía un Fiscal de Cámara que apoyaba la investigación de la corrupción, que era Luis Moreno Ocampo, y yo trabajé mucho. Como no era funcional al sistema, no me nombraron juez en ese entonces. Gracias a los concursos, pude serlo después. 

Para el año 92, cuando se produjo la reforma procesal, el Código Levene fue puesto en funcionamiento, me “ascendieron” y dejé de ser Fiscal Federal para pasar a ser Fiscal de juicio en el Fuero Penal Económico. Se modificó sustancialmente la cantidad de trabajo y empecé a tener mucho tiempo libre porque también me separé. Uno modifica sus costumbres, la vida social, empecé en un taller a pintar y así comencé a conocer artistas contemporáneos. Fueron todos los días de compartir con gente nueva y mi vida social iba en esa dirección. Seguía siendo funcionario en Tribunales, profesor universitario -actualmente estoy de licencia- y empecé a incorporar a mi vida todo lo vinculado al arte contemporáneo en Buenos Aires.

¿Tenés mucho vínculo con los artistas?
Tengo un vínculo muy estrecho porque hice un montón de cosas. Comencé a coleccionar en un momento determinado de la historia del arte argentino, que fue el del Rojas. Para decirlo de alguna manera, yo comencé a coleccionar lo que se mostró y se exhibió por el criterio curatorial de Gumier Maier en el Centro Cultural Ricardo Rojas. Luego pensamos con un grupo de gente que quería que se hiciera una revista y fui el editor y fundador de la revista ramona. Venía de ser editor de los Cuadernos de Doctrina y Jurisprudencia Penal de la Editorial Ad-Hoc. Me di cuenta que podíamos hacer una revista y una revista de arte. Incluso Rubén Villela fue el que nos ayudó para llevarlo adelante y editó los primeros números de ramona que duró diez años. Al principio tuve tiempo y podía ser editor. Con Roberto Jacoby y Rafael Cipollini teníamos la idea de crear un lugar donde pudieran escribir notas a amigos y a gente del mundo del arte que no tenía espacio para publicar en otro lado. Fueron 101 números. El de despedida se lo entregamos a la gente para que escribieran sobre ramona. Hoy me doy cuenta de que fue un aporte muy importante que hicimos en el desarrollo y en la historia del arte argentino, porque ramona se utiliza ahora en la universidad. Es decir, fue una revista muy potente y con distintas conducciones polifónicas, que hizo su aporte.

¿Qué significó el caso Cromañón?
Fue un hecho tremendo dentro de lo que es el desarrollo de la historia de la Argentina como uno de los estragos más tremendos y hubo mucho dolor. Creo que el caso Cromañón se instruyó rápidamente, se llevó a juicio y de alguna manera se dio respuesta. La primera pregunta tuya fue por la Justicia. ¿Se hizo justicia en Cromañón? Es muy difícil de poder saber y decir, porque nadie va a poder reparar la vida de las 193 personas que murieron ese día.

La justicia federal tiene fama de suciedad y corrupción. ¿Qué opinás?
Hay mala fama pero no creo que sean todos. Si hubiera un cambio en serio de determinadas cabezas en determinados lugares, el resto acompañaría de otra manera y andaríamos bastante mejor. Hay algunas cosas que me parece que son alarmantes como el manejo de determinados operadores de la justicia y de la designación de gente. Te encontrás con nombres como el de Daniel Angelici, que manejaba la Justicia de la ciudad de Buenos Aires y que con el paso del tiempo pasó a manejar la Justicia nacional. Me parece alarmante, porque yo recuerdo a Raúl Alfonsín que lo tenía a Carlos Santiago Nino como asesor. Me preocupa mucho la importancia que tienen personas como Angelici. Hablé en el 2019 en el Congreso de Profesores reclamando y pidiendo por favor que esto se acabe, que la Academia tenía que volver a tomar parte en la designación de jueces y teníamos que cuestionar, pero lamentablemente parece que no. Lo dicen a los gritos, es muy evidente y no se modifica. Incluso se menciona que el propio asesor presidencial Juan Manuel Olmos tendría que ver con la designación de gente en la Justicia de la Ciudad. No se hace de acuerdo a méritos sino que a otro tipo de cosas. Este sí es un problema serio que lamentablemente continúa existiendo.  

¿Qué otras medidas deberían tomarse?
Hay un órgano que son las Cámaras de Apelaciones, que a mi criterio tendría que desaparecer. No porque no tiene que haber revisión de fallos, sino porque no puede existir una cámara limitada a seis jueces, dos salitas. Es decir, tendría que ser mucho más amplio el contexto de jueces. Si trabajáramos en pool de jueces podríamos resolver muchísimas otras cosas. Un problema muy importante es la organización del Poder Judicial, que no tendría que funcionar en organismos fijos. Trabajar en pool de jueces sería una solución a la suspicacia que existe en este momento de concentrar en pocos jueces todo el poder. Y por supuesto, la instrucción a cargo del Ministerio Público que diga: quiero llevar a juicio este asunto y que la Oficina Judicial se ocupe y se encargue de decir bueno, el juicio lo van a llevar ante este juez en tal sala de audiencias, en tal oficina, en tal lugar, para que todas las partes sepan. Otra medida importante sería cumplir con la Ley Cafiero, porque la decisión de la reforma constitucional del 94 parece que fue muy clara y es una deuda muy importante que hay con los ciudadanos de la ciudad de Buenos Aires de que puedan completar su justicia de acuerdo a como fue decidido en aquel momento. Me parece entonces que la Justicia nacional tiene que encontrar una solución y a los jueces darles una respuesta pronta para ver cuál es el destino que vamos a tener en el corto plazo. La Justicia nacional es un tema del que se tienen que ocupar y que no tendría que haber ningún tipo de grieta ni diferencias.

¿Y a la Corte como la ves?
Veo muchas discusiones respecto de la corte, independientemente de lo puntual de cada uno de sus integrantes. Me parece que lo que habría que modificar en la Corte no es tanto el número aunque volvería a los nueve con los que se había ampliado. Lo que hay que modificar es la competencia de la Corte y habría que crear un gran tribunal intermedio que definiera otras cuestiones de interpretación de derecho. Pero nadie se impone porque no se pueden poner de acuerdo, porque no hay nadie que pueda cubrir el cargo de Procurador General. Nadie satisface a nadie. Daniel Rafecas está propuesto y me parece que es un buen candidato, que tendría que ser bueno para todos pero no avanzamos y eso es lamentable porque tendríamos que estar llevando adelante la Reforma Procesal Penal.

Sería bueno que se nombren más mujeres en la Justicia, ¿no?
Sí, tiene que haber más mujeres por supuesto. Con los concursos esto es un problema, tenemos que encontrar una solución para poder hacerlo. Quizás hacer una convocatoria solamente para mujeres y omitir a los hombres en algunas vacantes. No sé si lo van a hacer porque van a empezar planteos de desigualdad pero hay que tratar de compensarlo.

¿Te refugias un poco en el arte cuando sentís esta insatisfacción en la Justicia?
Sí, hace mucho tiempo empecé a pintar para mí, como cualquiera que conoce una actividad nueva y lo empezás a hacer. Me siento mucho más cómodo en el mundo del arte que rosqueando en Tribunales. Me encantaría poder hacer un aporte en el área que fuere. Tenemos que seguir pensando con esa consigna y no en qué es lo que yo puedo obtener del Poder Judicial, del cargo que tengo. Creo que tenemos que pensar todos los días qué es lo que yo le puedo dar al Poder Judicial y de qué manera puedo contribuir. 

Fotografía: Avanti! Producciones