Ricardo Gordó Llobell: “Para nosotros el juicio es la última opción”

Al frente de la cuarta generación de un estudio familiar que se dedica a marcas y patentes, hizo del legado familiar algo no sólo prestigioso sino pujante a base de especialización y de entender que, además de ser un profesional del derecho es un empresario. Apasionado del rugby, entiende que el Fair Play debe regir tanto para el deporte como la profesión y la vida.

¿Qué crees que te diferencia del resto?

“Se da en mí una situación medio extraña porque soy la cuarta generación de abogados en mi familia y a pesar de que hay un montón de estudios familiares, no sé si hay muchos que tengan tantas generaciones seguidas haciendo lo mismo. De hecho, nuestro estudio está cumpliendo 75 años”, cuenta Ricardo Gordó Llobell orgulloso y remata: “Hay un montón de estudios que hacen marcas y patentes, pero de muy buen nivel seremos 30; nosotros tenemos, además, ciertos valores agregados”.

¿O sea que tu acercamiento al derecho además de vocacional fue hereditario?

Cada generación hizo su parte: mi bisabuelo llegó exiliado de España y vio en el año 46 que en el rubro de marcas y patentes había un nicho muy interesante y mandó a llamar a su hijo. Mi abuelo vino y se instaló en Argentina a ayudar a su padre, aunque falleció de muy joven. Eso hizo que mi abuela y mi padre se incorporaran muy rápidamente al estudio. Cada uno fue exitoso en lo suyo. Arranqué de muy joven a trabajar acá, empecé en el año 89 como cadete. Mamé la profesión desde chico así que cuando me recibí no me fue tan costoso arrancar. Pero a los cuatro años de llegar al estudio comencé a prepararme para la administración del estudio que es un tema muy importante porque además de ser profesionales somos también empresarios.

¿Antes de los 30 años estabas prácticamente dirigiendo el estudio?

Sí, fue una responsabilidad que me dieron, pero hubo una capacitación y por insistencia de mi padre se contrató una consultora que ayudó a que me transforme en empresario: empezar a ver no sólo los casos litigiosos sino a ver al estudio como una empresa: analizar desde los recursos humanos, la parte económica, la parte financiera. Todo esto me permitió tener otra visión del negocio. Y esto se fue dando en posgrados y en preparaciones académicas. La idea fue tener un estudio con gente estudiosa. La nuestra es una especialización chica por eso es importante tener un valor agregado en un rubro en el que mucha gente trabaja bien, pero hay que saber mostrarlo.

Hablando de exposición, ¿qué opinión te merecen los abogados que están en la televisión hablando de los temas del día?

La mayoría de los abogados que hablan en televisión saben de lo que hablan, no es que improvisan; se arriesgan porque no tienen tiempo de desarrollar bien los temas sobre los que les preguntan. A veces escuchás barbaridades, en especial cuando se ponen a hablar de marcas y patentes, de piratería, o de los manteros. Ahí te das cuenta si un abogado está o no en el tema.

¿El ejemplo de La Salada sería el de un delito de punta a punta?

Sí, es un delito de punta a punta, pero si vos me preguntás si alguna vez fui a La Salada yo te puedo decir que no fui nunca. El titular marcario no combate contra La Salada porque hay otro montón de cosas que son mucho más complicadas. Por supuesto que me vienen a ver empresarios para combatir las imitaciones y hay estrategias que van desde el combate de la piratería a relanzar la marca o ponerle mayores elementos de seguridad. No es sólamente ir a levantar manteros por la calle con oficiales de justicia, hay un montón de estrategias. Gracias a la tecnología, hoy podes ponerle código QR a la ropa para saber si se trata de una mercadería original o falsa. Siempre las marcas exitosas son copiadas.

Hay quienes dicen que el que va a La Salada no va a buscar el original…

Es un debate interesante pero no me importa si el consumidor se confunde o no con la mercadería, a mí lo que me importa es dar derechos de propiedad intelectual. Desde el punto de vista republicano, me interesa que esos derechos -que son intangibles- sean garantizados para los ciudadanos. Con ese argumento se dice que no engañan al consumidor, pero sí engañan al propietario marcario porque hay un negocio que están tomando que no les pertenece.

¿Y cómo ves al aparato del poder judicial hoy?

Ha bajado muchísimo la calidad, y si me preguntas el por qué, no lo sé. Antes ibas a Tribunales a buscar abogados para que se pasen al sector privado y eso ya no sucede. Creo que es fundamental la especialización y el estudio. El tema es qué tiempo le dedicás a la capacitación en medio de la locura de trabajo. De todos modos, la jurisprudencia argentina en materia de marcas y patentes es buena, conocida y respetada. Nosotros trabajamos con la Justicia, pero la litigiosidad es la menor parte del trabajo porque se trabaja la consultoría y la prevención; para nosotros el juicio es la última opción porque conocemos lo que tardan los juicios y eso a nadie le conviene. Uno hace el mayor esfuerzo para no litigar. El infractor siempre se pregunta hasta dónde puede llegar y es parte de nuestro trabajo decirle “mirá que acá nos va a ir mal”.

¿Recordas algún caso en especial que haya marcado tu carrera?

A nosotros nos tocaron casos interesantes, uno de los casos más conocidos fue con unas galletitas que se llamaban “Dale Alegría” que eran iguales a las “Sonrisas” de Bagley. Fue interesante porque logramos que se tomara en cuenta a la forma de la galletita como marca, más allá del nombre. Lo que yo llamo activos intangibles, es de las cosas que más me gusta desarrollar, básicamente es pensar cómo proteger una marca. Una de las ventajas que tenemos es que por nuestra expertise, sabemos cómo te van a querer copiar y también sabemos cómo desarrollar una estrategia de protección.

Es muy fino todo porque las formas y colores hacen a las marcas, ¿no?

Exactamente y es interesante el tema de las combinaciones de colores. Vos podés ver algunos artículos que no tengan nombre pero si los colores son característicos los vas a distinguir, y ahí es cuando los colores tienen una distinción marcaria. Si te muestro un paquete de cigarrillos con la combinación del rojo y del blanco, sabés que es un Marlboro. Es una capacidad que tienen muy pocas marcas.

Marlboro, Coca Cola y Ferrari, no más…

Sí, hasta que Maradona pidió una Ferrari negra (risas)

Cuando llegó Hard Rock Café a la Argentina se encontró con alguien que ya tenía el nombre registrado, ¿lo recordás?

Sí, claro. Es el típico caso de piratería marcaria. Había una persona que tenía registrada la marca “Hard Rock” y cuando la empresa quiso desembarcar en Argentina se encontró con eso. El derecho argentino es muy respetuoso de las marcas internacionales, existe un artículo que castiga a la marca registrada de mala fe, que son aquellas que se registraron sabiendo que pertenecían a un tercero. Y eso se pena con la nulidad de la marca. Pero a veces ocurre que, como en este caso, Hard Rock no podía esperar a que llegue a la nulidad de la marca y acortó los plazos comprando la marca al infractor, lo cual no es lo recomendable, pero en costo y beneficio a veces cambia la estrategia.

¿Cómo ves hoy a los estudiantes de derecho?

Trabajo en posgrados con lo cual no sólo son abogados las personas con las que trato, también hay ingenieros, arquitectos, empresarios, de todo. Y muchas veces llegan a marcas y patentes también por la tecnología, derechos de autor, de software, de NFT, de Metaversos.

¿Y cómo entienden los jueces estas nuevas tecnologías que van a una velocidad de vértigo?

Es una excelente pregunta porque muchas veces nos toca tener que hacer docencia con los escritos que hacemos para hacerle entender al destinatario nuestro trabajo, y de qué se trata el caso; ya eso es algo súper complejo. La Ciudad de Buenos Aires tiene un fuero muy bueno, pero en algunas provincias es más complicado porque no hay mucho volumen de estos conflictos y los que existen están en Buenos Aires. Acá está uno de nuestros valores agregados, ese plus que nos hace distintos, es cómo hacerle entender a un juez de qué se trata el problema.

¿Y las leyes están preparadas para estos conflictos?

Sí, la argentina tiene leyes modernas y además fue bastante precursor en estos temas. Fijate que hoy casi todas las plataformas de ecommerce, ya sea Mercado Libre, Instagram, Tienda Nube, todas tienen sus órganos para resolver conflictos, donde vos podés hacer denuncias, y escuchar a la otra parte; porque es muy frecuente que haya conflictos y esos casos tienen sistemas para resolverlos. En el caso de los megacontratos ya tienen sus cláusulas de arbitraje, lo que yo llamo la justicia privada porque nadie quiere ir a la justicia ordinaria, aunque a veces no queda otra. Hay muchas veces que se dice: “Que me haga juicio y después vemos”, ahí es cuando entra lo especulativo.

¿Y cuánto demoran estos juicios?

Demoran muchísimo, puede demorar entre 5 y 15 años. No le conviene a nadie. Hoy hay distintas formas de valorizar el trabajo; valoro el tiempo que le pongo al caso y entiendo que no soy socio del cliente: no voy a ver si el cliente gana un peso más o menos, le voy a recuperar su derecho, que en propiedad intelectual son bienes intangibles. Porque cuando hay copias de tu marca en el mercado lo que vos querés es recuperar ese mercado, no sacarle plata al mantero. Lo que buscas es limpiar el mercado para que la marca pueda ser vista y pueda ser comercializada en paz y tranquilidad. Querés recuperar lo que te sacaron que es la usurpación de la marca, o del invento, o de la obra. Tenés los derechos de autor, marcas, patentes, modelos industriales, obras literarias, musicales, software, etc. Es realmente súper interesante este rubro.

¿Cómo sos vos cuando estás fuera del laburo?

Además de la propiedad intelectual tengo otra pasión que es el rugby. Fui jugador de rugby desde los 6 años hasta los 28 que me retiré, después pasé a ser veterano, y hoy soy dirigente de rugby y a su vez también soy Presidente del Comité de Disciplina de la Unión de Rugby de Buenos Aires. Es un lindo trabajo comunitario que me sirve para cuidar un juego que para mí es el más hermoso del mundo. El rugby tiene un montón de valores y le da herramientas a las personas para desarrollarse en la vida.

Muchas veces se los tilda de violentos a los jugadores de rugby.

Por eso estamos trabajando, para hacer que todos sean caballeros dentro y fuera de la cancha que es algo que no todos los deportes hacen. Le dedico bastante tiempo al rugby porque soy un convencido de que quienes venimos de ese mundo tenemos que devolverle al rugby lo que el rugby nos dio. Y darle la posibilidad a que otros chicos puedan jugar.