Podría haber sido Ingeniero Agrónomo pero su pasión por el derecho internacional inclinó la balanza. Fue 12 años juez provincial y actualmente es juez del Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1, donde ha tenido que participar de causas muy resonantes. Su principal sueño es ser un buen padre, defiende el funcionamiento de la Justicia y le dice a sus alumnos universitarios que nunca es tarde para abrazar su vocación. José Antonio Michilini decidió, pese a su fuerte perfil bajo, hablar con Revista Quórum y responder muchas preguntas que nunca le habían formulado.
¿Qué es la justicia para vos?
Que buena pregunta. La justicia es una herramienta para resolver conflictos sociales y/o personales; conflictos respecto de los cuales, muchas veces, se cree que la respuesta no la puede dar la Justicia. Se les da un espacio demasiado importante, el cual excede el propio marco de la justicia. Trabajé durante muchos años en la Justicia de Lomas de Zamora, en la Justicia provincial, con conflictos permanentes, y era muy interesante. Estábamos muy cerca de la gente, la resolución era inmediata. Era muy lindo sentir cómo las personas se iban contentas cuando uno resolvía el conflicto. Porque a veces nuestra intervención es tardía y entonces nos cuesta. A veces el trabajo pasa más por tener el contacto con las personas y que se sientan escuchadas, porque en definitiva, el problema de fondo ya no se podía resolver, dado que era demasiado tarde o porque no era del ámbito de la Justicia.
¿Cómo fue pasar de ser juez de Lomas de Zamora a Juez Federal?
Fue un desafío súper importante. Toda mi vida me gustó el ámbito académico, siempre. No vengo de familia de abogados o judiciales, todo lo contrario. Sin perjuicio de ello, toda mi vida me preparé para especializarme en derecho internacional, que es una rama que me interesó siempre. El estudio de los Delitos de Lesa Humanidad me apasiona. En el año 1998 tuve la posibilidad de ser becado para estudiar en Suiza y ahí me especialicé en derecho internacional. El ámbito en donde se juzgan responsables por estos delitos es la Justicia Federal. Fui 12 años juez en la provincia de Buenos Aires, una experiencia hermosa, y hace ocho años que fui designado juez en un Tribunal Oral Federal acá en Comodoro Py, viviendo experiencias totalmente diferentes.
Dijiste que no sos de familia de abogados, ¿cómo decidiste estudiar Derecho?
La verdad es que yo iba para Ingeniero Agrónomo. Te soy sincero, disfruto mucho del campo y de la naturaleza, pero el derecho siempre fue algo que me gustó y luego descubrí que era mi vocación. Haber ido a la Universidad de Buenos Aires (UBA) me proyectó, conocí gente, me permitió que me busquen para estudiar en Suiza y desde el año 98 que sigo dando clases en Ginebra todos los años. Además, doy clases en otras universidades, soy titular de cátedra en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, doy clases de Derecho Penal Internacional en la UBA, y también en la Universidad del Salvador, pero el aspecto académico es secundario en mi vida. Lo importante para mí es mi trabajo, ser juez es algo maravilloso. Para mí es un lugar privilegiado, porque tengo la posibilidad de hacer lo que me gusta. Además soy consciente que es un privilegio que viene con responsabilidades, carga y presiones. Pero bueno, es parte de lo que uno asume. Así que nada, contento con eso.
Tuviste casos muy significativos. ¿Cuál fue el que más te conmovió o te tocó?
Fueron varios los casos que por diferentes motivos me llegaron de alguna manera. Incluso, algunos procesos ordinarios en los que intervine como juez en la Provincia. Por ejemplo, el caso de un doble homicidio culposo que no tiene por ahí mucha injerencia, pero las víctimas que habían fallecido eran los adoptantes de los chicos que iban en el auto, o sea una situación muy difícil de sobrellevar. En los juicios de Lesa Humanidad escuchar a las víctimas es muy fuerte también. Después están las causas con más repercusión mediática, donde uno no sabe cómo manejarse con todo ese ámbito que es ajeno, o por lo menos, ajeno para mi forma de vivir. Vivo en el mismo barrio en zona sur desde hace 25 años, con la misma gente. Mi vida sigue siendo la misma. Entonces ciertas cuestiones que uno antes hacía de ir caminando a comprar por ahí cambia cuando la gente interpreta de modo diferente alguna decisión jurídica que tomé. Estar en el supermercado y que te digan José no me gustó tu voto se hace difícil si intento explicar todo lo técnico. Pero bueno, es parte de lo que uno asume.
Votaste a favor de sobreseer a Cristina Kirchner en la causa por el Memorándum de Irán. ¿Cuáles fueron tus fundamentos?
Mis fundamentos fueron estrictamente técnicos, como corresponde. Mi especialidad es el derecho internacional y acá estaba muy relacionado. La decisión política de la firma del Memorándum o no es una cuestión que me es ajena, eso es político. Puede estar acertada o no. En este caso había cuestiones particulares que a mí me hacían entender que no había delito. Primero, porque es un tratado internacional en el que se necesita el acuerdo de los dos países. Uno no lo hizo. Entonces ya pasa a ser una cuestión política y no una cuestión jurídica, porque no está ratificado. Teníamos un Congreso, teníamos los votos, teníamos aspectos técnicos y, aparte, una declaración de inconstitucionalidad que se dio en ese marco, o sea, no había un tratado vigente. Es decir, había varios factores que hacían que no adquiriera la calidad de delito. Obviamente ahora lo está revisando el Tribunal de Casación, a ver si se entienden o no acertados los criterios expuestos. Pero bueno, cuando me hacen o me piden una explicación rápida, yo digo que a nadie se le hubiese ocurrido imputar por un encubrimiento de un golpe militar a un Presidente que dictó la Ley de Obediencia Debida o Punto Final. Son decisiones políticas con las que podemos estar de acuerdo o no, yo me encargo de resolver cuestiones técnicas.
También habías opinado que no estaba configurado el delito de traición a la patria porque no estábamos en guerra…
Ese fue uno de los planteos iniciales de que para que haya traición a la patria debería haber un conflicto bélico que no estaba dado en ese contexto. Y para el encubrimiento deberían configurarse otros extremos que no se daban, por lo menos del análisis de la totalidad de los elementos que se recopilaron y estudiaron. La causa tenía mucha documentación, muchas escuchas telefónicas, había bastante material. Del análisis en particular que me tocó hacer, no había una conexión entre la decisión que se tomó de firmar este pacto con un delito de encubrir el atentado de la AMIA. Además es un tema sensible que todavía genera angustia. O sea, era un proceso que constituía una herida que tenemos y todavía no se había resuelto.
Tuviste que expedirse en la causa en la que se lo acusaba al ex vicepresidente Amado Boudou de haber falseado la documentación de un automóvil de su propiedad.
En ese momento se hizo también un juicio oral y público y hubieron algunos elementos que entendí que ameritaban hacer una incidencia sobre una posible comisión de delito. Después el Tribunal de Casación, basándose en mi voto, revocó el fallo y la causa fue a juicio oral y público nuevamente. Otro tribunal entendió que había que condenarlo y Casación lo absolvió por ese delito. Así que, es un ejemplo de un derrotero jurídico importante, pero siempre me pude manejar con libertad. Nunca tuve la presión de decir “tengo que hacer esto porque si no me va a pasar aquello”.
En tu caso no, ¿pero conocés otros casos de colegas que sí hayan tenido que resolver presionados?
Ya no realmente. Y si lo han hecho, no me lo han dicho. Mis colegas y yo resolvemos conforme a nuestro criterio. Hay criterios que son más lógicos y otros que son menos lógicos. Hay cuestiones que están más afianzadas en el derecho y otras que son más innovadoras. El derecho no es una ciencia exacta, por lo tanto, yo puedo tener una disidencia con mis colegas y eso no hace que sea irrespetuosa su postura ni respetuosa la mía. Por eso también a veces hay que desdramatizar. El derecho es así y por suerte no es matemático. De otro modo seríamos una sociedad peligrosa, porque cualquiera podría juzgar a cualquiera desde la matemática de una ciencia exacta, pero no, NO somos una ciencia exacta. Somos personas. Muchas veces nos equivocamos y lo reconozco. Sí es así, busco enmendarlo. Creo en la Justicia. Creo que la Argentina tiene que tener un crecimiento. Debemos cambiar la imagen de la justicia. Por eso me parece súper interesante lo que están haciendo ustedes desde la revista, darnos un lugar para poder hablar con claridad y tranquilidad de los temas. Uno trabaja con casos resonantes y trata de mantener un perfil bajo en los medios de comunicación, trata de que uno se conozca a través de sus resoluciones, porque en definitiva nosotros trabajamos exclusivamente con lo técnico. Lo que es mediático a mí no me interesa pero esta es una revista muy técnica y creo que es un buen plafón para darnos a conocer un poco más.
Otro de los casos resonantes fue el de José López, fallaste a favor de su enriquecimiento ilícito.
El Tribunal por unanimidad resolvió y con conocimiento de la Corte le dimos el contenido de los bolsos (9 millones de dólares) a los hospitales Garrahan y Gutiérrez en prepandemia. O sea, este dinero -que no era reconocido por nadie- le llegó a la gente. Fue inmediato el efecto y es también una de las satisfacciones. Se terminó condenando a alguien que en principio entendíamos que había cometido el delito y por otro lado también el dinero terminó en los lugares más nobles. Hay procesos que me tocaron también como el juicio oral y público de Alberto Samid o parte de la “Mafia del Oro”, causas que tuvieron en su momento mucha repercusión, y yo siempre trato de lograr un fin social. Darle un destino que ayude un poco, al menos a escuelas, comedores o instituciones que lo necesitan.
¿Cómo ves a la Justicia Federal hoy?
Tengo un pensamiento bastante particular. Con todos los defectos que puede tener una Justicia que maneja cuestiones muy conflictivas, muy políticamente expuestas, dentro de todo funciona. Me tocó juzgar a Carlos Menem por la venta de La Rural. Entendí que había delito y lo pude condenar. Creo que con todos los defectos, con todas las cuestiones que podrían modificarse, es una Justicia que todavía funciona. Podría funcionar mejor, pero hay muy buenos jueces, hay muy buenos fiscales y muy buenos defensores. Hay mucha gente trabajando en la Justicia Federal y hay muchos que estamos convencidos que estamos ahí para hacer las cosas lo mejor que se pueda, para que nuestros hijos puedan estar orgullosos de sus padres y estar orgullosos de ser parte de un país que queremos que salga adelante, que funcione.
¿Cómo es el vínculo entre los jueces del Tribunal Oral con los jueces de primera instancia?
El vínculo es normal, es un vínculo cordial y amable y tengo muy buenos amigos en primera instancia. Pero bueno, a veces hay cuestiones técnicas respecto de las cuales podemos opinar de diferente manera. Pero ello no quiere decir que uno confronte con el otro colega, sino que por ahí para una etapa investigativa hay elementos y hay una presunción de responsabilidad pero en el juicio ya no está esa certeza de responsabilidad, y por eso a veces se absuelve en el juicio.
En estos años de experiencia, ¿te arrepentiste alguna vez de desempeñar esta profesión?
Nunca. Sigo estando súper orgulloso de lo que hago. Se podrán criticar muchas cosas, pero cuando uno está convencido de lo que hace, todo es más fácil. La pandemia no ayudó mucho en la administración de Justicia, pero siempre tratamos de dar respuestas. He ido a trabajar casi todos los días, turnándome con mi señora porque es fiscal en la provincia de Buenos Aires. Pero siempre atendiendo a la gente, porque no hay que perder contacto.
¿Cómo es un día laboral en tu vida?
Son días largos porque se quedaron tanto la presencialidad como la virtualidad. Nosotros como jueces de juicio tenemos que respetar la inmediatez, o sea, tenemos que escuchar al testigo en forma inmediata pero también está todo lo que hay que resolver virtualmente. Entonces el día es muy largo porque siguen existiendo escritos, resoluciones y correcciones. Los secretarios y los empleados de la vocalía también trabajan un montón, porque los horarios son distintos. O sea, uno a veces está en audiencia durante el transcurso del día y a la tarde corrige y firma resoluciones.
¿Te despertás por la mañana y vas directamente a Tribunales?
No, todos los días llevo a mis hijos al colegio. Eso no se cambia nunca. Llevarlos al colegio todos los días es algo muy lindo. Desde el primer día de jardín llevé a mi hijo y de ahí me voy a Tribunales, me voy a Comodoro Py y estoy hasta el horario que sea, o voy a la facultad a la tarde a dar clases y a veces vuelvo a Comodoro Py. Es un trabajo de equipo, tengo un buen equipo de trabajo, tengo buenos colegas, puedo muchas veces tener discrepancias en opiniones jurídicas, pero es un buen equipo de gente. Te puedo asegurar que cada resolución implica muchas horas de trabajo. Por ahí no se ve, no se aprecia, pero requiere muchísimo trabajo para tratar de que salga todo lo antes posible, o sea, para resolver en tiempo y forma.
Imagino que además pueden surgir complicaciones…
Complicaciones, miles. Puede aparecer algún rebelde, alguna extradición o que haya alguna cuestión médica de algún imputado, algún problema con una unidad penitenciaria, con algún testigo, con víctimas. Porque hay causas muy graves donde están involucradas la trata, el narcotráfico y organizaciones criminales. Entiendo que por ahí de la llamada “Justicia Federal” sólo se escuchan algunas causas políticas, pero hay otros casos que son muy complejos, con muchos ribetes y donde no hay que perder de vista aquellos testigos que nos ayudan a resolver el proceso. O sea, los jueces resolvemos con las pruebas, son las que nos llevan a determinar si un imputado es culpable o inocente.
Se nota que te gusta acercarte mucho a las personas. ¿Es una particularidad tuya o se da mucho en la justicia?
A mí me gusta mucho tener contacto con la gente. Eso me gusta. De hecho, a veces atiendo la mesa de entradas o paso por ahí. En lo personal me gusta, sin perder el rol de tercero imparcial que tengo en el proceso.
Se habla mucho sobre Lawfare. ¿Creés que este fenómeno se está dando en Argentina?
No puedo decir si existe o no existe. Porque solamente para decir que existe tendría que tener una evaluación genérica de todos los procesos respecto de diferentes imputados y decir bueno, sí, acá hay o acá no hay, y yo no la tengo porque solamente me aboco a los procesos que me competen. Hay cosas que no me gustan y es cuando algunos colegas opinan de procesos en los cuales no intervienen.
¿Cómo ves a las cárceles hoy?
Las cárceles nunca atravesarán un buen momento porque deberían cumplir otros parámetros para jerarquizar más la actividad que tienen, que es la resocialización. Sé que los gobiernos y todas las personas que están involucradas quieren una mejora del Sistema Penitenciario desde diferentes posturas y fundamentos, pero siempre hay presupuestos limitados. Entonces nos vemos en la disyuntiva de si se hace un hospital o si se hace una cárcel. No sé, no estoy muy en el ámbito político. Puede ser la discusión que siempre se escucha, pero también tenemos que entender que ayudar a este grupo de personas nos va a hacer que baje la inseguridad. No es un fenómeno que sólo se resuelve con cuestiones de prevención, o sea, con más policía.
Ahora hay un debate para ampliar los cargos en la Corte Suprema, ¿vos cómo lo ves?
La verdad es que eso es una cuestión que deben debatir los constitucionalistas. Siempre que el máximo tribunal funcione como máximo tribunal, la justicia va a gozar de salud. La Corte está funcionando, desconozco si puede funcionar mejor con más o con menos miembros, porque esos son análisis propios que me exceden en esta oportunidad.
¿Qué mensajes les dejás a tus alumnos?
Creo que si queremos cambiar, tenemos que hacerlo todos. Se lo digo no sólo a mis alumnos sino también a mis hijos. Trato de dar el ejemplo. Es sacrificio, son horas de estudio, venir a trabajar todos los días, ser responsable, estar encima de los problemas y tratar de resolverlos. No creo en el mensaje de que todo está perdido, soy un convencido de que no es así. Eso es lo que me da motivación para seguir trabajando. Podemos tener una buena justicia. No soy partidario de los grandes cambios en la justicia porque considero que hay muchas cosas buenas. Es cuestión de ver cuáles son las formas de mejorar.
¿Qué opinas de la reforma Penal Federal, que trata de sacar el poder a los jueces y dárselos a los fiscales?
Fui 12 años juez en un sistema acusatorio y tiene muchas particularidades que son muy interesantes y tiene otras que no, yo pensaría en qué es más sano para la sociedad. O sea, qué es lo que más serviría a la sociedad en su conjunto y ese sería el sistema que aplicaría. Lo que pueda resolver más causas conforme derecho, que resuelva más conflictos, que la gente esté más conforme y que el resultado se entienda como la aplicación de lo que a derecho deba ser aplicado.
Muchos jueces fueron removidos de sus cargos por enriquecimiento ilícito…
Tenemos un Consejo de la Magistratura que resolvió exonerar a las personas que entendían que habían cometido delitos y que no estaban en condiciones de llevar adelante la magistratura y eso es salud también. Porque pensemos que uno de los pocos órganos que se investiga a sí mismo es la Justicia. Creo que a medida que las personas que hayan tenido estos problemas sean removidas se va a dar más tranquilidad a la sociedad. Es difícil a veces transmitir cómo uno va resolviendo, explicar los fundamentos. Por eso también tenemos una prensa negativa en muchos aspectos. En diez minutos enumerar los elementos que llevaron a resolver de determinada manera luego de días y días una causa, resulta en diarios, páginas y abogados opinando, algunos a favor y otros en contra. Dan visiones diferentes, incluso de cuestiones que no están en los procesos. Por eso es muy importante empezar a transmitir un poco más las resoluciones, el contenido. No hay que mediatizar pero sí hablar en un contexto serio donde se puedan exponer bien los argumentos. Tengo colegas que son brillantes respecto de lo técnico y por ahí le escapan mucho a la comunicación del contenido de un fallo, es una falencia que debemos mejorar.
¿Tendremos algún Michilini más en la Justicia?
Tengo tres hijos. Martiniano, el mayor, en algún momento dijo que le gustaría ser abogado, pero me parece que va a optar por otros horizontes. Que sean lo que quieran ser siempre que sean felices. Nunca obligaría a alguien a hacer algo que no le gusta, porque lo he visto toda mi vida. Si uno es abogado y le gusta lo que hace, lo hace con pasión. Llevo muchos años de docente y es algo que trato de transmitir. No importa la edad que tengan las personas, tienen que creer en lo que hacen. Para mí, cuando uno elige una profesión, es para toda la vida. Yo disfruto yendo a trabajar todos los días. Más allá de los problemas que hay, lo disfruto.
Fotogragía: Avanti! Producciones