Sobre la indiferencia

Por Ivana Bloch*

Es increíble que sienta la necesidad de explicar las razones de mi participación en este video. Soy judía, orgullosamente judía y soy de esas personas judías que se encuentran en la situación de que para sus amigas/os judías/os no tengo casi la menor idea de judaísmo y para mis amigas/os no judías/os soy “esa amiga judía” a la que se le consulta todo sobre judaísmo. Y me presento así -aún atea- porque además del sentido de pertenencia, es que desde las nefastas leyes de Nürnberg en adelante siempre sentí algo que se parangona a lo que expresó Freud cuando dijo “mi lengua es el alemán. Mi cultura, mi realización es alemana. Yo me considero un intelectual alemán, hasta que percibí el crecimiento del preconcepto antisemita en Alemania y en Austria. Desde entonces prefiero considerarme judío”. Por eso es la primera vez en mi vida que pronuncio la frase que se oye en el video: am Israel Jai (el pueblo de Israel vive). No tengo conocidas/os en Israel, ni parientes (sólo un primo lejano de mi papá con el que hace un tiempito me encontré casualmente en FB). Aclaro esto porque varias/os daban por sentado que yo tenía afectos allí. Para nada, no es eso lo que me lleva a hacer esta publicación. Sentí la necesidad de hacerlo cuando @nietosdelholocausto me invitan a participar y, esto, por varias razones. En primer lugar y tal como dije allí: en memoria de mi abuelo Willy y, agrego, en las de mis bisabuelos y tío abuelo que murieron en Auschwitz. Un abuelo que era profundamente alemán -que usaba su traje bávaro como buen bávaro- y a quien comenzaron a discriminar por judío en su Amberg natal (hay un posteo que hice en el que puede observarse el cartel que le pintaron cuando él insistía en entrar a su club de siempre y en el que puede leerse: judío Bloch, hasta cuándo?; luego vino la noche de los cristales rotos y Dachau). Hace un tiempo leí que los alemanes judíos que se quedaron en Alemania ante las primeras ofensas, lo hacían pensando que eso era lo peor que podía pasar (siempre hubo una especie de antisemitismo naturalizado) y que quienes huyeron antes, fueron los que vieron que eso recién era el comienzo y que lo peor estaba por venir. 

Tal como mi abuelo, yo me siento profundamente argentina (ya es raro aclararlo), si bien ya desde chiquita algunos compañeros preguntaban quién quería yo que ganara al fútbol si jugaban Argentina contra Israel. Sin palabras. Ni sé cómo forma Israel. Raro que de parte materna soy la tercera generación de argentinos (mi abuela Paulina nació en Santiago del Estero, de padres lituanos) y esa pregunta no se la hagan a quien tiene, por ejemplo, un padre español. Y todo esto se relaciona, aunque a primera vista no parezca, con el segundo motivo: la indiferencia ante los actos de terrorismo que me ha dejado perpleja. Esa misma indiferencia que posibilitó el Holocausto: recomiendo calurosamente la lectura de Cuadernos de la Shoá nro. 9: “Indiferencia y Complicidad”, publicación del @museoshoa, que tiene más actualidad que nunca. Después nos preguntamos cómo pudo haber pasado o decimos frases sin hacerles honor a su contenido: sostenemos el “nunca más” y al mismo tiempo no hay un repudio que esté, ni por asomo, a la altura de lo que fueron las decapitaciones, torturas, violaciones y todas las atrocidades inimaginables desde el 7 de octubre en adelante. ¿Nadie se pregunta por qué sólo son las instituciones judías las que hace años tienen pilotes? ¿O no son sólo las chicas y chicos de colegios judíos en todo el mundo quienes tuvieron que dejar sus uniformes en sus casas para ir a clases o cambiar las medidas de seguridad cuando entran y salen? Creo que esto es lo que más me movilizó a escribir estas líneas: sentir lo que esas/os chicas/os en Buenos Aires viven, ver cómo la historia se repite; una historia de la que nunca pensé ser testigo. Por eso me preocupa este casi silencio (o el silencio encubierto del “si pero…”). ¿Será que esto no se verá hasta que como reza la famosa prédica del pastor Niemöller, vengan por mí? En chats grupales de colegas y conocidas mujeres vi atacar con más vehemencia un comentario desubicado que bordeaba lo misógino en el ámbito laboral, que el hecho de sacarle a una mujer a su hijo de sus entrañas y degollarlos a los dos (bah, eso ni lo vi repudiado). ¿Qué se esconde detrás de esto? Como mínimo, la deshumanización. 

Tampoco, comparto esos mensajes que proliferaron -con buenas intenciones- en los que se “defiende” a los judíos por todo lo que le aportaron a la humanidad. ¿Y si no, qué? Y desde qué lugar se analiza eso: los judíos “me” ayudaron. Casi como explicar que los judíos son seres humanos y que encima algunos hicieron mucho bien. Toda mi vida me pronuncié fuertemente contra la discriminación (hasta recibo cargadas por eso); se me viene a la cabeza un ejemplo reciente en el que en un chat en la que se referían a una colega a sus espaldas como una “negra” reaccioné muy críticamente ante el silencio de todos (¡Qué asco! y ni hablar los que tratan de “solucionarlo” refiriéndose a los “negros de alma”). No encontré, en absoluto, la misma actitud ahora por parte de muchos de mis conocidas/os en relación con el terrorismo exterminador (exceptúo desde ya a gente muy querida que siempre estuvo presente). Creo que no hay nada peor que sentir miedo, que sentir el miedo de que te están “seleccionando” por prejuicio y para hacerte daño. Eso es lo que comparten todos los delitos de “odio” (es uno de mis más importantes temas de estudio, pero hoy no quiero escribir como docente): basta con ver lo que sucedió y sucede con las mujeres, con las mal llamadas minorías raciales y ni hablar con la colectividad LGBTIIIQ+. Y basta con ver cómo proliferaron ahora por todo el mundo las imágenes con esvásticas, las amenazas, las marchas para exterminar al pueblo judío, etc. para entender que acá no se trata de antisionismo, sino que se encubre, claramente, un antisemitismo. ¿Si no cómo se explican las manifestaciones nazis a partir de esto? Ahora, quienes nada dijeron el 7/10 hablan de paz y no puedo estar más que de acuerdo con la paz, pero Hamas no quiere la paz, quiere la aniquilación del pueblo judío y de ahí las repercusiones mundiales en ese mismo sentido; y, aunque haya que repetirlo una y mil veces, la causa palestina no es la causa de Hamas. En fin, como ha dicho George Steiner “todo hombre es cómplice de aquello que lo deja indiferente”. Para honrar la memoria de mi familia asesinada por el nazismo, siento que es mi deber alertar -sobre todo- acerca de esta indiferencia.

* Jueza de Cámara a cargo del Tribunal Oral Criminal y Correccional N° 4