La llegada del filósofo René Girard a su vida fue providencial. Le dio respuesta a una búsqueda que había llevado consigo durante muchos años, le otorgó un significado renovador a su ejercicio profesional y a su rol en la sociedad. En una fascinante conversación con Quórum, el abogado Carlos Castrillo compartió su perspectiva espiritual sobre la realidad, resaltando la importancia de la solidaridad y la búsqueda de la paz como guías fundamentales en la toma de decisiones.
¿Qué es la justicia para vos?
Hoy por hoy te diría que para mí justicia es sinónimo de paz o pretensión de paz. Hans Kelsen, el renombrado jurista que ha sido el eje de todo el positivismo moderno y hasta del iusnaturalismo, decía que lo importante del derecho es resolver conflictos y el conflicto finalmente es la falta de paz. Con lo cual si yo resuelvo un conflicto, hago justicia y paz. Si vos te vas de acuerdo y yo me voy de acuerdo, no importa qué justicia es. La justicia puede ser salomónica, con lo cual creo que cada caso tiene su forma de hacer justicia. Eso no significa que todo sea relativo. Si logramos la paz, si logramos la alegría, lograremos justicia. Por eso la justicia a veces puede ser solidaria, a veces puede ser simplemente conmutativa y a veces puede ser tiránica. Cuando tenés una sociedad que no responde a nada, o sea todo es desorden, hace falta, como decían los antiguos griegos, un tirano para volver a poner las cosas en orden. Nosotros tenemos una mala mirada de la tiranía pero cuando el conflicto es muy grande, la única manera de volver a la paz es con violencia. En el fondo, el derecho es violencia, porque el derecho te mete preso, el juez te obliga, la ley te saca, y eso nadie lo hace cariñosamente. Justicia es un término que queda sin definir y yo diría que quien ejerce derecho, es un buen bombero que trata de aplicar cortafuegos para evitar el incendio. Estamos todo el tiempo jugando con fuego y por eso a veces los abogados nos ponemos de mal humor, nos enojamos y hasta parecemos delincuentes porque jugamos mucho con eso. Lo importante es poder controlarlo, saber que uno está jugando con eso y que uno no tiene que superar un umbral de violencia que genere más violencia de la que está tratando de aplacar. El derecho tendría que tender hacia la conciliación general, que es hacia dónde va el derecho moderno con la mediación, donde el mediador no tiene posibilidad de imponer nada y simplemente trata de acercar a las partes, encontrar cosas en común para que el caso no tenga que llegar al juez, quien va a ser el que finalmente baje la guillotina sobre la cabeza de alguien. El abogado moderno tendría que ser conciliador pero sabiendo también usar las armas.
¿Por qué decidiste dedicarte en el día a día al derecho de propiedad intelectual?
Por casualidad. Entré en un estudio, caí en el Departamento de Marcas y tuve que aprender sobre eso. Me parecía aburridísimo porque era un trabajo muy burocrático. Pero como yo quería llegar al por qué de todo, me dediqué a especializarme y profundizar pero finalmente me aburrí y me fui. El tema es que me persiguieron algunos clientes que querían que les siguiera prestando ese servicio y como obviamente la plata uno la necesita, continué vinculado a las marcas. Cuando más me quería escapar, más me metía en el tema. Hasta que un día lo acepté y después descubrí que gracias a la propiedad intelectual fue que el afán de la filosofía se me profundizó. Porque la propiedad intelectual en sí es muy difícil de explicar. Estamos generando derechos de la nada. Tenés un vaso, con un líquido adentro, y además hay una marca, hay un modelo industrial y eventualmente una patente y eso no está en el vaso, ni está en el líquido, pero está en nuestra mente. O sea que finalmente lo que estamos protegiendo no está en la cosa, sino en nosotros. Eso también lleva a poder entender el derecho de otra manera. Hay un nuevo activo que es mucho más importante que los activos conocidos como reales o personales. Mercado Libre hoy vale mucho más que YPF, y su gran activo es un software en internet, mientras que en YPF son pozos petroleros. El derecho busca proteger hoy eso, independientemente de si se apoya en una conducta (derecho personal) o si se apoya en una cosa (derecho real).
Recorriste un gran camino en lo que llamamos “responsabilidad social” ¿Qué es esto y qué significa para vos?
Hace diez años llegué a tener una mirada muy distinta de la realidad y me di cuenta de que había que buscar al que está caído en desgracia para tenderle una mano. Eso puede significar, como hicimos nosotros, visitar a los presos. Porque más allá de que están apartados hoy de la sociedad por causas justas, y en la comprensión de lo que dijimos recién de la justicia -que es el uso de la violencia- necesariamente tengo que excluir a alguien para lograr la paz. Pero ese alguien hay que traerlo de vuelta porque no puede quedar excluido eternamente, ya si no la sociedad también sufre. La sociedad sabe que tiene un hijo ahí encarcelado, que está sufriendo, que además tiene madre, padre, hijos, amigos que también están sufriendo. Y que si bien no sea a través de él, sino a través de ellos, la violencia seguramente va a volver. Creo que hay que hacer una especie de hospital de la sociedad y la solidaridad significa ser esa especie de médico social. Yo no estoy en contra de las cárceles porque son la respuesta que nuestra sociedad tiene hoy contra el delito. Creo que en un futuro la cárcel podría transformarse en un hospital solidario, para tratar la dolencia espiritual, en donde justamente uno tendría que atender con amor, para hacer sentir que los privados de libertad valen, que son queridos, importantes y que si bien se equivocaron, hay otra manera de vivir. Eso en cuanto a la cárcel, que es uno de los apostolados que nosotros hacemos, pero después hay otro camino que implica no buscar la competencia violenta, la que busca siempre estar por encima del otro y en cambio ser más solidario. Ese es el camino que nos tiene que llevar a una Argentina más solidaria, a una Argentina sin grietas, a una Argentina sin excluidos, a una Argentina sin pobres y que no necesariamente significa una Argentina sin ricos. Porque en el fondo alguien tiene que administrar el activo existente, por decirlo de alguna manera. Alguien tiene que ser rico sabiendo que su riqueza no es para él, sino que de alguna forma debe ser administrada para todos. Es cierto que el que administra tiene derecho a disfrutar de una manera distinta, pero lo importante es que los grandes capitales sirven para crear empresas, nuevos proyectos, un montón de cosas. No necesariamente hay que visitar una cárcel para ser solidario… Un empresario con esa mentalidad puede ser muy solidario, un político con esta mentalidad puede ser muy solidario.
¿Por qué creés que ningún político se ocupa de mejorar las cárceles, de que realmente exista la reinserción?
No es culpa del político que no es ni más ni menos que un espejo de la sociedad. Si toda la sociedad hoy odia al delincuente y lo quiere ver muerto de ser posible y que sufra, ¿qué político va a construir cárceles para que estén bien? ¿Quién va a hacer cárceles sanas y limpias, como dice la Constitución, para que estén mejor que el pobre, que vive honestamente en una casucha de lata? Nos tenemos que preguntar como argentinos si no tendremos que ocuparnos nosotros de esto. Me costó al principio ir a la cárcel pero cuando empezás a hacerlo te das cuenta que todos los privados de libertad son seres humanos y hay que ayudarlos a crecer, a educarse, a reinsertarse. Es un desafío y el político necesita que la sociedad lo apoye.
¿Debería haber en los colegios una materia que sea responsabilidad social o que se inculque de chicos para que esto sea algo más habitual?
Lo que ha pasado con nuestro mundo es que la religión -que en algún momento era algo muy importante en la vida de todos y que siempre tendió a evitar el conflicto y en particular la venganza y a fomentar el amor al prójimo- ha dejado de ser tan importante. La sociedad se ha laicizado enormemente y de alguna forma está yendo contra cualquier obstáculo que impida todo deseo a la vez que sostiene que todos los deseos son lícitos. O sea, estamos buscando el placer por el placer mismo y no nos damos cuenta que desde épocas arcaicas hubo tabúes, ritos y prohibiciones que tenían que ver con evitar la violencia, violencia que en general nace de ciertos deseos que nos llevan a competir y rivalizar. En cambio tenemos que abrazarnos y querernos y esa debería ser la base de la educación. Todos vivimos en familia, todos sabemos lo difícil que es convivir, lo que es la pelea diaria y que si uno no la sabe manejar conlleva rápidamente a grandes conflictos. Como seres humanos tenemos por un lado que estar distanciados para no pelearnos y por otro queremos estar cerca porque nos queremos. En el medio tenemos el conflicto y hay que encontrar cuál es ese camino para lograr separarse y atraerse evitando el conflicto.
¿Cómo llega René Girard a tu vida?
Muy providencialmente. Desde los 20 años busco el porqué del ser y por eso empecé a estudiar ingeniería. Me acuerdo que en la primera clase de física me hablaron tanto sobre el error y que había que contemplar el error que me desilusioné. Me dije… “al final la física no tiene nada que ver con la realidad”. No pude seguir estudiando ingeniería. No sabía qué estudiar y pensé que con filosofía me iba a morir de hambre. Mis padres eran abogados, así que me puse a estudiar derecho. Desde el primer día me propuse lograr una matemática en el derecho, de tal forma que uno pueda llegar a razonar legalmente como que dos y dos son cuatro. Toda la vida me pasé pensando en esas cosas a lo que se agregó que hace diez años tuve una conversión fuerte. Pasé a ver la vida desde otro lugar y me empezaron a pasar cosas muy interesantes. Se me acercaron personas con propuestas de estudio que no esperaba. Empecé a estudiar teología, filosofía, me anoté en la USAL, hice un año de la carrera de Filosofía. Finalmente me anoté en un curso con un filósofo que es Guido Mizrahi -da cursos de filosofía online- y justo hablaba de los modernos y yo quería entender a Hegel, a Nietzsche, a Sartre. Lo sorprendente fue que en vez de hablar de Hegel empezó a hablar de Girard. Comencé a intercambiar mails con él, a plantearle cosas y a leer todo lo que había escrito este filósofo francés. Me pareció fascinante porque era algo con lo que no tenía que ir a la filosofía para encontrar respuestas, bastaba ir a la antropología. Era una especie de Darwin pero más moderno. De hecho murió en 2015 y lo que explica cierra por todos lados.
¿Y descubrirlo te hizo modificar cosas?
Totalmente. Ahora entiendo qué somos los humanos en esencia, por qué nos diferenciamos de los animales, qué es el derecho, qué es la psicología, qué es el marketing, qué es la economía. Todo tiene una respuesta antropológica en la teoría del deseo, deseo que es siempre el deseo del otro según Girard, o como él dice: deseo mimético. Es impresionante y eso que rescaté hace dos años lo empecé a profundizar mucho. Hace 40 años que hago terapia que trabajé con mucha gente pero nunca pude entender cómo funcionaba la psiquis pero con Girard la llegué a entender. Por ejemplo, ¿qué es esto de que el mercado manda? Hay gente que ha seguido la teoría de Girad para explicar por qué la moneda es moneda, en qué consiste, por qué los precios suben y bajan. Nada tiene una respuesta única y objetiva porque justamente Girad habla de que somos el deseo del otro y al ser el deseo del otro por un lado el deseo es indeterminado y por el otro siempre estamos buscando al otro como mediador que nos indique qué desear. Esto empieza con los padres, con los amigos. El lenguaje, de alguna forma, es adquirido del otro. Somos miméticos y por eso la publicidad nos entra tan profundo. Nuestra psiquis, como dicen los psicólogos, es cambiante pero sin embargo está estructurada en algo que es importante, y que es nuestra cuna y los grandes hitos que han conformado nuestra vida, como ser accidentes, dolores, alegrías. Eso nos estructura pero también hay un contenido que va rotando todo el tiempo.
¿Y cómo se aplica al derecho?
La sociedad en sí misma es como una psiquis y el derecho lo que quiere es trabajar sobre esa psiquis desde el punto de vista jurídico, o sea desde el deber ser. ¿Cuál sería el derecho ideal o el deseo ideal para una sociedad? La respuesta estaría en el cuerpo normativo… Ese sería el gran trabajo del legislador es decir lograr la psiquis ideal para conseguir esa paz y que el hombre pueda realizarse. Por eso la norma es un deber ser que busca imponerse coactivamente pero solo lo consigue en la medida que está dentro de una zona de confort para la sociedad. Pero también la sociedad tiene su propia realidad, que es como se retroalimenta conforme las otras fuerzas que también actúan en esa psiquis social y que no son el derecho. Girard tiene de interesante el hecho de que su teoría permite comprender y a partir de allí sacar un montón de conclusiones. El gran problema que tenemos los argentinos es que nos están fallando los modelos de deseo. O sea, nuestro deseo hoy no se apoya en un deseo modélico que nos sirva a todos. Nuestros modelos fallan, nuestros vicios (deseos) hoy son muy diversos y muy dispersos, lo que genera mucho conflicto y por eso no avanzamos. Es necesario que nos pongamos de acuerdo en qué desear porque si ello no ocurre, se dispersan las fuerzas y la resultante, como en física, es nula.
¿Cómo evaluás el momento que está pasando nuestro país?
El derecho es paz y la violencia puede ser hacia el exterior o hacia el interior. La violencia hacia adentro es la depresión. Nosotros en Argentina hoy estamos sufriendo violencia interna, más allá de la que se manifiesta hacia afuera. Nos estamos deprimiendo, no estamos produciendo como país y eso es violencia que estamos internalizando, porque no tenemos una manera ordenada para que se encarrile en algo productivo que nos proyecte. Cuando la violencia se descarrila es desorden y cuando se encarrila es una fuerza que es producción pura. Eso es lo que de alguna forma nuestros políticos deberían poder hacer, porque son los que mejor saben manejar la violencia. Guido Mizrahi sostuvo en una clase que un político es alguien que sabe administrar la violencia. Lo que pasa es que a veces la violencia se canaliza de manera muy arcaica. La culpa es de Macri, de Cristina, de Alberto. Esa es la manera fácil de canalizar la violencia, encontrando un chivo expiatorio. La manera compleja es cuando uno admite que la culpa es un poquito de todos y de nadie, como único, en particular. Te voy a contar una anécdota muy linda. Un pajarito que estaba en medio de un incendio sacaba agua de un charco y la tiraba a las llamas y así sucesivamente. Viene el león y le dice que así no iba a apagar el incendio. A ello el pajarito responde: no, pero yo hago mi parte. Si todos obráramos con un objetivo común y claro, las cosas serían diferentes.
¿Te gustaría en algún momento ocupar algún cargo público?
Es algo que vengo pensando desde el año 2003, cuando hice una maestría en el IAE. He intentado acercarme a varios políticos con algunas ideas. El tema es que hoy el político se maneja con focus group. Entonces trata de ver qué quiere la gente y eso es lo que propone. El político dejó de ser el deseo modelo de la gente para pasar a ser la gente el deseo modelo del político. La sociedad está motivada por la publicidad y la publicidad está motivada por las empresas y las empresas están motivadas por el lucro. Conclusión, nuestro mundo va tras del deseo de lucro. Hay que revertir eso y la única manera de revertirlo es entender cómo funcionamos. A mí me encantaría formar parte de un equipo que debiera ser numeroso, porque uno no tiene la verdad, sólo tiene ideas. Creo que hoy el ser humano tendría que poderse dar cuenta en dónde estamos parados, quiénes somos, qué hacer para justamente salir de esta trampa en la que caemos siempre. Dicen que el ser humano es el único animal que se tropieza dos veces con la misma piedra. Bueno, nos venimos tropezando con la misma piedra desde el día en que nacimos como humanidad. Entonces, me gustaría incursionar en política pero en un contexto en donde las personas empiecen liderando desde la educación, en la cárcel, en su lugar de trabajo y a poner en duda lo que estamos haciendo. Ese debería ser realmente el objetivo de nuestras vidas.
¿Qué consejo le darías a la sociedad?
Hoy se habla de una sociedad que no tiene valores, que no sabemos a dónde va. Creo que estamos anestesiados y no nos damos cuenta. A mí lo que me cambió la vida fue llegar un día sentir que me había alejado mucho de mi fe y volver -en un retiro espiritual- a hacer una introspección muy fuerte. Lloré muchas heridas y empecé a replantearme cosas mucho más profundamente. Cada uno deberá descubrir esa introspección que tiene que hacer. No están las cosas allá afuera, las cosas están acá adentro y el problema es que como sociedad no nos damos cuenta. Casualmente escuchaba a un filósofo que hablaba sobre la publicidad y decía que siempre te venden un deseo pero que nunca termina de completarse. ¿Y por qué entonces no fracasa se preguntaba? Porque justamente el hombre es deseo y el deseo como tal jamás se completa si pretende seguir siendo deseo. Nuestros deseos, lamentablemente, son como un vaso que está mayormente vacío y nunca se termina de llenar. Además a veces se achica. Pero como es todo lo que tenemos, todo lo que deseamos, entonces hay que ir a una introspección más profunda para entenderlo. Es dejar de ir para afuera. Por lo menos en estos diez últimos años eso ha sido mi desafío. Más he ido para adentro, más he descubierto cómo se completa el ser humano sin por ello jamás dejar de desear…
Foto y video: Avanti!