Por el profesor Carlos Parma*
Poniendo en juego su prestigio, Einstein arriegó esta polémica frase para enfrentar lo aleatorio, los probabilístico a extremo o lo intrínsecamente indeterminado.
Mi criterio es que el delincuente que azota estos tiempos las calles de muchos lugares de Honduras, Ecuador o Argentina juega a los dados con su víctima. La impiadosa y conocida frase “salir de caño” es su manda. Se cumple o se cumple. No hay ley, no hay regla, la moral, lo humano, espiritual, es banal, insustancial. La regla es quien tiene el arma.
Esto supera cualquier entelequia filosófica: el delincuente portador del arma es dueño de la vida del otro y eso es demasiado.
Los argumentos pueriles que se utilizan suelen ser absurdos y giran en torno a lo material: el dinero. Necesidad de droga, mostrar poder, tener placer, esto es un “trabajo”, etc.
Otras opiniones aluden a una vida llena de vulnerabilidades y flagelos, donde argulle que éste es un destino “forzado”, “no elegido”. Cruel por donde se lo mire, pues la víctima criada a veces en el mismo contexto y con similares universos sociales y culturales opta por tener una familia, salir a trabajar… ser una fuerza positiva para este mundo.
Hasta muchos académicos formados en arcanos laberintos eruditos le dan la razón al delincuente aludiendo la “corresponsabilidad” del Estado. En una alquimia intelectual, se meten en el corazón de la categoría más importante de la teoría del delito: la culpabilidad. El asesino que planeó, que pensó, que de eso vive, parece no tener la “culpa” según esta visión. No hay argentino con años que no recuerde un notable humorista filósofo que en sus monólogos rezaba: “La culpa siempre es del otro”.
Como el delincuente juega a los dados, con la vida de los demás, sabe con claridad meridiana lo que hay que darle. Una vez que el arma aparece en el escenario del crimen -dirá- “esa moto es mía, no es tuya”, “el dinero, el smart, todo es mio, no es tuyo” . Uno termina reducido al anatema de su propia suerte. No hay piedad.
Es una cuestión real, de carne y hueso, no es un tema creado, mediático. Los jóvenes mueren, los niños mueren. Un imperativo moral universal que nadie acepta.
Quienes neurocientíficamente pueden controlar la química del sistema límbico pueden llegar con un raro equilibrio a mantener la calma. En palabras simples la suerte parece existir y uno termina “resignado” a no haber sufrido un mal mayor, diciendo lo contradictorio: “Tuve suerte”.
Sabemos que la Justicia, esa en serio, nada puede hacer: nunca resucitó ningún muerto. La Justicia formal, aquella que habita en oficinas y mundos virtuales, debería “tomar mucho más en serio” este flagelo, es cierto que busca “solucionar el conflicto social que se muestra en en el mundo exterior”. Hace todos los esfuerzos posibles. Es probable que más temprano que tarde le confíe a la Inteligencia Artificial más de un tema. El planteo no se presenta ni errado ni imposible.
No se sabe si después de leer estas reflexiones una mano negra abrevie nuestra existencia. Lo que si se puede afirmar que el delincuente asesino juega a los dados con nuestras vidas.
*Doctor en derecho múltiple. DHC Múltiple.