El cuerpo fue encontrado en mayo en una propiedad del barrio porteño de Coghlan. Era Diego Fernández Lima, un joven de 16 años que desapareció hace 41 años. La familia lo buscó durante décadas.
Un misterio que llevaba más de cuatro décadas sin resolverse comenzó a develarse tras un hallazgo fortuito. Es que los restos óseos encontrados el pasado 20 de mayo en el jardín de una casa del barrio porteño de Coghlan, donde años después viviría el músico Gustavo Cerati, fueron identificados como pertenecientes a Diego Fernández Lima, un adolescente de 16 años que desapareció en 1984.
El joven había salido de su casa el 26 de julio de ese año tras almorzar con su madre. Dijo que iba a ver a un amigo pero nunca volvió. Fue visto por última vez esa misma tarde, en la esquina de Naón y Monroe, en el barrio de Belgrano. La denuncia policial fue rechazada en su momento: “Se fue con una mina, ya va a volver”, les dijeron a sus padres en la comisaría 39, según relataron años después.
Diego estudiaba en la ENET Nº 36 y jugaba al fútbol en Excursionistas. El día de su desaparición llevaba el uniforme escolar. Esa prenda fue uno de los objetos que permitió identificarlo. Entre los elementos hallados junto al cuerpo se encontraron una suela de zapato número 41, un corbatín azul desgastado, un llavero con una llave, un reloj Casio con calculadora de 1982, y una moneda japonesa de cinco yenes, que algunos jóvenes usaban como colgante en esa época.

Los restos fueron descubiertos cuando se desplomó una medianera en medio de una obra en la avenida Congreso 3748, terreno en el que se alzó una nueva propiedad tras la demolición de una antigua casona. Esa casa había sido alquilada por Cerati entre 2002 y 2003, sin que tuviera relación alguna con el hecho. Sin embargo, su vínculo con la vivienda ayudó a visibilizar el caso.
El cuerpo de Diego estaba en una fosa de solo 60 centímetros de profundidad. El análisis forense reveló que recibió una puñalada mortal en la cuarta costilla derecha. Además, presentaba marcas de un intento fallido de descuartizamiento. El Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) confirmó la identidad mediante análisis de ADN, tomando una muestra de la madre del joven.
La investigación está a cargo del fiscal Martín López Perrando, quien prevé citar a declarar a las personas que vivían en la propiedad vecina -Congreso 3742- en 1984. Según los registros, allí residía una mujer de edad avanzada y sus dos hijos, de apellido Graf.
Una búsqueda interminable
Durante todos estos años, la familia de Diego conservó su habitación intacta. La noticia sobre el hallazgo fue comunicada a su madre por sus hermanos, luego de la confirmación oficial. Su padre, Juan Benigno, falleció en un accidente de tránsito, pero durante toda su vida sostuvo que su hijo había sido secuestrado por una secta.

En 1986, la familia logró publicar una nota en la revista ¡Esto!, del diario Crónica, donde el padre de Diego hablaba de desidia policial: “Desde el primer momento lo caratularon como fuga de hogar. ¿Qué quiere que investiguen si ya dan por sentado que él se fue?”, planteó.
La identificación se produjo gracias al impulso de un sobrino del joven desaparecido, quien al leer la noticia del hallazgo recordó la historia familiar. Los detalles de la ropa, la edad estimada y los objetos hallados despertaron su sospecha. No se equivocó.