La fiscalía que investiga el caso recibió en las últimas horas información que indica que Diego Fernández Lima era compañero de colegio del hijo del dueño de la casa donde encontraron su cuerpo. El sospechoso tiene hoy 56 años.
Luego de confirmarse la identidad del cuerpo hallado en el jardín de la casa del barrio porteño de Coghlan donde vivió el músico Gustavo Cerati, el fiscal Martín López Perrando recibió nuevos datos relevantes para la causa.
Entre ellos, el testimonio de una persona que informó que el hijo de los propietarios del chalet de avenida Congreso 3742, donde fueron encontrados los restos de Diego Fernández Lima, era compañero de curso de la víctima en la Escuela Nacional de Educación Técnica N° 36, en el barrio de Saavedra.
El dato fue confirmado por la Fiscalía Nacional en lo Criminal y Correccional N° 12, que señaló que el hombre, hoy de 56 años, no pertenecía al círculo cercano de amistades del joven ni del club Excursionistas, donde jugaba al fútbol, y por eso había pasado desapercibido para la familia durante todos estos años.
Los restos de Fernández Lima fueron descubiertos el pasado 20 de mayo por obreros que trabajaban en una propiedad lindera, ubicada en avenida Congreso 3748, cuando se produjo un desplazamiento de tierra. Esa casa había sido alquilada por Cerati entre 2002 y 2003, sin que tuviera relación alguna con el hecho. Sin embargo, su vínculo con la vivienda ayudó a visibilizar el caso.

Junto al cuerpo se hallaron una moneda japonesa, un reloj Casio de 1982, una ficha de casino, una suela de zapato talle 41, una corbata escolar, una hebilla de cinturón y un llavero flotante. Todos estos elementos permitieron situar el caso en la década de 1980 y vincularlo a una víctima joven.
Fernández Lima había sido reportado como desaparecido el 24 de julio de 1984. Aquel día, según reconstruyó la fiscalía con base en testimonios familiares, el joven almorzó en su casa y luego le dijo a su madre que se encontraría con un amigo. Un conocido lo vio por última vez en la esquina de Rómulo Naón y Monroe, en Villa Urquiza. Esa noche, al no regresar, sus padres denunciaron su desaparición en la entonces Comisaría 39 de la Policía Federal, donde fue registrada como una presunta “fuga de hogar”.
Desde entonces, la familia emprendió una búsqueda que incluyó pegatinas en el barrio y apariciones en medios de comunicación. Su padre llegó a dar una entrevista en 1986, pero falleció sin conocer el destino de su hijo. Su madre, hoy de 87 años, y sus hermanos continuaban con la búsqueda hasta la reciente identificación.

La identidad fue confirmada tras una muestra genética tomada a la madre, a partir del testimonio de un sobrino del joven, quien se contactó con la fiscalía tras ver la cobertura del hallazgo en medios de comunicación.
Desde el inicio, la fiscalía convocó al Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), que determinó que la víctima fue asesinada de una puñalada en el tórax, con una marca en la cuarta costilla derecha. También se constató que, tras el crimen, se intentó desmembrarlo con una herramienta similar a un serrucho, sin éxito. El cuerpo fue enterrado en una fosa improvisada de 60 centímetros de profundidad.
Pese a que por el paso del tiempo la acción penal se encuentra prescripta, la fiscalía continúa con la investigación para reconstruir los hechos y brindar respuestas a la familia.
