En un nuevo episodio de su podcast, el juez de la Corte Suprema analizó los cambios culturales y sociales del siglo XXI. Planteó los riesgos de la pérdida de identidad, la soledad y el exceso de información, y propuso “el poder del silencio” como herramienta para recuperar el sentido.
El juez de la Corte Suprema de la Nación, Ricardo Lorenzetti, dedicó el sexto episodio de su podcast a reflexionar sobre los dilemas contemporáneos y a lo que definió como “la lucha por la identidad en un siglo antisocial”. A lo largo de su exposición, advirtió sobre los efectos del aislamiento, la tecnología, la saturación informativa y la fragmentación de vínculos sociales, y llamó a recuperar valores colectivos y personales.
“Vivimos con temor. Estos fenómenos parecen aislados, pero son parte de un fin de ciclo que ya está entre nosotros”, señaló al inicio, en un mensaje que vinculó a los desafíos de la inteligencia artificial, las crisis climáticas y las tensiones políticas.
Lorenzetti describió un cambio profundo en las formas de vincularse: “En el siglo XXI se dice que es un siglo antisocial. ¿Por qué? En primer lugar ha disminuido sustancialmente el contacto cara a cara entre las personas”.
Según analizó, esa transformación se manifiesta en el trabajo a distancia, la educación virtual y el predominio de la comunicación digital, lo que limita los vínculos empáticos y físicos. “Se ha generado un sistema que nos conduce, nos da incentivos para movernos de esa manera, cada vez con menos contactos personales cara a cara. Por ejemplo, hoy hay mucho trabajo a distancia. O sea, en el trabajo cotidiano nos movemos muchos a través de la distancia. No solo del lugar de trabajo, sino también en el mismo lugar de trabajo, para hablar con un compañero le enviamos un mail o un mensaje de WhatsApp. Es decir, tenemos un contacto tecnológico, pero no es personal”, plantea.
Esa falta de interacción, advirtió, tiene consecuencias directas en la vida comunitaria: “Si nosotros vivimos solos, o con muy pocas personas, también hay una suerte de demolición de lo que es social, de la idea comunitaria. Y esto hace muy difícil el funcionamiento de una sociedad”.
El ministro de la Corte destacó que en este contexto proliferan relaciones débiles y transitorias, en contraste con las amistades prolongadas y profundas del siglo pasado. “Nos sentimos en riesgo cuando contamos algo, evitamos sentirnos defraudados, y preferimos el contacto con profesionales. Es más seguro contarle al psicólogo… o últimamente al chat”, ejemplificó.
Otro de los puntos centrales fue la sobrecarga de información y sus efectos psicológicos: “Este exceso de información tensiona la mente y nos sentimos mal. Es como que empezamos a fabricar películas de terror todo el tiempo y prolifera el miedo”. Y alertó especialmente sobre la infancia y la adolescencia: “Los niños están perdiendo su propia identidad… están aisladamente conectados con muchos vínculos en las redes, pero con grandes dificultades para interactuar con alguien”.
Lorenzetti también habló de la transformación de las grandes identidades políticas y religiosas hacia lo que definió como “microidentidades”: tribus digitales, seguidores de figuras artísticas, deportivas o de consumo, más poderosas que los relatos ideológicos tradicionales. “El gran problema de los liderazgos y de la gobernabilidad es cómo se conduce una sociedad así, cuáles son los criterios y además, las personas, ¿podemos vivir de esa manera?”, se preguntó.
Como salida, propuso recuperar espacios de introspección y silencio frente a la alta exposición digital: “La conclusión de todo este sistema es que vivimos en soledad, autoexplotados y con una suerte de saturación interior. Por eso, el poder del silencio es fundamental”.
Para cerrar, el magistrado hizo un llamado a la acción colectiva y personal: “Debemos luchar por la democracia y el Estado de Derecho. Debemos lograr que los líderes dejen de ser mediocres participantes de peleas egoístas para ser verdaderos narradores morales de la nación”. Y terminó con clara una definición: “Recuperar la identidad, desconocerse a sí mismo, recuperar valores y sobre todo ideales, ideales para vivir”.