El presidente de la Corte Suprema Horacio Rosatti encabezó la apertura del XXV Encuentro de Jueces de Tribunales Orales en Córdoba con una reflexión sobre el rol judicial, la justificación de la pena y los desafíos del sistema acusatorio.
El presidente de la Corte Suprema de Justicia, Horacio Rosatti, fue el encargado de cerrar la apertura del XXV Encuentro de Jueces de Tribunales Orales, que se desarrolla hasta el viernes en Córdoba. Lo hizo después de las intervenciones del vicepresidente del tribunal, Carlos Rosenkrantz; del titular de la Asociación de Magistrados, Andrés Basso; y del gobernador Martín Llaryora.
En un tono reflexivo, Rosatti destacó el valor de “sentirse parte de una comunidad sin jerarquías ni protocolos, compartiendo prácticas, miedos y sensaciones”. Retomó las palabras de Llaryora sobre el “sentido común” y las de Rosenkrantz sobre la diferencia entre poder y autoridad: “El poder puede generar temor; la autoridad, en cambio, genera respeto. Y es en el respeto y en el intercambio de ideas donde debemos apoyarnos, no en el temor”.
Sentencias, sentido común y opinión pública
Rosatti cuestionó la noción de “sentencias heroicas”: “Para nosotros aplicar el derecho es la rutina. Desde afuera parecen heroicas porque lo anormal se vuelve normal cuando se quiebra el sentido común”. En esa línea advirtió sobre el riesgo de los juicios mediáticos: “Muchas veces tenemos la condena antes de la comprobación del crimen. Hay que tener mucho cuidado. Defendemos la libertad de expresión, pero la prudencia nos obliga a no dejar que la opinión pública se convierta en sentencia”.


Filosofía, castigo y justificación de la pena
En su exposición, el juez recordó los orígenes del debido proceso en la Grecia clásica y repasó mitos como el de Edipo para ilustrar cómo antes el castigo podía anteceder al crimen. “Hoy sabemos que debe haber acusación antes de la sanción, pero aún necesitamos reflexionar si esto siempre se cumple”, señaló.
Sobre la justificación de la pena, diferenció entre los criterios retribucionistas -basados en la compensación hacia la víctima- y los prevencionistas -orientados a disuadir futuros delitos-. Advirtió, sin embargo, que ambos modelos presentan limitaciones: “No siempre existe posibilidad de compensación, y tampoco es sencillo prever el efecto preventivo de una pena en una sociedad heterogénea”.
Además, puso en debate la naturalización de la mentira en los procesos penales: “El derecho a no declarar contra uno mismo no equivale a un derecho constitucional a mentir. Eso deberíamos repensarlo”.
Tiempo, prescripción y seguridad jurídica
Rosatti dedicó otro tramo a reflexionar sobre el tiempo como categoría jurídica, especialmente en relación con la prescripción penal. Recordó la incorporación de la imprescriptibilidad de ciertos delitos en la reforma de 1994 y expresó su “mortificación” por un fallo reciente que declaró prescripto un abuso sexual cometido por un sacerdote: “Cumplimos con el deber, pero la dimensión subjetiva del tiempo no siempre coincide con la objetiva. Una madre que perdió a un hijo nunca olvida”.
Reforma del Código Penal y sistema acusatorio
El titular de la Corte advirtió sobre la fragmentación del Código Penal argentino, que acumula cientos de reformas: “Hemos endurecido penas quizá con la convicción de que no se aplicarían. Pero lo importante no es la dureza, sino que las causas lleguen a sentencia”.
En ese sentido, vinculó la necesidad de avanzar con el sistema acusatorio: “El nuevo modelo debería permitirnos llegar a más finales de proceso, con juicios o negociaciones, pero llegar al final. Una sociedad organizada se define también por qué bienes jurídicos tutela y cómo los jerarquiza”.
Rosatti cerró su intervención con un llamado a valorar el intercambio sin jerarquías formales: “Estas jornadas no deben estar atravesadas por el poder, sino por la autoridad que surge del respeto. Estoy seguro de que serán muy valiosas”.

