Goliath es una serie de abogados. Y atrapa desde el mismo momento en que el espectador se entera de cómo se compone el elenco.
Billy Bob Thorthon es el protagonista y su personaje se llama Billy Mc Bride. Lo secunda en el cartel nada menos que el célebre William Hurt, fallecido en marzo pasado. Los nombres de actores convocantes se suman capítulo a capítulo de las cuatro temporadas.
Billy es un abogado que era socio de un gran bufete de Los Ángeles, California. Luego de perder un caso se retiró, se deprimió y se dedicó a emborracharse en el cuarto de un hotel de mala muerte donde vive. Ese cuarto-en el que no puede conciliar el sueño- es también el despacho de su muy venido a menos estudio. Divorciado de su esposa-también abogada- lidia con la crianza de su hija adolescente. Lo acompañan una asistente legal –que previamente era una trabajadora sexual- y una perra. Ese es el mundo sórdido en el que se inserta el protagonista de la serie.
Come y bebe-mucho- en el bar de al lado del su hotel y tiene una vida oscura. Sus clientes suelen ser perdedores que viven en el mismo barrio y a los que atiende casi más por solidaridad que por dinero.
Hasta que le llega un caso que toma a regañadientes y básicamente porque del otro lado está su archienemigo y ex socio Donald Cooperman protagonizado por Hurt. El bufete se llamaba Cooperman McBride y lo habían fundado los rivales en la serie junto a la esposa de Billy, de quien el abogado se divorciará.
Su antiguo socio es un abogado despiadado que tiene el rostro desfigurado por quemaduras cuyo origen habrá que descubrir durante la serie. Cooperman es el titiritero de todos los integrantes de su estudio: los maneja desde un despacho siempre en sombras del último piso del edificio. El personaje de Cooperman se hace odiar desde el principio. Y por esa misma razón Billy es querido.
El enfrentamiento entre el abogado desvalido y arrumbado contra uno de los estudios más grandes de California, que defiende a una enorme corporación sin ningún prurito a la hora de cumplir sus deseos, es el motor de la serie.
El David frente a Goliath de la primera temporada se repetirá en las tres siguientes. Billy enfrentará a poderosos – el dueño del agua en un valle de agricultores o una corporación farmacéutica – y tendrá que batallar en inferioridad de condiciones. Pero siempre tendrá múltiples recursos a la mano, casi como si fuera abogado argentino.
Ante el desafío del caso Billy se pone un poco más sobrio que de costumbre y se transforma en un abogado pícaro que se enfrenta a inescrupulosos que no dudan en matar a quienes se les pongan en su camino.
Los buenos de la serie están en un segundo plano. Billy pelea por causas justas. Pero lo hace de un modo feroz y no siempre con limpieza. Como del otro lado hay malos más poderosos, se lo termina por justificar. Es un malo –no tan malo- con el que espectador empatiza. Es como si fuera el abogado propio.
Por momentos la serie se hace inverosímil porque los balazos o los autos que atropellan gente, siempre le pasan cerca al abogado que es el objetivo de los asesinos que fallan una y otra vez.
El desarrollo de los casos hace a Goliath interesante para el público que gusta de analizar litigios. Por momentos la historia personal de Billy, que lo lleva a sueños un tanto regados por sustancias prohibidas por las autoridades sanitarias de aquí y de los Estados Unidos, se hace demasiado pesada. Hay en los sueños algunos guiños que pueden llevar a recordar algo de la histórica serie Twin Peaks- Incluso en una de las temporadas de Goliath actúa Sherilyn Fenn quien protagonizara a Audrey Horne en aquella obra maestra de David Lynch de principios de los 90.
Los casos de Billy son contra corporaciones poderosas. Pero también, para no extrañar las costumbres bien argentinas, hay una trama de amor y corrupción política que se extiende por varias temporadas. La alcaldesa de Los Ángeles será la protagonista de ese hilo que une las cuestiones del corazón de Billy con negociados oscuros.
Goliath es un “legal drama” que entretiene. Son cuatro temporadas que se ofrecen en Amazon. Hay que darle una oportunidad y ver cómo termina la historia.