El PRO electoralmente tuvo una interna feroz en 2023 que contribuyó a dejarlo afuera del ballotage que definió los candidatos a Presidente entre los que los argentinos eligieron a Javier Milei. Lejos de aprender de los errores, el partido creado por Mauricio Macri sigue dividido y atraviesa una crisis que podría ser terminal.
Hace sólo diez años atrás el PRO significaba para un gran porcentaje de votantes la esperanza de un cambio en nuestro país. Mauricio Macri creó un partido, participó de las elecciones y las ganó. Hizo al pie de la letra lo que le había aconsejado Cristina Fernández de Kirchner subestimando su capacidad de liderazgo y de construcción política.
Macri se alió a la Coalición Cívica y a la Unión Cívica Radical para gobernar cuatro años y después decidió dar la pelea por la reelección. Estuvo cerca pero no lo logró. El gradualismo que decidió llevar a cabo no alcanzó para retener la confianza que los ciudadanos habían depositado en él y el kirchnerismo volvió a la Casa Rosada.
Sin entrar en detalles sobre la gestión de Alberto Fernández como Presidente, el año pasado estaban dadas las condiciones para que la oposición volviera a gobernar el país. Juntos por el Cambio optó por no incorporar a su interna a Javier Milei y, además, enfrentó a dos candidatos del PRO en una interna que dejó muchísimos heridos.
Esa pelea evaporó las posibilidades electorales del espacio y ya se sabe como terminó la historia. Milei enfrentó a Sergio Massa en el ballotage, obtuvo el acompañamiento político de muchas figuras relevantes del PRO como el propio Macri y la fórmula presidencial Patricia Bullrich-Luis Petri y fue el líder de la Libertad Avanza quien se impuso en los comicios.
Bullrich y Petri se cortaron solos y decidieron aceptar integrar el Gabinete de Milei, lo que no fue bien recibido por Macri, quien pretendía seguir siendo un aliado estratégico, expectante de la marcha de la gestión del economista. Quería ser él el encargado de negociar con el flamante Presidente pero no funcionó.
Estos primeros meses de gobierno lo mostraron a Milei con una fuerte voluntad de reducir el gasto público, una meta clara de superávit fiscal, ambiciosos proyectos de transformación, problemas de negociación política y dificultad para gestionar el Estado, salvo honrosas excepciones.
Con la designación de Guillermo Francos como Jefe de Gabinete logró sumar volumen político y el Gobierno, aunque sigue cometiendo algunos errores no forzados, consiguió al menos la sanción de dos leyes que le dan herramientas para tratar de mejorar los números económicos que, más allá de la baja de inflación, siguen siendo negativos.
Ahora bien, en la oposición nada es color de rosa. Dentro del peronismo no hay una conducción única, el radicalismo se divide entre los que necesitan estar bien con la caja del Estado y quienes tienen como horizonte convertirse en alternativa política y el PRO sigue gastando energía en la interna. Ya no es la pelea Bullrich-Larreta; sino que es el enfrentamiento Macri-Bullrich.
Y quedó muy claro este jueves durante la elección de autoridades de la Asamblea del PRO. Finalmente, a instancias de Mauricio Macri, designaron de presidente a Martín Yeza. En su primer acto oficial, la nueva conducción determinó que “no se fusionará con otro partido”.
Igualmente, como para no cerrar ninguna puerta definitivamente, manifestaron que mantienen el respaldo al gobierno de Milei y “todas las iniciativas que acompañen el cambio que la Argentina votó” en los comicios pasados.
Obviamente Bullrich no se quedó callada y difundió una extensa carta donde expresó: “Fueron 6.200.000 de personas las que me acompañaron en mi decisión de apoyar en el balotaje a Javier Milei. Fue un compromiso con los argentinos que creyeron en nuestra convicción de acompañar, con toda nuestra fuerza, a quien logró representar el cambio con más fuerza. Y al mismo tiempo, de ponerle un freno a un candidato que hizo, en campaña, el uso más brutal del Estado que vimos en la historia, llevando a la Argentina al pozo más profundo de decadencia y empobrecimiento”.
Asimismo, dijo: “Avanzamos con fuerza y ayudamos a un triunfo electoral para construir un cambio de verdad, sin medias tintas. Y definitivo. Firmamos un contrato con la sociedad que no se puede romper. Es un contrato sólido e irrevocable. Y como ministra de Seguridad, me comprometí a dar batalla y terminar con los graves problemas que atraviesan a la Argentina y que la convirtieron en el país del revés, donde los delincuentes tenían más derechos que la gente de bien. Por eso es que nos jugamos a tirar de este carro para adelante con decisión, con firmeza: para bajar la inflación, la inseguridad, el déficit; para combatir las corporaciones y las mafias; para decirle basta a la extorsión de los gerentes de la pobreza y de los sindicatos que solo buscan el beneficio de sus dirigentes”.
Y aclaró: “Por eso, el debate que quiero dar en el PRO no es un debate de cargos, es mucho más profundo: es un debate de rumbo. No vamos a dar marcha atrás. Decidimos apoyar a Javier Milei porque si el cambio no se daba ahora, nos hundíamos. Y en seis
meses ya vemos un cambio inédito, conseguido contra viento y marea. Hoy quiero contagiar al PRO del valor que se requiere para encender los motores e ir a toda máquina. La Argentina no puede perder esta oportunidad de ser protagonistas del cambio más
atrevido y necesario de las últimas décadas. No podemos quedarnos, una vez más, a mitad de camino. Por eso, yo me juego a fondo, como lo hice siempre y cuento con Uds”.
El año que viene hay elecciones de medio término. A nivel provincial seguramente como suele ocurrir cada gobernador jugará su juego y el Gobierno arriesga poco porque no tenía mucho, con lo cual todo es ganancia. Macri tomó una decisión que definirá si el PRO tiene o no futuro. Por ahora, es un destino incierto.