Javier Milei ganó el balotaje y es el presidente elegido por los argentinos para gobernar a partir del 10 de diciembre. Fue clave para la victoria, además de la profunda necesidad de cambio de la ciudadanía, el apoyo de Mauricio Macri de cara a la segunda vuelta. Fue el garante que necesitaban los indecisos para no votar en blanco.
El próximo 10 de diciembre asumirá la presidencia de la Nación Javier Milei, quien se impuso en la segunda vuelta frente a Sergio Massa. La amplia diferencia obtenida por el candidato de La Libertad Avanza (LLA) tiene varios motivos. Algunos son méritos propios pero otros, sin duda, están vinculados con los defectos del Gobierno actual y la estrategia de campaña elegida por Unión por la Patria.
Milei construyó un personaje estridente, disruptivo, confrontativo y mediático que captó la atención del electorado, con mucha influencia en los jóvenes, que vieron en él a un outsider que nunca ocupó un cargo público, alguien que no vivió del Estado y que no fue responsable de las constantes crisis que lamentablemente venimos sufriendo de manera cíclica. Crítico de la clase política que viene gobernando Argentina en estos 40 años de democracia, atacó los privilegios de lo que él llama la “casta” y aseguró que es necesario achicar el Estado y que ese ajuste lo debe hacer la política.
Su mensaje logró la atención de los medios de comunicación que lo invitaban constantemente a participar de los diferentes programas políticos, donde solía generar mucha polémica porque su personalidad y sus gritos nunca pasarán desapercibidos.
Ingresó a la política para patear el tablero y retomar parte de la agenda menemista. Tal es así que muchos dirigentes de esa época no sólo lo han acompañado hasta acá sino que serán parte de su Gabinete.
Además de políticos que son parte de la casta que cuestiona, Milei se rodeó de personas cuyas posturas políticamente incorrectas hicieron peligrar sus posibilidades electorales. Volver atrás con la política de derechos humanos, intentar volver a penalizar el aborto, negar el cambio climático, plantear la venta de órganos, promover la libre portación de armas, cuestionar la lucha en materia de género y proponer dejar de implementar la ESI, son discusiones que no sólo no son prioritarias sino que ya incluso carecen de lógica.
Ese fue el material que utilizó el massismo para nutrir la campaña del miedo con la que consideraban iban a disuadir a los votantes de los candidatos que quedaron fuera del balotaje de optar por el candidato de Unión por la Patria o, al menos, de votar en blanco o directamente no ir a votar.
Esa idea no surgió después de las elecciones generales sino que se barajó desde el día 1. Por eso desde el oficialismo se hizo todo lo posible para que fuera Milei el que llegara a la segunda vuelta y no un candidato de Juntos por el Cambio. Consideraban que ese era el escenario electoral en el que eran más competitivos.
Otra razón del triunfo de Milei es que se subestimó el malestar social. La realidad socioeconómica de la Argentina hace que los pobres sean más pobres y que la clase media también sea pobre. La fuerte carga impositiva de un Estado que no brinda servicios públicos de calidad, que no administra sus recursos correctamente, que tiene un déficit fiscal que busca compensar con más emisión monetaria y, por ende, con más inflación, hacía que la continuidad del mismo signo político no generara el más mínimo entusiasmo.
Frente a la campaña del miedo y viendo que los derechos que Milei podría vulnerar hoy no son tales para una amplia parte de la población, sectores populares prefirieron barajar y dar de nuevo. Eligieron dar “un salto al vacío” antes que seguir apostando a un modelo que no está funcionando: más de 140% de inflación, 40% de pobres, deserción escolar en niveles preocupantes, desempleo y subempleo, deficiencias en la salud y la educación pública e inseguridad.
Pero hasta acá no era suficiente. Muchos votantes de Juntos por el Cambio no tenían claro si Milei era la mejor opción, incluso teniendo en la vereda de enfrente al kirchnerismo. Pero llegó el acuerdo de Acassuso. Patricia Bullrich y Luis Petri dijeron que, si bien los votos son de la gente, ellos iban a acompañar al candidato de LLA. Ellos y, obviamente, Mauricio Macri.
El PRO mayoritariamente se encolumnó detrás de esa decisión que si bien cuestionan por inconsulta y unilateral se pronunció luego de que varios representantes del radicalismo adelantaron que iban a bregar por la neutralidad o, en algunos casos, directamente por votar contra Milei.
Así las cosas, Macri empezó a hacer campaña por Milei. Dio entrevistas, recorrió lugares claves, mandó a voceros a los medios de comunicación para transmitir el mensaje: Nosotros vamos a ser garantes de que el libertario avance con las medidas que sean necesarias pero no con todas sus ideas descabelladas.
Milei bajó sus decibeles, se mostró más calmo, aclaró dudas, intentó contrarrestar la campaña del miedo, limitó la exposición de parte de su entorno y llegó al domingo 18 de octubre con muchas encuestas que lo daban ganador por muy poco. Ni bien empezaron a recibir los datos, entendieron que esa diferencia iba a ser mayor.
La fiscalización -a la que contribuyó fuertemente el PRO en todo el país- le permitió a LLA tener certezas rápidamente y comenzar a saborear la victoria cuando faltaban aproximadamente tres horas para que cerraran los comicios.
Luego de conocerse el resultado electoral, Macri expresó: “El nuevo gobierno de Milei necesitará apoyo, confianza y paciencia de todos nosotros. Lo que vaya a pasar dependerá de su gestión y de la convicción que mantengamos los argentinos de no ceder ante la lucha que significará cambiar de verdad. Nos espera un futuro espectacular, de crecimiento, trabajo, estudio y libertad”.
El ex Presidente incluso se reunió con Milei y aseguran está proponiendo nombres para el futuro Gabinete. Habrá que ver si será sólo un garante o, además, será un hombre de consulta permanente y un socio estratégico. Y, además, cómo se reconfigurará el escenario político luego de la ruptura de Juntos por el Cambio. Se vienen días de muchas definiciones.


