sábado, abril 26, 2025
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LADO B: el arte de hacer JUSTO el tiempo

De los tribunales de familia al teatro comunitario, el juez Marcelo Molina encontró en el arte una forma de transformar el derecho en una herramienta cercana, empática y accesible para todos. Su obra de teatro “Cuánto tiempo es un tiempito” refleja una justicia más humana y comprometida.

En el ámbito judicial, y antes de integrar la Cámara de Apelación en lo Civil y Comercial de Rosario, Marcelo Molina dedicó una década a ejercer como juez de familia en dicha ciudad de Santa Fe. Su labor no se limitó a resolver conflictos; también abarcó una reflexión constante sobre cómo acercar el derecho a las personas. Pero, ¿qué ocurre cuando la experiencia en los tribunales se traslada al teatro? Así nació “Cuánto tiempo es un tiempito”, una obra que fusiona lo cotidiano de la justicia con una pedagogía innovadora.

Durante su ejercicio como magistrado de familia, Molina identificó una gran carencia en la formación jurídica: los jueces no están preparados para interactuar con las personas más vulnerables, como niños, ancianos o individuos con problemas de salud mental. “Nadie te enseña a entrevistar a un niño o a alguien con problemas de salud mental. Lo que hacía era darles herramientas para expresarse, como dibujar, no para sacar conclusiones psicológicas, sino para crear un ambiente más relajado y respetuoso”, relata.

Esos dibujos, que los niños pegaban en las paredes de su despacho, se transformaron en una forma de conexión emocional. Para muchos, eran un símbolo de constancia y de haber sido escuchados. Inspirado por esta práctica y por el interés de un periodista local sobre el tema, Marcelo comenzó a escribir relatos basados en estas experiencias. Uno de ellos, “Cuánto tiempo es un tiempito”, marcó el inicio de un proyecto que trascendería las páginas.

Tras publicar sus relatos y editar un libro ilustrado por su hermano, el artista plástico Jorge Molina, comprendió que la divulgación no debía limitarse a la palabra escrita. “Me preguntaba: ¿cómo lograr que esto llegue a más personas? Mi hija, que desde pequeña estuvo vinculada al teatro, me inspiró a estructurar una obra que reflejara las vivencias cotidianas de un juzgado”, explica en diálogo con Quórum.

El proyecto comenzó en 2019, con un grupo de jueces y empleados judiciales subiendo al escenario por primera vez. Pese a no contar con formación teatral, la obra fue un éxito inesperado. “El teatro tiene algo mágico: permite que los conceptos de derecho se vivan y se sientan. La gente sale del teatro debatiendo sobre sus derechos, algo que nunca imaginé posible”, comenta.

“Cuánto tiempo es un tiempito” no sólo se presentó en teatros importantes como el Teatro Comedia de Rosario, sino también en pequeñas comunidades con limitado acceso al teatro y al conocimiento del derecho. En Gobernador Crespo, un pueblo de apenas 4.000 habitantes, lograron convocar a 400 personas para debatir sobre sus derechos.

Además, la obra ha sido siempre gratuita, manteniéndose fiel a su propósito educativo. “El derecho es de la gente, no de los abogados ni de los jueces. Si logramos que alguien salga del teatro diciendo ‘no sabía que tenía este derecho’, entonces habremos cumplido nuestro objetivo”, afirma Molina.

Esta creación artística también se transformó en una herramienta educativa. Molina comenzó a utilizarla como disparador en clases y conferencias sobre temas complejos, como la salud mental o las leyes de familia. “El primer acto, que aborda la ley de salud mental, ilustra conceptos abstractos mediante una historia concreta. Así, logramos abrir debates que de otro modo serían inaccesibles”, asegura.

El éxito del proyecto inspiró otras iniciativas, como la publicación del libro “Un tiempito para tus derechos entre un mate y un café”, un texto de 500 páginas que explica el fuero de familia de manera cercana y accesible. Presentado en la Facultad de Derecho, la publicación reunió a figuras destacadas, desde el Presidente de la Corte Suprema hasta académicos, todos compartiendo el escenario para debatir con el público.

Para Marcelo Molina, este proyecto va más allá del teatro; es una herramienta transformadora que busca construir una nueva comprensión del derecho: “En el derecho de familia, la ley es fundamental, pero no suficiente. Se necesita empatía, comprensión de las realidades sociales y una perspectiva interdisciplinaria, aspectos que muchas veces se descuidan en la formación jurídica tradicional”.

Hoy, con más de 28 funciones realizadas en distintos puntos del país y una comunidad de jóvenes investigadores involucrados, el legado de “Cuánto tiempo es un tiempito” sigue creciendo. Con la humildad de quien sabe que aún queda mucho por hacer, Molina reflexiona: “El teatro me permitió llegar donde los libros y las charlas no podían. Y si logramos que más personas se apropien de sus derechos, entonces todo este esfuerzo habrá valido la pena”.

Su iniciativa, que combina reflexión crítica y expresión artística, ha captado la atención tanto de ciudadanos como de profesionales del ámbito judicial. A través de sus obras, Molina no sólo plantea algunas falencias del sistema, sino que también abre un espacio para el debate y la introspección.

En cada función, las realidades del Poder Judicial se exponen sin filtros: desde la carga de trabajo que lleva a un juez a no leer detenidamente un expediente, hasta los desafíos éticos y logísticos que enfrenta el personal judicial. En palabras de Molina, “esta es una invitación a mirarnos al espejo, a reconocer las fallas del sistema y asumir nuestra responsabilidad, no como una crítica destructiva, sino como un camino hacia la mejora”.

Una de las características más destacadas del trabajo de Molina es la autocrítica profunda y, a menudo incómoda, que impregna sus obras teatrales. “Es un tema delicado, porque estamos acostumbrados a guardar ciertas cosas puertas adentro. Pero si queremos cambiar, debemos empezar por reconocer nuestras propias falencias. Eso fue lo que intenté hacer con esta obra”, explica. 

No obstante, esta postura no siempre es bien recibida: “Algunos colegas me han expresado su desacuerdo, otros simplemente optan por no participar en los debates posteriores a las funciones. Pero también hay jueces y empleados que se sienten identificados, que reconocen estas problemáticas y agradecen que alguien las ponga sobre la mesa”.

Molina sabe que su proyecto enfrenta resistencias dentro del sistema. Una de ellas es la visión tradicional del rol del juez: “Todavía hay quienes creen que el juez debe mantenerse distante, que su única forma de comunicación es a través de las sentencias. Esa idea está completamente desfasada de la realidad. Hoy, más que nunca, necesitamos jueces que se acerquen a la comunidad, que expliquen sus decisiones y que comprendan que la justicia no puede operar en una torre de marfil”.

A esto se suma la compleja relación entre el Poder Judicial y los medios de comunicación: “Muchos colegas temen exponerse públicamente. Es cierto que los medios a veces simplifican las cosas, pero también es verdad que como jueces no estamos preparados para comunicarnos eficazmente en esos formatos. Es algo que debemos aprender”.

Con este objetivo, Molina ha impulsado talleres que buscan reducir la brecha entre jueces y periodistas, fomentando una comunicación más clara y efectiva. “Son espacios valiosos, no solo para los periodistas, sino también para nosotros, los jueces, que aprendemos a transmitir nuestras ideas de manera comprensible y concisa”, resalta.

Ahora bien, uno de los objetivos principales de este trabajo pasa por otro lado: “El verdadero desafío es que estos chicos que participan, muchos de los cuales hoy son secretarios pero comenzaron como empleados en el proyecto ‘El tiempito”, comprendan que, al ejercer el derecho de familia (y en muchos otros campos también), la ley es necesaria y debe ser profundamente conocida, pero eso no es suficiente. No alcanza sólo con eso”.

Molina insiste mucho en la importancia de la formación. “No me refiero a la profundización teórica, sino a una formación integral que incluya, por ejemplo, la antropología, un campo que suele ser ignorado en el derecho. Fíjate que, en el Fuero de Familia, no existen peritos antropólogos. En Rosario, aunque el vínculo con los pueblos originarios es limitado, de vez en cuando surge una situación relacionada con ellos y ahí es donde el derecho debe integrarse desde una perspectiva diferente. No podés aplicar los mismos criterios que utilizás para todos por igual, sin considerar las realidades particulares”, añade convencido.

Por eso, una de las metas de este proyecto es formar profesionales que no estén constantemente pensando en su rédito personal o en el beneficio académico. Y aclara para que no queden dudas: “Aquí no se trata de ganar dinero; de hecho, en ‘El tiempito’ es más probable que pierdas dinero a que lo ganes. Pero lo importante es que lo hagas con la convicción de que estás formando un camino más justo, más humano y más integrado”

El impacto del proyecto teatral de Molina trasciende el ámbito judicial. Sus giras por localidades como Reconquista y Gobernador Crespo han llevado el teatro y el debate jurídico a comunidades que rara vez acceden a estas actividades. “Ver a la gente participar, hacer preguntas, contar sus experiencias… eso es invaluable. El teatro se convierte en un espacio donde el derecho deja de ser abstracto y se vuelve tangible, algo que afecta directamente la vida de las personas”, celebra.

El compromiso de quienes integran el proyecto es otro aspecto que Molina destaca con admiración: “Contamos con un equipo de unas 50 personas, entre actores, investigadores y organizadores. Muchos son empleados judiciales que dedican su tiempo libre a esta iniciativa, viajan largas horas y cubren sus propios gastos, sin esperar nada a cambio. Esa entrega es lo que hace posible este proyecto”. Entrega que no sólo se nota al ver la dedicación en cada escenario y la predisposición para viajar y ponerle el cuerpo a la obra, sino también en la forma en la que hablan de la iniciativa y destacan el valor que para ellos tiene ser parte. 

Cuando se le pregunta sobre el legado que desea dejar, lo tiene claro: “Mi objetivo es que entendamos que la justicia es un servicio público. Los jueces no somos figuras intocables; somos servidores públicos que deben estar al servicio de la comunidad. Y hacia afuera, quiero que las personas se apropien del derecho, que lo vean como una herramienta útil en su vida diaria, no como algo ajeno o inaccesible”.

El proyecto teatral de Marcelo Molina es un ejemplo de cómo el arte puede ser un poderoso vehículo para el cambio social. A través de sus obras, ha logrado humanizar la justicia, abrir espacios de diálogo y promover una visión más cercana y empática del sistema judicial. Su trabajo, aunque desafiante, demuestra que la autocrítica no sólo es necesaria, sino también transformadora.

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