Preside la Cámara Civil y Comercial de Tucumán y la Asociación de la Magistratura y la Función Judicial de su provincia. Además, es la segunda mujer en liderar la Federación Argentina de la Magistratura y la Función Judicial (FAM), pero para todos los que la conocen, es simplemente “Machi”. Su cercanía, familiaridad y espontaneidad quedan patentes en la extensa charla que mantuvo con Quórum. Marcela Ruiz destaca el trabajo que se realiza en los tribunales provinciales y la importancia de abordar las cuestiones de género y de innovación tecnológica; y sostiene que los miembros del Poder Judicial tienen la obligación ética de capacitarse constantemente.
Creo que la justicia es algo que, a lo largo de la vida, uno va incorporando y aprendiendo. Para mí, desde muy chica, siempre fue un concepto presente. Recuerdo que, aunque a esa edad tal vez no era común tener una idea tan clara sobre la justicia, yo lo sentía con mucha fuerza. No sé si entendía completamente lo que significaba, pero estaba ahí, como un sentimiento, algo que me impulsaba. A medida que fui creciendo, esa idea se fue complementando con el conocimiento que uno va adquiriendo, tanto en la escuela como en la vida diaria. Ya de adolescente, empecé a entender mejor cómo funcionaba el sistema judicial, qué implicaba luchar por lo que es justo, y esa pasión por la abogacía y n0o por el derecho comenzó a integrarse de manera natural con mi vocación profesional. Hoy, no concibo la justicia como algo que sólo pertenece a mi ámbito laboral; es una filosofía de vida. Trato de aplicarla en todo lo que hago, de defender lo que creo correcto en cada faceta de mi vida. Para mí, la justicia no es sólo el derecho, sino también la equidad, el respeto por los demás, y la lucha constante por mejorar la sociedad en la que vivimos.
¿Quién es “Machi”?
Todos me llaman Machi. Casi nadie me dice Marcela y creo que eso tiene que ver con mi personalidad. Soy una persona cercana, accesible, alguien a quien la gente puede recurrir con confianza. Estar disponible para los demás me hace feliz, aunque a veces pueda parecer que es demasiado. Yo disfruto lo que hago y pongo toda mi energía en cada cosa que emprendo. A veces me preguntan cómo hago para abarcar tanto, y la verdad es que lo hago porque me apasiona. Para mí, no hay nada más gratificante que ayudar a las personas y hacer una diferencia en los espacios en los que estoy. Una de mis características es que no soy una persona protocolar. Aunque nuestro ambiente suele ser muy estructurado, yo prefiero la cercanía, el trato directo. No me gusta mantener distancias innecesarias y me manejo con naturalidad y soltura, incluso cuando trato con las máximas autoridades. Creo que esa desestructuración es parte de quién soy. Me encanta conectar con la gente, no sólo en Tucumán, sino en todo el país y más allá. Y eso es algo que veo que valoran las personas, ese toque humano, esa cercanía que trato de mantener en todas mis interacciones.
En los 58 años de la Federación Argentina de la Magistratura y la Función Judicial (FAM), sos la segunda mujer en presidirla. ¿Qué es la FAM?
Es verdad, hubo una presidenta mujer en el año 1988, y ahora, después de tanto tiempo, me toca a mí ser la segunda mujer en liderar esta institución. La FAM es una entidad que agrupa a jueces, juezas, fiscales, defensores y funcionarios judiciales de las 23 provincias argentinas y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Desde su creación en 1966, su principal objetivo ha sido la defensa de la independencia del Poder Judicial, un principio que sigue siendo el eje central de nuestro trabajo. La independencia del Poder Judicial es algo esencial, porque garantiza que las decisiones judiciales no estén influenciadas por intereses externos o presiones políticas. A veces, esa independencia se pone en riesgo, y es ahí donde entra la FAM, apoyando a los magistrados en momentos difíciles. Hay situaciones que uno puede manejar solo, pero otras veces es fundamental contar con una institución fuerte que respalde a sus miembros. En ese sentido, la FAM es un apoyo clave para los jueces y fiscales de todo el país. Sin embargo, con el paso de los años, la FAM ha ampliado su campo de acción. Hoy en día, no defendemos sólo la independencia judicial sino que también abordamos otros temas que son igualmente importantes para la sociedad. La cuestión de género, por ejemplo, ha sido una bandera que hemos enarbolado con fuerza. El cuidado del medio ambiente, los derechos humanos, y otras causas que antes no estaban en la agenda judicial, hoy son parte integral de nuestras políticas institucionales. La FAM ha crecido en estos años, no sólo en cuanto a los temas que tratamos, sino también en cuanto a la cantidad de personas que se sienten representadas por nosotros.
¿Cómo ha evolucionado tu participación en la FAM y cómo te eligieron presidenta?
Desde muy joven, siempre tuve un fuerte compromiso con las instituciones en las que participé. En la escuela, fui presidenta del consejo de alumnos; en el secundario, formé parte del consejo estudiantil. Al ingresar en la magistratura, también asumí roles de liderazgo: fui vicepresidenta de la Asociación de Magistrados de Tucumán, representante de los magistrados en el Consejo de la Magistratura, y luego llegué a ser presidenta de la asociación en mi provincia. Mi llegada a la presidencia de la FAM fue el resultado de mi trayectoria personal pero también coincidió con un contexto político y social donde el empoderamiento de las mujeres empezaba a tomar un rol más visible. Creo que mi elección fue un reflejo de ese cambio. El respaldo que recibí fue muy amplio, lo que me dio mucha satisfacción, pero lo que más me enorgullece es haber sido reelegida por unanimidad en mi segundo mandato. Esa ratificación de confianza es, para mí, lo más valioso. Durante mi gestión, la cuestión de género fue uno de los primeros temas que pusimos en la agenda. No se trata sólo de ocupar un espacio por ser mujer, sino de asumir la responsabilidad de abrir caminos para otras mujeres, de poner sobre la mesa temas que históricamente no se habían discutido en nuestro ámbito. Desde el principio, cuando armamos la lista para la dirección de la FAM, me aseguré de formar un equipo equilibrado, con hombres y mujeres comprometidos. Gabriela López Arango, mi vicepresidenta, no está en ese lugar por ser mujer sino porque tiene una trayectoria muy fuerte en la vida asociativa. Lo mismo ocurre con otras mujeres que hoy ocupan cargos importantes en la FAM y que son un ejemplo de dedicación y compromiso.
¿Cómo equilibras la multiplicidad de tareas teniendo además una familia? ¿Es posible encontrar ese balance o te pasa factura?
Sí, totalmente se puede equilibrar. Creo que puedo hacer muchas cosas porque en casa tengo un orden y una tranquilidad que no mucha gente tiene. Estoy casada hace 20 años, y antes fuimos novios durante seis años, así que hemos compartido más de la mitad de mi vida juntos. Ese compañerismo con mi marido, con quien hemos construido una vida sólida y estable, me da una paz que es invaluable. Además, tengo dos hijos increíbles, de 16 y 18 años, que son muy responsables en lo que hacen. Nunca he tenido que decirles que estudien o que cumplan con sus responsabilidades; ellos lo hacen por sí solos. De hecho, uno de ellos está en su primer año de abogacía, y el otro también tiene interés en seguir la misma carrera, así que parece que van a continuar con la tradición familiar. Nuestra casa es muy participativa. Todos opinamos, discutimos y compartimos nuestras perspectivas, y eso ha generado un ambiente familiar muy integrado. Eso me permite tener paz en mi vida personal, y sin frentes internos abiertos, puedo dedicarme plenamente a mis tareas profesionales. Soy muy organizada y disciplinada. Me levanto todos los días a las 5:30 de la mañana para ir al gimnasio. Mantenerme físicamente activa me ayuda a tener la mente clara y en orden. Además, siempre hago tiempo para mis amigas, que son un gran apoyo, y para las cosas que sé que me hacen bien, como ir a misa o al psicólogo. Reconozco cuando algo me supera y no dudo en pedir ayuda cuando es necesario, lo que me ayuda a mantener un equilibrio que me permite enfrentar todas mis responsabilidades.
¿Cómo organizás tu día a día con tantas responsabilidades?
Ocupar tantos roles requiere de una buena gestión del tiempo, y es algo que he aprendido a hacer bien. Actualmente, soy presidenta de la Federación, de la Cámara Civil, de la Asociación de Tucumán, y cumplo con todas esas funciones de manera activa. Soy muy consciente de que tengo que delegar, pero no delego en cualquiera; confío en las personas en quienes sé que puedo contar. Para mí, no es aceptable que algo salga mal por falta de organización o preparación. Siempre cumplo con lo que me propongo y, si algo falla, es por circunstancias fuera de mi control, no porque no hayamos hecho todo lo necesario.
¿Cuáles son los principales problemas que enfrentan las justicias provinciales?
En las 23 provincias de Argentina y la CABA hay problemáticas muy variadas. Un tema constante es la amenaza a la independencia judicial. Estas amenazas pueden venir en forma de intentos de reforma legislativa o constitucional, que buscan modificar aspectos claves como los regímenes jubilatorios o la periodicidad de los mandatos. Estos embates no son nuevos y han estado presentes durante mucho tiempo. De hecho, la FAM se creó con el objetivo de defender la independencia judicial ante este tipo de intentos de reforma. Otra cuestión recurrente es la falta de diálogo fluido entre los diferentes poderes del Estado. En algunos actos, ves a miembros del Poder Judicial, el Ejecutivo y el Legislativo compartiendo espacios, lo que muestra un buen nivel de relación. Pero en otras provincias, las tensiones son más evidentes, y ese diálogo no siempre se da de manera efectiva. Además, algunos problemas son de índole interna, con tiranteces entre los superiores tribunales y otros ministerios. Las cuestiones salariales también son un desafío importante. En nuestro país, al ser federal, las realidades salariales varían mucho de una provincia a otra. En algunas provincias, los magistrados enfrentan luchas salariales que incluso han llegado a judicializarse. La reducción de presupuestos es otro gran problema, ya que afecta directamente nuestra capacidad de respuesta. Sin recursos suficientes, no podemos invertir en tecnología o mejorar los procesos judiciales, lo que repercute en la calidad de la justicia que podemos ofrecer. En resumen, las problemáticas son muy heterogéneas, pero todas afectan de una manera u otra a la independencia y eficiencia del Poder Judicial.
¿Cómo se construye una justicia verdaderamente federal?
Creo que el primer paso es escuchar a las provincias. En general, las provincias no son convocadas cuando se habla de justicia en términos nacionales. Lo que suele predominar en el discurso público es la justicia federal, lo que la gente consume en los medios, pero rara vez se pone el foco en la justicia local, en lo que pasa en las provincias. Para construir una justicia verdaderamente federal, sería clave convocar a las provincias. En el preámbulo de la Constitución, se habla de “afianzar la justicia” y no se hace distinción entre la justicia federal y la provincial. Somos un país federal, y dentro de ese marco, tanto la justicia federal como la provincial tienen un rol fundamental. Por eso, si pudiera dar una recomendación, sería: convoquen a las provincias. Vean cuáles son sus realidades, sus necesidades y cómo se les puede ayudar. Diseñar políticas que sean transversales, que lleguen a todas las provincias, es posible sin alterar la autonomía que tiene cada una de ellas. Las provincias han sido pioneras en muchos aspectos que a nivel federal todavía están en proceso. Por ejemplo, el sistema acusatorio adversarial, que ya se ha implementado en muchas provincias y, además, ya se están haciendo ajustes sobre lo que se ha aprendido en su aplicación. A nivel federal, recién se está comenzando a trabajar en ello. Lo mismo ocurre con la oralidad, tanto en lo penal como en lo civil. A nivel provincial, esto ya es una realidad, pero en el ámbito federal todavía no. También el juicio por jurado tiene un desarrollo importante en varias provincias, mientras que a nivel federal todavía no está tan avanzado. Todo esto muestra que se está perdiendo un valioso aprendizaje y experiencia por no convocar a las provincias. El desarrollo tecnológico, por ejemplo, es impresionante en varias provincias. En Tucumán, tenemos un sistema de administración de expedientes propio, que nos permite hacer ajustes y no depender de un sistema enlatado. Estamos compartiendo esos avances con provincias como Catamarca y Santiago del Estero, y eso es algo que debería ser más generalizado. Prácticamente todas las provincias ya están digitalizadas.
¿Qué propondrías?
Convocaría a las provincias, establecería agendas comunes y vería cómo aprovechar los avances que ya existen en los distintos territorios. Fortalecer el diálogo es clave. Ahora, existe una división clara entre la justicia federal y la provincial, pero es en la justicia provincial donde se resuelven la mayoría de los problemas cotidianos que afectan a la gente. Entonces, fortalecería ese diálogo no sólo entre la justicia federal y las provincias, sino también con los ministerios y las diferentes instituciones. No esperaría que las provincias pidan audiencia, sino que tomaría la iniciativa para convocarlas y escuchar activamente sus propuestas y necesidades.
¿Qué tan importante es la capacitación?
Es un tema fundamental y no es opcional. Los magistrados tenemos un compromiso ético de formarnos continuamente, no lo hacemos sólo por interés personal. Es una responsabilidad con la administración de justicia. Por eso, hemos puesto un fuerte énfasis en la capacitación dentro de la FAM. Todos los jueves realizamos charlas abiertas al público, gratuitas, aprovechando el conocimiento y la experiencia de expertos a nivel nacional. La FAM es un verdadero semillero de nuevos talentos, personas jóvenes y pujantes con una formación excelente. A la vez, contamos con profesionales de gran experiencia que han recorrido un largo camino dentro de la justicia. La interacción entre ambos grupos es valiosa, porque combina frescura y energía con sabiduría y experiencia. Contamos con un ciclo de capacitaciones muy sólido, gestionado por Hugo Zoppetrino, presidente de la Asociación de San Luis. A través de sus diferentes comisiones -como la de género, ambiente, seguridad, discapacidad, derecho penal, derecho privado, entre otras-, recoge las necesidades de formación y trabaja para cubrir esas demandas. Vivimos en tiempos de cambios vertiginosos. Lo que nosotros estudiamos en la facultad ya no refleja lo que pasa hoy en día. Todo está en constante transformación, desde el derecho del consumidor en el contexto digital hasta los avances en derechos humanos, algo que no era parte del currículum cuando muchos de nosotros estudiamos. Para no quedarnos atrás, es fundamental seguir capacitándonos. No podemos adelantarnos a todos los cambios, pero sí podemos asegurarnos de no perder el paso y de estar preparados para enfrentar lo que venga.
¿Qué rol juega la tecnología?
La tecnología tiene un papel central pero también plantea desafíos. No hay un desarrollo tecnológico uniforme en todo el país. Cada provincia tiene sus propios recursos y prioridades, lo que genera brechas en cuanto a la implementación de nuevas tecnologías. La pandemia aceleró la digitalización de la justicia, eliminando los expedientes en papel en muchas provincias, como en Tucumán, donde ya no queda un solo expediente físico. Sin embargo, la implementación de la tecnología va más allá de la infraestructura. Muchos de los profesionales no somos nativos digitales, lo que genera limitaciones. Algunos nos adaptamos más rápido, pero otros enfrentan una barrera mayor para manejar estas herramientas. La inteligencia artificial, por ejemplo, ya está presente en muchos ámbitos, y debemos abordar el tema de manera responsable. Dentro de la FAM y en otras provincias, como Río Negro, ya se está debatiendo sobre el uso de herramientas como el chat y la inteligencia artificial. Es importante no dejar que estos temas nos sobrepasen. Necesitamos enfrentarlos con conocimiento y preparación, porque han llegado para quedarse.
¿Qué tan importante es dotar de habilidades blandas a los miembros del Poder Judicial?
Es fundamental. Ya no se trata sólo de tener conocimiento técnico, sino de desarrollar habilidades blandas como el liderazgo y la capacidad de manejar equipos. La justicia colaborativa es imprescindible. A lo largo de mi carrera, he visto cómo la mediación, por ejemplo, me ha dado herramientas valiosas para gestionar conflictos. En la FAM estamos trabajando en neurociencia aplicada al derecho, liderazgo, coaching, entre otros temas. Todos tenemos el conocimiento técnico necesario, pero hoy las exigencias son diferentes. Tenemos que saber cómo hablar, cómo transmitir, cómo manejar los conflictos en una audiencia. El bienestar laboral también es clave. Creamos una comisión de bienestar organizacional y hemos visto el impacto positivo que ha tenido en las personas. Un equipo motivado y con un buen manejo del tiempo y del conflicto personal está mejor preparado para ofrecer un buen servicio de justicia.
¿Cómo debe ser la justicia del futuro?
Debe ser cercana a la gente. Tenemos que romper con las antiguas estructuras que nos cegaban. La justicia debe ser accesible, brindar respuestas rápidas y adaptarse a los cambios tecnológicos. Hoy, por ejemplo, alguien puede conectarse a una audiencia desde su celular, algo impensable hace unos años. Antes, el foco estaba en nosotros, los jueces. El protocolo y la formalidad eran para nosotros, no para la gente. Hoy, afortunadamente, estamos en un camino positivo de cambio, donde el destinatario de nuestro servicio es la ciudadanía.
¿Y por qué tiene tan mala imagen?
Primero, porque no sabemos comunicar. La justicia no tiene formación en comunicación y lo que sale a la luz es generalmente lo que hacemos mal. La gente asocia la justicia con lo que ve en televisión, que no es lo que pasa en las provincias, donde se resuelven casos importantes todos los días. Por otro lado, hemos avanzado en ciertos aspectos que han mejorado la percepción, como la oralidad en los juicios. Esto ha permitido que la gente vea al juez, lo que fortalece los lazos con la sociedad. El juicio por jurado también ha sido clave, ya que permite que la ciudadanía entienda el proceso judicial desde dentro. Sin embargo, sigue habiendo una falta de lazos con el periodismo, lo que genera miedo a la hora de hablar. Debemos empezar a comunicar de manera distinta para cambiar esta percepción. Cuando se hacen encuestas de satisfacción después de un juicio por jurado, los índices de aprobación son altísimos, pero esto no se sabe porque no lo comunicamos bien.
¿Considerás que es posible brindar un mejor servicio de justicia?
Tengo muchos sueños y trabajo constantemente para concretarlos. Sueños de una justicia mejor, de una provincia mejor, de un país mejor, de una sociedad mejor, y de un mundo mejor. Por eso, mi esfuerzo diario se centra en cambiar la realidad, las distintas realidades que habitan los lugares y los espacios donde me encuentro. Esto puede sonar idealista pero quienes me conocen saben que esto define mi vida. Siempre he trabajado, luchado y tratado de cambiar las cosas. No se trata de decir ‘vamos a cambiar’, sino de hacerlo cuando se tiene la posibilidad. Y cuando se está en una posición, esa oportunidad debe aprovecharse. Es una cuestión de responsabilidad hacia los compañeros y hacia uno mismo. Cuando armamos una comisión, no lo hacemos para reunirnos y no actuar, sino para hacer. No hay lugar para la procrastinación. El que viene, se compromete. En estas asociaciones, federaciones y demás, muchas veces lo que se gestiona es la falta de recursos. Las instituciones no tienen los medios económicos, y muchos contribuyen con su propio patrimonio. Esto genera un desgaste económico, pero también un esfuerzo personal enorme. Soy la cara visible en este caso, detrás hay 24 presidentes y presidentas que ponen su energía y se ocupan de los problemas. Hay una vocación de servicio muy profunda en las personas que forman parte de estos espacios. Por eso es importante reconocer y poner en valor a quienes me acompañan. Todos ellos hacen un trabajo increíble. A veces enfrentan luchas muy duras, como hemos visto en lugares como Santa Fe, donde hay batallas fuertes que los presidentes encaran con valentía. No es fácil, pero es parte del rol que nos toca cumplir. Para mí, ocupar un cargo no es sólo una cuestión de mérito personal. Son oportunidades que te da la vida para transformar pequeños espacios. Y yo creo, con un toque de misticismo si se quiere, que Dios te pone en ciertos lugares en momentos específicos porque tienes una función que cumplir. No se trata de que te lo merezcas, sino de que tienes un rol. Y ese ha sido el enfoque de mi vida.