EntrevistasLado B: La equilibrista

Lado B: La equilibrista

Raquel Pérez Iglesias es una de las abogadas penalistas más destacadas del país pero lo que pocos saben es que, detrás de su extensa trayectoria en el derecho, se oculta una mujer profundamente apasionada por el arte. A lo largo de su carrera, ha defendido causas de gran trascendencia, lo que la ha consolidado como una referente en su especialidad. Sin embargo, su historia trasciende los tribunales: en su vida personal, la música ocupa un lugar fundamental. Cuando sus compromisos se lo permiten, Raquel se refugia en el barrio de Palermo, donde una mesa en el club de jazz del que es socia siempre la espera, un rincón donde el alma se encuentra con la armonía.

La mujer ha ganado terreno en diversos ámbitos. Aunque para muchas este camino ha sido arduo y repleto de dificultades, es evidente la evolución tanto en la discusión pública sobre el acceso a cargos de relevancia como en la composición de distintas organizaciones. Sin embargo, el Derecho Penal sigue siendo un espacio históricamente dominado por hombres, y existen múltiples evidencias que lo demuestran.

Es por ello que el camino que ha transitado la abogada Raquel Pérez Iglesias es digno de destacar. Comenzó su carrera en Mar del Plata, donde se formó y ejerció durante más de 15 años. En 2003, llegó a Buenos Aires atraída por causas complejas y desafiantes que no sólo le ofrecían una expansión profesional, sino también una nueva energía vital. 

Su pasión por el derecho penal se mantiene intacta a lo largo de los años. “No me hubiera atraído ninguna otra rama del derecho. El derecho penal me apasiona hasta los tuétanos”, confiesa. Para ella, el desafío constante de los juicios orales es lo que más disfruta: “El ejercicio del derecho penal es apasionante. En el juicio oral uno se juega el todo por el todo”, expresa con convicción.

Ese mundo de complejidad y dramatismo es el terreno donde ha desplegado su destreza. Casos como el de Nicolás Pachelo (acusado por el homicidio de María Marta García Balsunce) o la defensa del fiscal Carlos Stornelli han marcado hitos en su carrera. Sin embargo, Raquel asegura que cada causa, por más sencilla que parezca, exige un abordaje meticuloso y detallado: “Todas las causas tienen su complejidad. Incluso las que parecen simples revelan aristas litigables que las hacen interesantes jurídicamente. Por supuesto, hay asuntos que han tenido mayor exposición, que me han obligado a desplegar toda la experiencia y conocimiento acumulados”.

A pesar de la intensidad de su trabajo, y quizás también por esa razón, Raquel encuentra en la música un espacio de desconexión. Desde joven, fue estudiante de oboe, y la música siempre formó parte de su vida. Este vínculo con el arte la llevó a estudiar la licenciatura en Crítica de Artes en la Universidad Nacional de las Artes (UNA). 

Al radicarse en la Ciudad de Buenos Aires comenzó como clienta en Aldo’s Vinoteca, un restaurante fundado por Aldo Graziani, quien se convirtió en alma mater de varios proyectos dedicados a la gastronomía y el jazz. Años después, su vínculo con la música y el arte la llevó a ser una habitué de Bebop, un icónico club de jazz fundado en 2014 en el barrio de Montserrat. Durante la pandemia, cerró su sede en un sótano de estilo neoyorquino, pero en 2021 Graziani lo reabrió en Palermo y sumó a Raquel como parte de la sociedad.

Bebop es un emblema de la música en vivo en Buenos Aires y Sudamérica, ubicado en Palermo Soho. Ofrece dos shows diarios y alberga más de 600 espectáculos nacionales e internacionales al año. Para Raquel, este espacio es mucho más que un club de música; es un refugio. “Para mí, venir aquí y escuchar música es una terapia”, confiesa. Allí, encuentra una energía positiva y una conexión humana que la ayudan a liberarse del estrés profesional. “Siempre encuentro una energía tan linda, es el contrapunto ideal para mantener la salud mental”, afirma, resaltando cómo la música y la comunidad de Bebop Club enriquecen su vida.

Raquel no ha sentido diferencias sustanciales por ser mujer en su profesión, aunque reconoce ciertos desafíos, especialmente en la percepción de sus honorarios: “A veces, los clientes creen que una mujer no merece cobrar lo mismo que un hombre en derecho penal”. Ha sabido sortear estos obstáculos, en ocasiones delegando temas económicos a sus socios para evitar situaciones incómodas.

Reflexiona también sobre la necesidad de visibilizar el feminismo y la perspectiva de género en el ejercicio del derecho, sobre todo en aspectos económicos y el rol de la mujer en el ámbito profesional.

Al preguntarle sobre el sistema judicial argentino, afirma que emitir juicios sobre la resolución de causas en las que no interviene le parece excesivo: “Ideológicamente, uno puede suponer que ciertas soluciones son correctas, pero la mirada técnica de un penalista obliga a estudiar el expediente y revisar la sentencia para opinar sobre su legalidad y validez”.

Los principios del sistema adversarial representan un avance frente al sistema inquisitivo, con un mayor apego al principio republicano de publicidad y motivación de las decisiones judiciales. Sin embargo, su concreción está llena de déficits. “Estamos a años luz de una justicia justa. El principio de igualdad de armas no se cumple, y la imparcialidad del juez se ve comprometida”, sostiene, mencionando además los problemas tecnológicos que dificultan a veces y en ciertas jurisdicciones el acceso a la información y la transparencia en los procesos judiciales.

Raquel Pérez Iglesias es una mujer de contrastes. En su vida profesional, se juega la vida en los tribunales, defendiendo los derechos de sus clientes con pasión y rigor. En su vida personal, busca equilibrio en la música y el arte, una vía de escape que la mantiene centrada y feliz. En su oboe, tiene siempre una válvula de escape para la presión de su profesión, y en su club de jazz, encuentra el refugio perfecto para desconectar y renovar su energía.

Para Raquela -como le dicen aquellos que la conocen bien-, ser abogada penalista no es sólo un trabajo, sino una vocación que lleva adelante con amor y pasión. Y, a pesar de los retos del sistema judicial, ella sigue adelante, siempre buscando mejorar y evolucionar, tanto en su campo como en su vida personal.

Es miércoles, y mientras suena un hermoso tango dedicado a Rubén Juárez e interpretado por la orquesta típica de Ramiro Boero, la abogada penalista -ya sin su traje ni su armadura- invita a todos aquellos que deseen conocer su refugio a acercarse y descubrir un espacio único donde la música se convierte en la terapia perfecta para el alma. 

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