“Me rebela la injusticia” 

Dueña de una sonrisa plena y franca, no duda un segundo en mostrarse firme y determinada para defender lo que considera justo. La vicepresidenta del Consejo de la Magistratura de la Nación y jueza de familia Agustina Díaz Cordero aceptó dialogar con Quórum no sólo sobre las instituciones sino también sobre la necesidad de mejorar los códigos procesales y de comunicar de manera más efectiva la labor desempeñada por los miembros del sistema judicial.


¿Qué es la justicia para vos?
La justicia es una virtud. Es aquel lugar donde los ciudadanos concurrimos en busca de una respuesta que nos dé un poquito de paz. Cada una de las personas tiene ese lugar como refugio para que un tercero imparcial -ese juez o jueza que deben ser humanos y accesibles- le dé una respuesta y que sea justa. Porque hablamos mucho de la justicia o filosóficamente podemos decir muchas cosas de la justicia, pero una persona justa es la que en su habitualidad, en su cotidianidad, hace actos justos.

Estudiaste derecho y me intriga saber si viene por tu madre que te ha pasado ese don o esa virtud o si es algo más propio…
Es una buena pregunta porque en mi casa soy la menor de tres hermanos. Mi padre abogado, mi mamá jueza, mis hermanos abogados. Entonces cuando dije que iba a estudiar Derecho me plantearon que sería bueno que hubiera un médico en la familia u otra especialidad. Lo cierto es que a mí me encantaba y lo llevo en la sangre. De hecho, cuando empecé a trabajar como meritoria en el ‘93 mis padres me decían que no trabaje, que me concentrara en la facultad. Me decís no y yo voy para adelante. Así que entré a través de una amiga como meritoria. Me rebela la injusticia. Ya en el colegio era la defensora. Es algo que lo vas mamando seguramente y lo hacés propio. Me apasiona.

¿Cómo compatibilizas ser jueza y ser consejera al mismo tiempo?
Claramente es complejo. Fui elegida dos veces el año pasado representando a los jueces y las juezas de todo el país. Para mí es una responsabilidad enorme como lo es ser jueza pero aún más representar a los casi mil jueces nacionales y federales que votaron por mí. Es duro, las horas no alcanzan, pero es algo a lo que me comprometí y estoy 100% dedicada ahora al Consejo de la Magistratura como Vicepresidenta. Los primeros meses mantuve las dos funciones pero en la actualidad me encuentro en uso de licencia en el Juzgado. Ser titular de un Juzgado de Familia, donde las cuestiones son graves, urgentes y no pueden esperar, resulta incompatible con la función que tengo en el Consejo.

¿Qué se siente ser elegida por tus colegas?
Lo vivo con mucha responsabilidad e intentando, por supuesto, no defraudarlos. El haber puesto la confianza en mí es muy importante. Que crean en lo que vos decís, en lo que vos transmitís. Saben que estoy comprometida con la justicia, que realmente me apasiona lo que hago y que quiero mejorar la administración de justicia. Se siente como una carga desde ya, pero es una satisfacción enorme que los colegas desde Tierra del Fuego hasta Salta cuenten con uno y más aún en una sociedad que es bastante machista.

¿Cómo ves a la Argentina hoy y a la justicia en particular?
Veo y encuentro muchísimos jueces, juezas, secretarios, secretarias, funcionarios, funcionarias, empleadas y empleados con inmensa vocación y con muchas ganas de transformar esa realidad, ese metro cuadrado donde cada uno está llamado a intervenir en los casos. Veo que hacen una enorme administración de recursos escasos porque hay jueces o juezas que no tienen wifi, que no tienen las herramientas más básicas que uno necesita para poder trabajar. Los equipos de trabajo con los que contamos son los mismos desde el año 1988, no se han modificado cuando el incremento de causas, por ejemplo en el fuero de Familia, ha sido de un 462%. Seguimos siendo la misma cantidad de personas. Hay gran esfuerzo que muchos no valoran porque no conocen cómo ni en qué condiciones trabajamos, ni las horas que le dedicamos. Creo que mucha de nuestra responsabilidad es no poder transmitir cómo lo hacemos, qué hacemos, cómo trabajamos, es siete por veinticuatro. Los temas no se agotan a las 13:30 de la tarde, trabajamos sin parar. Eso es lo que intento siempre comunicar, no sólo lo que hacemos los jueces de familia sino lo que se hace en todo el país. Por ejemplo, en la Triple Frontera, hay un juez federal que tiene 17 empleados. Si uno ve del lado brasilero para atender la misma situación conflictiva hay ocho juzgados. Se llega a un cuello de botella donde el sistema necesita recursos humanos o tecnológicos y no están. Y ni hablar de los edificios en donde prestan su función. Hay mucho por hacer. Recorrí todas las jurisdicciones porque necesitaba conocer de primera mano los lugares, acercarme y tener contacto con las personas y sus equipos de trabajo que todos los días ponen lo mejor de sí.

Fuiste asesora del ex ministro de Justicia, Germán Garavano. ¿Te afecta que te vinculen con el macrismo?
Para nada. En la gestión de Garavano me dediqué, durante poco más de un año, a todo lo que hace al derecho privado. Ya sea reformas legislativas, una ley procesal especial para los temas de familia, la Ley de Arbitraje Comercial Internacional, una reforma también del Código Civil y Comercial de la Nación. Si me hubiese convocado cualquier otro ministro para que me hiciera cargo de un área que se creó para modificar las leyes y hacerlas accesibles, hubiera ido. No tengo ninguna vinculación ideológica y menos partidaria. Me la paso estudiando y si puedo volcar mi conocimiento y ayudar a que alguna ley sea mejorada o impulsar un buen proyecto, lo voy a hacer.

¿Cómo ves el funcionamiento del Consejo desde que asumió Horacio Rosatti?
Lo veo muy bien. Estoy de acuerdo con que el Presidente de la Corte sea el Presidente del Consejo de la Magistratura. Esto también sucede en otros países como, por ejemplo, España. Lo que siempre dije fue que había una especie de divorcio entre el Poder Judicial y la Justicia. Yo estaba a dos cuadras del Consejo pero era como si no existiera, era un lugar lleno de gente pero si uno necesitaba, por ejemplo, resmas de papel, un casillero, un estante, tenía que iniciar un expediente que nunca terminaba de tramitar. El Consejo había tomado una entidad propia pero no para bien, no como soporte de los juzgados de todo el país, sino lo contrario. Por eso me parece que este doble rol del de presidente de la Corte y del Consejo hace que las cosas fluyan de una mejor manera. Y más con un presidente que gestiona, que le interesa y que también recorre.

¿Crees que debería sancionarse una nueva ley para el Consejo?
Eso lo decidirá el Poder Legislativo que todavía no ha presentado esta nueva ley. Esa es la política. Hay que cumplir lo que la sentencia de la Corte dice y está bien que así sea. Creo que el Consejo de la Magistratura cuanto más técnico sea, mejor es. Hay países del mundo donde está conformado sólo por jueces. Tiene que ser menos político y más judicial, más técnico.

Como jueza de familia, ¿creés que hay muchas falsas denuncias que llevan a una mala investigación y además sin consecuencias para el que lo hace?
Existen las falsas denuncias y hay que hablarlo. Pero hay muchas denuncias que lamentablemente son ciertas. Hace más de 30 años que estoy en el Poder Judicial y tengo muchas horas de vuelo haciendo lo mismo, tengo oficio. Cuando uno ve a la parte, cuando uno tiene una duda, cuando llega esa denuncia que implica casi siempre separar a un niño, niña o adolescente de sus padres, muchas veces mantenemos una entrevista. Hacemos pasar a esa parte con la trabajadora social y la secretaria y empezamos a trabajar porque es muy difícil tomar este tipo de medidas. Tratamos de intervenir de la mejor manera para que el efecto de esa denuncia sea lo menos nocivo, pero siempre tenemos que preservar a los niños. En primer término cuando uno tiene una denuncia de abuso se tiene que cortar los vínculos hasta que avancemos en la investigación. Me parece muy interesante la pregunta porque si la penalidad realmente fuera fuerte y eficaz nadie haría una denuncia falsa. Porque las consecuencias por supuesto las pagan los adultos pero también los niños, y es lo que más nos preocupa y ocupa.

¿Hubo cambios después de la pandemia en el derecho de familia?
La virtualidad es bienvenida en audiencias simples, cuando hay cuestiones de alimentos o temas donde no tenemos que estar tan atentos a una escucha activa. Nuestra población es muy vulnerable, excluida, marginada. Tenemos niños, niñas y adolescentes sin cuidados parentales; en hogares de menores; niños que han sido abandonados con discapacidades severas; tenemos adultos mayores; adultos mayores que están solos en hogares; personas con padecimientos de salud mental. En el derecho de familia es muy difícil tomar una audiencia de modo virtual, uno no puede escuchar por una camarita porque se pierde un montón de cuestiones. Uno tiene que estar atento a ese lenguaje corporal, a la escucha activa, a ver cómo ingresa a la sala o a la oficina, un montón de aspectos que en lo virtual no se pueden apreciar. No estoy de acuerdo con la virtualidad para este tipo de procesos, sí para cuestiones entre adultos que están por un tema económico o de régimen de visitas. Hay determinados casos donde lo humano es fundamental.

¿Por qué considerás que hay una crítica tan fuerte a la justicia?
La principal razón es que no comunicamos lo que hacemos. Cuando la gente conoce lo que hacen los jueces y juezas penales o cómo trabajamos los jueces y juezas de familia, entienden mejor el funcionamiento del Poder Judicial. También se busca en la justicia una solución mágica y como siempre digo nosotros administramos el dolor. Cuando llega la gente al juzgado no llega porque va a comprar un paquete turístico para irse de viaje, cuando llega a la instancia judicial es que han fallado las otras maneras con las que uno puede resolver conflictos. Nosotros administramos ese dolor en las cuestiones de familia. Lo que vamos a tratar es de poner un límite. Hay un 50% que va a decir que es un desastre la resolución dictada y el otro que se conforma con ella. La sociedad en su conjunto está mal, es muy violenta. Lo vemos todos los días con casos que son terribles y en las denuncias de violencia familiar. Tenemos que cambiar nosotros, trabajar en todo lo que podamos para modificar y hacer una justicia que sea mucho más humana, mucho más eficaz, mucho más rápida y empática. Pero para que ese proceso sea más rápido y justo se necesita una ley.

Y ese proyecto está…
Hay una iniciativa que trabajamos en el Ministerio de Justicia, donde se convocaron a los académicos y especialistas más importantes de la Argentina y se hizo un proyecto moderno para los procesos civiles. A veces escuchamos en las noticias que es todo penal pero la vida nuestra pasa por la justicia civil, por un tema laboral, por un tema comercial, por una separación, por una muerte. Trabajamos en una propuesta de Código Procesal Civil y Comercial que es ágil y dinámico. Está en el Senado, no pierde estado parlamentario porque es un Código Procesal, pero está desde 2018 esperando. Hay muchísimos códigos que han sido modificados porque son las normas de juego dentro de la cancha. No me puedo salir de lo que dice la ley, porque la ley es para todos. No puedo decir a mí no me parece, entonces voy a hacer un tipo de proceso diferente. Y en los temas de familia, por ejemplo, no tenemos un código procesal especial. Utilizamos el mismo código procesal para un tema comercial que para un tema civil patrimonial y que para un tema de niños con urgencias. Está pésimo, necesitamos una ley especial para resolver los temas de los menores de edad y de los más vulnerables rápidamente.

¿Cuánto puede demorar una causa de familia?
Depende de muchas variables. Porque si hay un divorcio donde están de acuerdo las partes, puede entrar y salir en el día o al día siguiente la sentencia. Pero están los casos más complejos, donde las partes se aferran a la casa, la silla, el auto, el perro. Porque ha aumentado muchísimo la judicialización de todo. He tenido casos donde se ha devuelto la niña el fin de semana con las uñas cortas y el abogado hizo una incidencia en el expediente porque le había cortado las uñas el padre a la niña. Imaginate. Se llega a un punto en donde se recurre a la justicia para que se resuelva que este señor que siempre fue así cambie y no lo voy a lograr yo ni nadie.

Hoy los niños pueden opinar ¿pero cómo hacen para saber que tienen ese derecho?
Eso es muy importante. Nosotros cuando citamos o más bien invitamos a un niño al tribunal, por ejemplo, le enviamos una carta y un librito que se llama Mi audiencia en el Juzgado de Familia. Ahí le explicamos con quién va a estar, dónde va a estar, qué es un juzgado, por qué una audiencia. Entonces cuando el niño llega al juzgado, viene con su librito y ya sabe el camino que va a recorrer. Eso es el derecho a la información y todo esto tiene que ver también con otra cuestión de la Convención de Naciones Unidas, que habla del ambiente adecuado. Uno no puede escuchar a un niño en un ambiente hostil, intimidatorio. Es algo básico de sentido común pero que es el menos común de los sentidos. No hay recursos pero nosotros pintamos, fuimos a Tigre y compramos cosas para hacer un lugar más cálido para esperar a un niño o niña. Porque aparte la mayoría de los niños y las niñas que vienen están atravesados por profundos dolores y situaciones muy difíciles.

¿Cómo ves el ataque constante del kirchnerismo hacia la Corte Suprema?
No es bueno para el país. En un Estado constitucional de derecho se tienen que respetar las instituciones. No estoy de acuerdo nunca con que haya críticas hacia cualquier persona, sea quien sea quien esté en el Gobierno o en el Poder Judicial. Los medios para hacerlo son otros, pero hoy estamos de vuelta acostumbrados a esta violencia que sufrimos y padecemos todos, esta violencia institucional y verbal. Estamos expuestos a un mundo muy turbulento y violento en el que existe una crisis de autoridad muy importante. Creo que tenemos que aprender todos a pacificar cada uno en lo que hace. Hemos perdido las ganas de todo, hemos caído en un lugar de desesperanza del que tenemos que salir porque sin duda hay mucha gente valiosa que trabaja por mejorar el país.

¿Creés que sigue existiendo el techo de cristal?
Sin duda. Según las últimas estadísticas de la Oficina de la Mujer el mapa de género habla de un 57% de mujeres en los cargos de base y sólo el 30% en cargos altos. Todavía hay un largo camino por recorrer. La brecha sigue siendo muy alta. Cuando los cargos son más altos, menos mujeres llegan. Eso tiene que cambiar. Vamos a hacer un país más inclusivo, más maduro, cuando no sea noticia que haya determinada cantidad de mujeres ocupando cargos importantes. Quiero llegar a ese punto en lo que respecta a la inclusión de los niños que tienen alguna discapacidad. Que en la educación no se hable más de inclusión, que esos niños puedan ir a la escuela igual que todo el resto porque tienen el derecho, porque tienen dos convenciones con raigambre constitucional que así lo disponen. Sin embargo conocemos casos de padres que tienen algún hijo con discapacidad y les toca luchar en la escuela donde van para que tengan integración. A veces queda escrito en las convenciones y en las leyes pero a la hora de tutelar, de garantizar, eso no se cumple.

Foto y Video: Avanti!