“Negar las neurociencias es un crimen”

Su currículum es extenso y sus respuestas dan cuenta de su extensa formación académica. Es juez de Cámara en lo Penal de Menores en Mendoza, cargo para el que sostiene “es necesaria mucha sensibilidad y empatía”. Ferviente defensor de la neurociencias, Carlos Parma no ha podido definir si vale la pena fijar una pena frente a determinados delitos. En diálogo con Quórum, entre otras definiciones, señaló que “la Argentina ha decidido suicidarse en materia de política pública juvenil”.

¿Cómo fue tu infancia?
Una infancia muy pero muy feliz, rodeada de afectos. Un barrio muy sencillo, con calles de tierra, en Las Heras, Mendoza. Mi padre era profesor de Filosofía, Literatura e Historia entonces desde muy pequeñito me leía (adaptado) el “mito de las cavernas de Platón” o el  Sísifo. Esto me hizo amar la cultura griega y me dió un plus en la escuela primaria y secundaria ya que los salesianos tenían una visión educativa muy enciclopedista.

 ¿Qué te motivó a estudiar Derecho?
Mi hermano mayor era mi ídolo, abanderado y muy decidido a estudiar Derecho en Córdoba y allí fui. Fue como tocar el cielo con las manos, desde ahí nunca dejé de amar la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), donde me gradué, me doctoré, dirigí posdoctorados, publiqué libros y doné mis medallas de Doctor Honoris Causa.

¿Cómo fue tu derrotero hasta llegar a ser Juez de Cámara en lo Penal de Menores en Mendoza?
Como abogado participé en varias organizaciones civiles y gubernamentales referidas a la niñez. Luego gané un concurso de juez de instrucción donde estuve siete años, finalmente quedé primero en la elección de camarista penal de menores en el año 2000.

¿Cuál es el principal desafío que tenés en este cargo?
Requiere mucha sensibilidad, una visión humanista única, empatía, estar muy actualizado con resoluciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), y tener conciencia que cada chico que llega al sistema lo hace con su historia personal generalmente muy vulnerable. Esto amerita un tratamiento especializado muy particular.

¿Cómo evaluás el trabajo de la Justicia argentina en torno a la minoridad y el delito?
Es muy triste, la Argentina hace decenas de años que ha decidido suicidarse en materia de política pública juvenil. Argentina no tiene política pública, tiene leyes de la época de la Dictadura. Con esto ya decimos todo.

Dado que has sido reconocido por su trabajo en este tema, ¿por qué considerás que el estudio de la Neurociencia puede afectar positivamente el servicio de Justicia?
Las neurociencias es lo que se viene, sí o sí. Negarla es un crimen. Hasta la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha pedido y exigido su reconocimiento en varios rubros (ver ONU 4/8/21 99 sesión ordinaria CJI 641/21, rev1). Las conductas agresivas en jóvenes en conflicto con la ley tienen fundamentos múltiples, aunque predomina la “agresión impulsiva”. Desde una perspectiva social de las neurociencias, coordinada con la práctica forense, puede valorarse la casuística asociada con el resultado de la función de las neuronas integradas en circuitos que aún no han logrado su madurez. Al poner foco en la importancia de la neuroplasticidad y el tratamiento tutelar efectivo-positivo se encuentra una salida y a la vez una esperanza o solución probable al fin propuesto: la resocialización o refamiliarización del joven. 

Aún no se ha tomado conciencia de la importancia de las neurociencias. El giro cingulado actúa, además, como un mecanismo de control emocional. La cuestión no es menor pues en la práctica forense en general se observa cómo influye este centro en los delitos contra la vida (homicidio). Los sentimientos concretos están regulados por la corteza cingulada y la corteza orbitofrontal. Aquí están presentes los estados emocionales (respuestas periféricas, autónomas, endocrinas y esquelético-motoras) que involucran también a estructuras subcorticales como la amígdala, el hipotálamo y el tallo cerebral.

En términos simplistas, el giro cingulado es como una estructura “de paso”, como un puente, entre el sistema límbico y el neocórtex, que nos diferencia en gran medida de animales que han evolucionado de forma distinta a la nuestra. Es necesario entonces reforzar en los adolescentes los inhibidores capaces de detener estos “fogonazos” irracionales que, cuando están puestos en situaciones de agresión y vulnerabilidad, tienen gravísimas consecuencias. 

¿Su carácter multidisciplinario es lo que la hace indispensable para los nuevos tiempos?
El Estado se torna bobo. No sabe articular entre disciplinas por eso puede decirse sin temor a equivocación que para el Estado “el menor es un problema menor”. No sabe qué hacer con los chicos vulnerables, mucho menos con los que están en conflicto con la ley. De allí la importancia de los jueces, muy especialmente en aquellos que apuestan al tratamiento tutelar.

¿El delincuente nace o se hace?
La gran pregunta con infinidad de respuestas. Según los neurodeterministas (Roth, Singer, Prinz, etc.) el delincuente ya está hecho, determinado genéticamente. No hay solución. Algo bastante parecido al delincuente nato de Lombroso y Garófalo. Es más, algunos creen que porta el “gen del mal” (idea tan vieja con Epicúreo). Para otros es la sociedad lo que lo hace malo, su formación, su cultura, el hecho de interactuar y copiar conductas (interaccionismo simbólico). Los delincuentes en edades tempranas imitan conductas inadecuadas (droga, agresión, robos, etc.). Algo así como lo que presagiaba Rousseau. La sociedad te corrompe.  En otro orden hay quienes atemperan la cuestión y ponen peso en la experiencia. La plasticidad neuronal hace que éstos últimos conceptos tengan peso en la toma de decisión y el futuro de una persona.

La cuestión para mí es más profunda, es saber si el hombre es libre o no. Aún los existencialistas del siglo XX la defendieron desde el “Dasein” de Heidegger (1886-1976) o la “angustia” de Jean-Paul Sartre. Por el contrario, Borges en “Ruinas circulares” nos muestra atrapados en un sueño [ Parma, “Pasado, presente y futuro del derecho penal”, Editorial Acercandonos, Buenos Aires, 2018, ps. 39.]. 

En palabras simples: “Algo se puede hacer con lo que hicieron de uno”, siempre hay un hálito de libertad. Dicho de otra manera, salvo excepciones, transitamos en un mundo que nos deja pequeñas rendijas de libertad.  

¿Se puede exculpar a alguien que comete un delito amparándose en su predisposición genética?
Seguramente en un futuro eso exista, por ahora no creo que ninguna sentencia vaya en esa dirección. 

¿Vale la pena fijar una pena frente a un delito?
Hay que ver el delito, el sujeto y la circunstancia, entonces sí. Mis libros generalmente repiten esta pregunta ¿vale la pena la pena? Aún no le encontré la salida exacta.

¿Por qué aún no se encontró una alternativa más efectiva para los delincuentes que encerrarlos?
¿Y cuál sería? Probablemente las neurociencias dentro de décadas lo resuelvan con un químico y no van a existir cárceles. Antes se probó con la muerte, las galeras, los trabajos forzados, la esclavitud, el ostracismo, etc. Y todo terminó en el encierro. 

Mencionaste en numerosas oportunidades la importancia del avance de la Inteligencia Artificial ¿Cómo debería ser una Justicia Inteligente?
Convengamos que hay autos inteligentes, casas inteligentes, relojes inteligentes…. por qué no hay una justicia inteligente. La reflexión es necesaria: el derecho penal tiene un pensamiento del iluminismo del Siglo XVIII; tiene códigos del Siglo XIX; sus actores (jueces, fiscales, defensores) son del Siglo XX y los problemas y desafíos son del Siglo XXI. En esta inteligencia no se pueden dar respuestas viejas a problemas nuevos. La inteligencia artificial a través de los robots (hay cientos de jueces robots, programas, etc.) ha generado mucha confianza y seguridad. Sólo bastaría asegurar en su esquema los Derechos Humanos y una decisión humana final. 

¿Cuál es la principal diferencia entre el joven abogado y el juez de la actualidad?
El joven abogado egresa con cierta incertidumbre profesional. Las facultades no lo preparan debidamente en la práctica. Debe acudir a posgrados o estudios muy fuertes y reconocidos. Ese es un problema muy grande. El juez joven está ante una gran encrucijada ya que es “amo y esclavo de sí mismo”, explotado y explotador en la sociedad de consumo como sostiene Byung Chul Han. Su tesis es la siguiente: “La sociedad del siglo XXI ya no es disciplinaria, sino una sociedad de rendimiento. Tampoco sus habitantes se llaman ya ‘sujetos de obediencia’, sino ‘sujetos de rendimiento’. Hoy se vive en una sociedad del cansancio donde la libertad es una condena de autoexplotación. El hombre es amo y esclavo (La sociedad del cansancio) Sobrevivimos como en un estado de guerra”. Lleno de autoexigencia.

Por último, ¿qué es la Justicia para vos?
Visto como valor jurídico totalizador implica “el mejor entendimiento societario”, lo que compromete la equidad que es una especie de justicia que se adapta al terreno. Es decir, que iguala. La equidad funciona como un tónico a la justicia que la hace digerible. La justicia es una virtud completa que da a cada uno lo que se le debe en forma oportuna. La justicia -aunque parezca una estrella inasible- nos muestra que un mundo mejor es posible.