HAY MUJERES QUE HAN PODIDO TRASCENDER EN SU PROFESIÓN, MARIANA BARBITTA ES UNA DE ELLAS, UNA ABOGADA PENALISTA QUE TUVO LA VALENTÍA DE ABRIR SU PROPIO ESTUDIO JURÍDICO HACE MÁS DE 11 AÑOS Y QUE LUCHA POR LOS DERECHOS DE LA MUJER Y LA PERSPECTIVA DE GÉNERO DESDE HACE YA MUCHO TIEMPO. UNA MUJER QUE SUPO Y PUDO VISUALIZAR LO QUE LA SOCIEDAD MACHISTA TRATA DE IMPONER Y NATURALIZAR, HOY A TRAVÉS DE AMPA -ASOCIACIÓN DE MUJERES PENALISTAS DE ARGENTINA PROMUEVE UN ESPACIO PARA LAS ABOGADAS PENALISTAS QUE MERECEN SER RECONOCIDAS IGUAL QUE LOS HOMBRES EN EL LITIGIO PENAL, POR UNA REAL IGUALDAD DE GÉNERO. EN ESTA NOTA NOS RELATA SU HISTORIA, SU RECORRIDO Y LOS ESFUERZOS PARA LLEVAR ADELANTE UN LITIGIO PENAL IGUALITARIO: “A LAS MUJERES AL ESTAR INMERSAS EN UN MUNDO MUY PATRIARCAL NOS INCULCAN QUE EL DERECHO PENAL ES MUY GRAVE Y QUE NO LE CORRESPONDE A UNA MUJER EJERCER EN ESE FUERO, ESTE ESTEREOTIPO ES EL QUE HAY QUE ROMPER, PORQUE SI MANTENEMOS Y REPRODUCIMOS ESTOS MODELOS MACHISTAS, ELITISTAS Y OMITIMOS MARCAR LA DESIGUALDAD ESTRUCTURAL ENTRE VARONES Y MUJERES, ESA DISCRIMINACIÓN SE FORTALECE” ES UNA DE SUS FRASES QUE NOS MARCA EN ESTOS PÁRRAFOS.
¿Qué es lo que más te apasiona del derecho?
El litigio penal me atraviesa la vida. En su momento, pensaba en ser abogada o asistente social, porque siempre me interesó lo social. Cuando podía me sumaba a proyectos sociales y cuando comencé a cursar la materia de educación cívica en el colegio, me di cuenta de que era por este lado por donde me quería desarrollar. Así fue, que me anoté en Derecho en la UBA. ¿Por qué penal? ¿cómo te diste cuenta que era esta la rama del derecho que más te representaba? ¡Qué difícil! Todas las mujeres que hemos desarrollado esta rama del derecho lo sabemos. La primera materia que cursé en la universidad fue Derecho Penal y Procesal Penal, que es una materia anual que integra 3 contenidos: parte general, los delitos en particular, y los sistemas procesales. La cátedra era la del Dr. Julio Maier -hoy lamentablemente fallecido- y la adjunta en ese momento era Mirna Goransky, que hoy es fiscal general adjunta de la Procuración General de la Nación. Mirna estaba embarazada en ese momento, entonces fue reemplazada por Maximiliano Rusconi -Doctor en Derecho Penal que desde hace años es un brillante abogado penalista-, quien para mi sorpresa, el primer día que llegó para dar la clase, ingresó al aula con un bolso enorme y todos y todas lo miramos y recuerdo que nos preguntó: ¿ustedes piensan que yo de acá me voy al gimnasio? Y dijo: ¡No! Este es el bolso con los libros de la materia y empezó a sacar una cantidad de libros inimaginables. Y ese fue el comienzo de mi enamoramiento por el derecho penal, realmente fue la primera materia que me vinculó con esta rama y cursar con Rusconi fue algo inolvidable en mi vida. Lo que más me apasionaba del derecho penal era pensar en aquellas personas que se encuentran privadas de libertad que, para quienes somos operadoras del sistema penal -litigantes- es lo más impactante. Por eso, los esfuerzos por lograr decisiones jurisdiccionales más justas, la reducción de los índices de prisión preventiva, etc, me hacían reforzar la necesidad de transitar esta rama del derecho.
¿Cuál fue el mayor desafío?
El mayor desafío fue insertarme en esta rama del derecho siendo mujer. Es un fuero muy machista y patriarcal que históricamente estuvo pensado para varones, o sea, las cárceles se crearon para varones, el derecho penal como fuero en la justicia estuvo pensado para varones, con lo cual, la irrupción de mujeres que nos dedicamos al litigio penal en forma privada – algo que lamentablemente no se ve mucho – es un tremendo desafío. Y por esto mismo es que debemos hacer a un lado esos estereotipos. Cuando salís de la facultad, salvo que tengas una vinculación con algún estudio de derecho penal, la mayoría de las mujeres se dedican a casos civiles, casos de familia, primero porque pareciera que ese es el “formato” que nos bajan de la universidad, y por otro lado, por las necesidades de sostenerse económicamente. Al principio, tomás el caso que te toca, y hay que trabajar, porque quienes litigamos, no tenemos un sueldo fijo que nos permita sostener nuestra casa, nuestra vida, entonces uno va tomando el trabajo que te dan y no es muy común que te den un caso penal. Yo tuve el privilegio de estar siempre vinculada al derecho penal.
¿Cómo lograste eso?
A los 19 años, cuando terminé de cursar la primera materia con Maximiliano -Rusconi-, me convocó con otro grupo de alumnos y alumnas para integrar un proyecto de investigación y además, formar parte del estudio “Moreno Ocampo-Wortman Jofre”. Así fueron mis comienzos, estaba sumamente feliz y agradecida por el espacio, podría trabajar en un estudio de derecho penal! No así de feliz se puso mi madre -risas-.
¿Qué le daba miedo a tu madre?
La posibilidad de que me meta en “líos”, quiero decir, en su imaginario el haber sido convocada por un profesor de la Facultad de Derecho a realizar una tarea de investigación por la “Masacre de Ingeniero Budge” (el asesinato a manos de suboficiales de la policía bonaerense de 3 jóvenes del barrio), la aterraba pues yo debía viajar hasta allí para generar las entrevistas, vincularme con el derecho penal, meterme en las comisarias, en las cárceles y todo lo que ello implicaba. Lamentablemente, las mujeres al estar sometidas a un mundo patriarcal, tenemos la falsa creencia que el derecho penal no debe ser ejercido por nosotras, que esto es materia de “varones” pues ello lo escuchamos desde chiquitas, desde nuestras casas, en la escuela, en la universidad, en los medios de comunicación, etc. Por ello, es fundamental que hagamos un trabajo de sororidad entre aquellas mujeres a quienes nos interesa ejercer en este fuero tan machista.
¿Quién frena a las mujeres en el derecho penal? ¿Cuáles son las dificultades por las que tienen que pasar?
Las dificultades las ubicás en todos lados porque hay una matriz patriarcal dentro del derecho penal. Por ejemplo, muchas veces pasa que una abogada llega a la mesa de entradas de un juzgado y la persona que la recibe pregunta: ¿dónde está el abogado? esa pregunta la hemos escuchado varias veces, pues en los pasillos de tribunales penales, pocas son las mujeres que los recorren. Pareciera que las personas se sorprenden de vernos y deben pensar ¿Qué hace esta mujer ejerciendo en este fuero? La sorpresa es mayor cuando contestamos que somos las abogadas del caso. En ese momento, quienes pensaban que en realidad podríamos ser las madres, las hermanas, las novias, etc. de la persona por quien preguntamos, deben recibirnos con el mismo respeto que se le brinda a los magistrados y magistradas. Jamás nos identifican en esta primera presentación, con quienes ejercemos una representación profesional. A veces, no nos damos cuenta de lo que pasa, estamos tan formateadas desde el patriarcado que no lo vemos. En otras ocasiones sentimos un desplante cuando por ejemplo, en un juicio oral el Tribunal prioriza la pregunta de un colega varón por encima del interrogatorio de la abogada. Las mujeres, frente a la mirada de quienes trabajan en tribunales o en los estudios jurídicos de abogados -en general los bufetes están liderados por hombres- aparecemos siempre como las “secretarias”, las “asistentes”, la “segunda línea” y no advierten que estamos en un pie de igualdad con el compañero y en términos de estrategia, hasta es beneficioso que se distribuya el trabajo -por ejemplo, a la hora de preguntar-. Sin embargo, el tribunal siempre mira y le pregunta al varón: ¿Doctor usted tiene alguna otra pregunta?
¿Cómo crees que esto puede cambiar? ¿Qué debiéramos hacer?
Creo que lo primero que hay que hacer es una formación en perspectiva de género dentro del poder judicial. Este camino ya fue iniciado por Carmen Argibay quien fue una referente y la fundadora de AMJA. Hace más de 20 años que ese espacio promueve la igualdad de género en el poder judicial y por ello, es fundamental que jueces, juezas y todo el personal se capacite con una mirada de género -lenguaje inclusivo, paridad en las designaciones, paridad en los salarios, etc-. Claramente, si el poder judicial sigue omitiendo el análisis de los casos con perspectiva de género, jamás podría reconocer por ejemplo que, los incrementos de mujeres detenidas, encarceladas, privadas de su libertad están estrictamente vinculadas a ello. Estoy hablando de mulas -caso de drogas-, trabajadoras sexuales -caso de trata de personas-, mujeres condenadas por homicidios calificados por el vínculo, que en realidad son victimas de violencia de género -casos de legítima defensa en contextos de violencia-, delitos económicos donde las mujeres, por estas reproducciones patriarcales, aparecen sorpresivamente para ellas, en cargos de directoras en los estatutos sin que hayan ejercido ninguna función real, salvo en muchos casos ser obligadas a poner la firma. Estos supuestos son graves pues, aparece evidenciada la matriz patriarcal, es decir, por un lado la “ceguera” del poder judicial y por la otra, la dominación masculina, inclusive decidiendo sobre los cuerpos de las mujeres.
Hay que trabajar fuertemente en erradicar estas prácticas ya que Argentina ha suscripto compromisos internacionales que protegen a las mujeres contra las distintas formas de violencia -física, psicológica, sexual, económica y patrimonial, simbólica- y que deben ser cumplidos -Cedaw, Belén do Para, Protocolo de Palermo, entre muchos otros-.
A partir de ello, ¿es que decidiste formar AMPA?
Todo arranco en el año 2011 cuando viajé a Barcelona por una beca que me gané en la UBA, para estudiar el delito de trata de personas y me hospedé en la casa de una amiga. Ella venía transitando el feminismo desde hacía mucho tiempo. Me involucré con algunas lecturas del tema y cuando volví a la Argentina, con un paper armado sobre lo que había estudiado, me dije: todo lo que está sucediendo nos pasa a nosotras. Todas estas desigualdades que advertimos las vivimos las abogadas penalistas, las mujeres que decidimos enfrentarnos a un mundo patriarcal. Y esta situación hizo que en febrero de 2012 convocara a algunas colegas amigas de mi generación, como Natalia Sergi, Carolina Maglione, Alicia Cano, Patricia de Reatti, entre otras y les propuse comenzar a unirnos, a trabajar en equipo. Y así nació AMPA: Asociación de Mujeres Penalistas de Argentina.
¿Cuál era la propuesta?
La propuesta era muy simple: visualizar aquellas dificultades que enfrentamos las mujeres abogadas litigantes a quienes nos interesa el derecho penal. Comenzar a mostrar aquellas cuestiones que nos colocan en situación de desigualad frente a los abogados penalistas. Así fuimos de a poco, construyendo este espacio que con mucho esfuerzo estamos sosteniendo. No solo se sumaron abogadas litigantes sino que luego, las mujeres que integraban lugares en la justicia comenzaron a interesarse en esta problemática que nos atraviesa a todas: juezas, fiscalas, defensoras oficiales, empleadas, etc; comenzaron a identificarse con AMPA y eso hizo que nuestra asociación hoy cuente con mujeres reconocidas en sus ámbitos laborales que aportan su mirada “desde adentro”, fortaleciendo los debates que nos permiten crecer cada día más.
¿Cuándo fue el primer encuentro?
El primer encuentro nacional se hizo en noviembre de 2012 en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, por primera vez la facultad abrió sus puertas a este espacio novedoso. Ese encuentro fue precioso, hubo 150 personas sentadas en el suelo del salón rojo. Nos recibió Mónica Pinto, la primera decana de la Facultad de Derecho, un suceso único que ojalá, pueda repetirse. Luego, al siguiente año (2013) viajamos a Mar del Plata, Rosario (2014), La Plata (2015), Tucumán (2016), Mendoza (2017), Catamarca (2018), Misiones (2019) y este año, en el mes de noviembre, haremos el IX encuentro, en esta oportunidad será virtual y en la Universidad Nacional de La Patagonia. Vamos a tratar temáticas sobre legítima defensa en contextos de violencia, y contaremos con el testimonio de una mujer que estuvo detenida por homicidio calificado y finalmente fue absuelta, pues la Cámara pudo dictar una sentencia con perspectiva de género. Cada encuentro nos permite sumar a abogadas litigantes y mujeres de la justicia de varias de las provincias de nuestro país con la posibilidad de generar más espacios de sororidad entre todas.
¿Por qué marcás la idea de tu mirada no punitivista? El castigo penal ¿sirve como de-construcción del machismo?
Porque entiendo que el derecho penal es muy violento para todos los casos, ya sea del lado de la víctima o del imputado/a. Estamos preocupadas por las campañas mediáticas y las demandas sociales pidiendo más derecho penal, más punitivismo, pues la sola idea de ampliar el espacio del derecho penal no solo no resuelve ningún conflicto sino que además, pone en riesgo a muchas mujeres que en estados de vulnerabilidad quedan atrapadas por este fuero, con costos altísimos para ellas y sus familias. El femicidio no se resuelve con una pena perpetua, la trata de personas no se resuelve con más cárceles, hay que construir una sociedad más equitativa, más igualitaria, con menos discriminación y preocupada por erradicar la violencia que sufrimos las mujeres.