Esencia. Eso es lo que uno percibe ni bien ve el trabajo del artista Andrés Paredes. Misionero de nacimiento, lleva el espíritu de su provincia de tierra colorada a cada una de sus obras. Versátil e innovador pero con un concepto claro y fiel a su identidad, desembarcó en Madrid con su “Revolución de las Mariposas” y una de ella se posó en la fachada del Palacio de Linares. En diálogo con Quórum agradece a quienes confiaron en él, nos explica qué busca transmitir con su arte y cuáles son sus próximos proyectos.
¿Cómo fue tu infancia?
Soy de Apóstoles, Misiones. Mi papá es médico y, como mis tres hermanos y mis sobrinas, nacimos en la casa. Estaba dividida y una parte era una clínica y consultorio médico, lleno de olores, de instrumentos, de máquinas. Lleno de un mundo fascinante que llevaba a la ciencia, y por otro lado, un universo selvático de un jardín sin límites, del que sólo nos separaba una hilera de enredaderas con el otro terreno. No teníamos vecinos y la calle era de tierra colorada, típica de Misiones. Teníamos un mono y un gallinero con muchas gallinas, gansos y patos. Ese es un recuerdo de mi infancia, de una libertad absoluta entre ese patio soñado y ese mundo de la ciencia, del consultorio médico que era el lugar prohibido, donde jugábamos con mi hermana. Un factor fundamental en mi infancia es la siesta misionera, que es un espacio tiempo que para nosotros es casi un lugar físico. Un espacio donde los niños hacen lo que quieren y los grandes duermen. Ese es el recuerdo más hermoso que tengo de mi infancia.
¿Cómo llegó a tu vida el arte?
La primera vez que me di cuenta de que existía el arte fue en las charlas con mi padre, hablando de los expresionistas y de los grandes museos de Europa, que cuando los conocí descubrí en ellos un mundo fascinante. De parte de mi mamá, mi abuelo era músico y toda la familia toca algún instrumento. Fue por el lado de la música donde entré, porque estudié muchos años en el conservatorio de piano. Creo que de allí viene una condición que está presente en mi obra, y muchos de mis trabajos, que es la armonía y el ritmo de la música. Luego, con el tiempo, fui estudiando diferentes técnicas: diseño, grabado, fotografía, pintura, y después pude entrar a conocer el mundo contemporáneo.
¿Cuán difícil es para alguien del interior del país abrirse camino como artista plástico?En este momento nosotros tenemos la suerte de que el arte está abierto muchísimo a las provincias. Cuando empecé hace 20 años era bastante difícil para un artista de las provincias poder entrar en un mundo tan pero tan pequeño como eran las galerías de Buenos Aires. Tuve la suerte de que en el 2004 participé de un concurso de arte y en el jurado estuvo Jorge Gumier Maier, quien fue una persona clave en el arte argentino ya que descubrió a muchos artistas y los apoyó y dirigió la galería del Centro Cultural Rojas, que marcó una época; y Ana Martínez de Quijano. Con ellos de padrinos fue mucho más fácil ingresar en el mundo del arte, me abrieron este universo y ahí empecé a descubrir quiénes eran los actores de este mundo. Porque venir de Misiones -no me gusta hablar del interior- es como venir con mucha ingenuidad, sin saber quién era un crítico, quién era un coleccionista, qué significaba ser un galerista. Fue un bautismo de fuego en esa época.
¿Cuál fue la primera vez que sentiste que podías vivir de lo que amas hacer?
Si bien ya había vendido otras obras, en el 2006 realicé una muestra en Palatina, que es una galería muy tradicional de Buenos Aires, y era la primera vez que ellos incorporaban artistas nuevos a su staff, artistas contemporáneos. Con la curaduría de Rosa Manquillan, llegó un grupo de cuatro artistas. Presenté nueve obras y en la noche de la inauguración se vendieron 11. Había como una puesta muy fuerte por el trabajo, y también, para mí significó realmente poder dedicarme ciento por ciento a la producción artística y pensar que podía seguir mi vida produciendo obras y trabajando en el sistema del arte, vendiendo a los coleccionistas, trabajando con galerías, yendo a ferias, y tratando de crear siempre algo diferente. Esa fue la primera vez que tomé conciencia que esto era algo serio y muy profesional.
¿Hay una línea conceptual que atraviesa tu obra?
Toda mi obra es una relectura contemporánea de un espacio geográfico marcado por los ríos, por las fronteras y por el borde. Me gusta pensar mi trabajo como una relectura del paisaje de Misiones y sus alrededores, atravesados por diferentes líneas. Por ejemplo, esculturas de barro hechas con barro del Río Paraná, obras que llevan mariposas provenientes de un mariposario de Santa Ana (Misiones), calados de papel que realizó con una técnica que aprendí de una profesora suiza en la Facultad de Oberá, que es la Capital Nacional del Inmigrante. Entonces, ahí se mezcla lo social con un contexto histórico, toda la obra está alineada en ese marco teórico, que es la antigua región donde fueron las misiones jesuíticas, Misiones, Corrientes, parte del Paraguay, Brasil, la tierra colorada. De hecho abordo mucho el tema de la tierra también y de todos los animales, la fauna que vive en esta región. Yo sólo tomo insectos que se transforman, que mueren de una manera diferente a la que nacen. Allí hay un factor importante de mi obra que es la transformación. Creo que la naturaleza nos enseña con estos insectos que realmente uno puede cambiar y me gusta asentar ahí la metáfora que todo ser humano aspira, que es la de poder redefinirse, de poder ser lo que uno quiere ser. O, la de poder cuestionar, por lo menos, qué es lo que uno está haciendo y si se está cómodo en ese lugar. La respuesta es que en la naturaleza existe la transformación, existe la transmutación y existen indicios de que ese cambio es posible.
¿Qué materiales solés utilizar?
Elijo materiales muy diversos, tengo diferentes líneas de trabajo. Ya he trabajado con fundición de bronce y haciendo esculturas de bronce pulido y también con obras efímeras, con barro, con cuarzo, amatistas, con mariposas disecadas, pero mi línea principal de la obra es el papel y la escultura en madera MDF. Además, hago esculturas en resina epoxi y actualmente estoy haciendo una serie de acuarelas y tintas sobre papel que están ampliando mucho la cuestión del imaginario de mi obra. En la última edición del Salón Nacional obtuve un premio en escultura utilizando materiales que tienen que ver con lo performático, no se compran en una librería. Por ejemplo, las grandes arpilleras plásticas donde se cosecha la yerba mate que cargan el sudor y la tierra del trabajador, las llené con yerba mate y formé unas esculturas muy rizomáticas, con las que tuve la suerte de obtener un premio. Pinto con materiales no tradicionales, como la tierra proveniente de unos hormigueros hecha pigmento, y hasta llegué a trabajar con plasma y glóbulos rojos hablando del linaje, de mi lugar de origen.
¿Cómo es tu vínculo con los coleccionistas y cuál fue la primera persona que confió en vos?
Mi vínculo con los coleccionistas es estupendo, tengo una relación muy cercana. Al coleccionista le gusta saber qué está haciendo el artista, cómo piensa. Tengo muchos coleccionistas que compraron mi obra al principio que, incluso hoy, me siguen llamando para ver si necesito algo. Tuve la suerte de que mi primer comprador en arteBA de 2005 fue el abogado Juan Cambiasso, quien en ese momento era presidente de la feria. Él, junto con Marga Muñoz-Vargas de Macaya fueron los primeros compradores de las dos obras que presentaba y fue un impulso muy pero muy grande en ese momento. Ellos marcaron una confianza y una apuesta a futuro por mi obra. También el coleccionista Esteban Tedesco y Luis Incera son personas que me ayudaron mucho, confiando y apostando a la obra. La verdad que en este momento estoy en grandes colecciones argentinas y es un placer poder estar conviviendo con otros colegas artistas, con algunos muy históricos. A veces, visito las colecciones y me encuentro con lugares que son bellísimos. En Estados Unidos pertenezco a la colección de Lester Mark, que es un gran coleccionista.
¿Con qué galería estás trabajando y por qué la elegiste?
Actualmente estoy trabajando con la galería Cott Gallery de Palermo y fue una relación que empezó hace poco. La elegí porque es una galería nueva y tiene mucho impulso y muchas ganas de salir a mostrar el arte argentino por el mundo, ir a ferias. Y siento que es un equipo que está con mucha energía y fuerza, Gabriel Cott y Agustina Rinaldi, quien es la curadora de mi próxima muestra, el 26 de mayo, en la galería. Estamos preparando algo en conjunto que es muy interesante.
¿Qué significa para vos haber sido invitado para llevar tu obra a Madrid?
Fue algo muy impactante porque se trataba de dos etapas, pero sobre todo era la posibilidad de intervenir la fachada de un edificio muy histórico: el Palacio de Linares, y la oportunidad de cambiar el paisaje y la postal típica de Madrid, que es Plaza Cibeles, el centro neurálgico de la ciudad, donde se celebran las victorias pero también donde se hacen las manifestaciones y las protestas. Poder estar en ese edificio y modificar esa fachada es algo que creo realmente pasa una vez en la vida. Estar en las postales de millones de personas que pasan diariamente por allí, me da mucho orgullo. Me tomé muy en serio este trabajo y realicé esta mariposa de diez por cinco metros con mucho cuidado, usando materiales reciclados para que la obra sea sostenible, y sobre todo representando a un continente, un país y a una ciudad. Elegí para esa parte de la muestra una mariposa nativa de la ciudad de Buenos Aires y de la Argentina, que es la vulgarmente conocida como Cuatro ojos, que se llama Junonia Genoveva Hilaris. Usé la versión hembra de esa especie y verla en ese edificio en Madrid es un orgullo.
Contanos un poco de la muestra que llevaste a cabo.
La otra parte de la muestra se llama “La revolución de las mariposas” y está en la Sala Torres García. Son 60 mariposas en vuelo y diez pinturas que representan los ciclos de la vida, la transformación, pero también representan a una mariposa que deposita su huevo en una planta hospedera. Cada mariposa, o cada especie, sólo deposita su huevo en una planta que se llama “hospedera”, donde van a comer sus orugas. Y en esto pensamos con la curadora Helena Ferronato: la relación que hay entre el migrante que vino de España a Argentina para mejor porvenir de su descendencia, de sus hijos, y en otro momento, los argentinos migrantes que están en España, miles, también buscando un mejor porvenir. Y, por qué no, tal vez ese ciclo se repita cuando esos hijos o nietos vuelvan a nuevamente a nuestro país. El ciclo se representa con las mariposas volando que representan a siete especies diferentes de la ciudad de Buenos Aires y forman una nube de migrantes que están en el centro de la sala y en una de las paredes hay pinturas de esos huevos que depositan sobre las hospederas.
¿Por qué crees que tu carrera creció tanto en los últimos años?
Con el tiempo uno va sosteniendo la carrera y va trabajando mucho para que eso suceda. Participar en exposiciones, muestras con diferentes soportes, premios. Estoy agradecido de que siempre tuve un buen acompañamiento de los coleccionistas y de la crítica, de los escritos que produce la obra, y las capas de significación que se le agregan. Creo que es una obra que la gente que entiende de arte la aprecia y la gente que no entiende, o no le interesa, también la aprecia y eso es un factor importante. Sostenerse es un trabajo arduo para el artista contemporáneo y realizar diferentes cambios en la propia obra.
¿Cuál es tu sueño o tu próximo objetivo?
Creo que el sueño de cualquier artista es tener libertad en la creación y tener un espacio de exposición. En eso estoy trabajando ahora, en una muestra que la vamos a realizar en Buenos Aires, en mayo, en la galería Cott, donde realmente estoy pudiendo crear sin ningún tipo de límite, donde estoy pudiendo plasmar sueños y concretarlos. Eso es lo más lindo, poder llegar a concretar un sueño o una imagen en algo físico y poder compartirlo con la gente. Actualmente, estoy pensando en unas vídeos performances que van a ser realizadas en Misiones, en la selva, y se van a proyectar tanto en Buenos Aires como en la feria de Miami, y esas performances también involucran el factor del tiempo que a mí me interesa mucho. Mi sueño también es poder seguir haciendo obras instalativas y de gran formato, como las que realicé en el CCK o en el Centro Cultural Recoleta. Son obras inmersivas, donde la gente puede participar y meterse, realizar este tipo de obras, que son efímeras y sólo la experiencia del espectador es lo que queda, lleva una inversión de tiempo y sobre todo muchísimo dinero. Ese es mi sueño, mostrarlas en lugares de legitimación como bienales o museos.
¿Cuánto costaría tener hoy una obra de Andrés Paredes?
Actualmente, tengo obras de diferentes precios y tipos. Hay series de grabados que van desde los 500 dólares, hasta trabajos que llevan tres o cuatro años de realización que rondan entre los 8 mil y 10 mil dólares, siempre hay una galería o un marchand de por medio que se encarga de poner valor a la obra. Hay algunas que son accesibles y hay otras que llevan muchísimo tiempo de trabajo y eso se ve reflejado en el precio de la obra.
¿Qué es la justicia para vos?
La justicia es una virtud interna, un regalo que tenemos como individuos, como sociedad, como colectivo. Me gusta pensarlo visualmente como una cuestión armónica, donde cada uno está relacionado con el otro formando una gran trama perfecta, donde desde lejos se puede ver el equilibrio oculto. El equilibrio en el que sabemos que hay diferencias pero no se perciben, se equiparan con las del otro y se sostiene mediante una trama. Me gusta pensarlo así.