Podríamos decir que vive con la Constitución Nacional bajo el brazo y no estaríamos exagerando. Abogado por la Universidad de Buenos Aires, Master of Laws por la Universidad de Columbia en Nueva York, profesor de Derecho en la Universidad de San Andrés y presidente del Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires, Alberto Garay charló con Quórum y realizó una fundada defensa a la Corte Suprema y a la independencia que debe tener el Poder Judicial.
¿Qué es la justicia para vos?
La justicia como valor es, según Aristóteles, dar a cada uno lo suyo. Es un valor esencial en la constitución de cualquier sociedad que se basa en el respeto del otro. Si una sociedad no aspira siquiera a alcanzarlo va a tener insatisfacciones muy grandes en todos los órdenes de su vida.
¿Por qué decidiste estudiar abogacía?
Alguna vez pensé en estudiar arquitectura o algo vinculado a las ciencias naturales, pero siempre me gustó mucho tener la posibilidad de defender ideales o causas. Desde chico me valió una amonestación importante en el colegio primario porque corregí a un maestro y le dije que así no se trataba a un alumno que estaba siendo retado. Tenía diez años y por supuesto se me sancionó, fue todo un escándalo. Siempre había algo en mí -quizás por la formación de mi familia o por mi educación- que me llevaba a defender causas propias o ajenas. Cuando estaba por terminar sexto año apareció la oportunidad de ingresar a trabajar en Tribunales y mi colegio estaba exactamente enfrente. Es decir, el camino a la Facultad de Derecho ya estaba trazado. Me empezó a gustar tanto trabajar en Tribunales que me aburría en la facultad. Tanto es así, que me llevó como seis años recibirme. Después me tocó tomar una decisión que no fue fácil: si me quedaba en Tribunales o si me iba a ejercer la profesión. Era la época de los militares,1981, y uno no sabía cuándo iban a irse. Existía la posibilidad de que no me designaran por un tiempo largo y finalmente decidí irme a un estudio. No volví nunca más.
¿Ahí fue cuando fundaste Carrió y Garay?
Iba a entrar a Marval O’Farrell en esa época y Ernesto Farrell me presentó a Fernando Legón, quien estaba casado con una sobrina. Justo Legón acababa de salir de la Inspección General de Justicia y me gustó la idea de trabajar codo a codo con él, porque tenía una cabeza privilegiada en materia comercial. Trabajé con él un año y medio y después fundé mi propio estudio en el 85. En 2011 fundamos Carrió & Garay y lo disolvimos diez años después. Ahora estoy de nuevo con mi estudio privado y desde hace unos cuantos años me dedico a litigar fundamentalmente en el Fuero Federal y en la Corte.
¿Cómo fue tu experiencia en la Universidad de Columbia de Nueva York?
Otra de las cosas más lindas que me tocó hacer en la vida. Nunca había pensado realmente en ir a estudiar afuera y un abogado, Adrián Hope, me dijo que por mis características tendría que estudiar en Estados Unidos. Él despertó en mí un gran interés por esa, llamémosle, aventura, que es un tránsito casi ineludible si te gusta el derecho constitucional como a mí o si te gusta el derecho comparado, como también me gusta. Nuestra Constitución en muchas partes está basada en la norteamericana, con lo cual ir a estudiar constitucional a Estados Unidos y a la Universidad de Columbia, en Nueva York, fue una experiencia imborrable. El nivel de los profesores y de los alumnos es impresionante. El año que ingresé el promedio de nota de los alumnos norteamericanos era de 9,70 sobre 10.
¿Y qué características tiene que tener una persona para que le recomiendes ir a capacitarse afuera?
La mayoría de los que conocí (argentinos o del resto del mundo) lo hace como un escalón de ascenso en su carrera profesional, yo lo hacía porque me apasionaba el derecho constitucional y me gustaba seguir estudiando el tema. En Estados Unidos la primera característica que tiene que tener cualquiera que vaya es que le guste estudiar, porque va a tener que estudiar muchísimo. Son muy exigentes y en las clases se va a discutir, a argumentar, no a repetir lo que dice el libro. Es una forma de entrenarte permanentemente en argumentar y contraargumentar, en defender y atacar. Con lo cual, a quien le guste ese tipo de gimnasia, a quien le guste la experiencia de estar viviendo afuera con gente de todo el mundo, es el lugar ideal.
¿Deberíamos adquirir eso en la UBA y en todas las universidades?
Creo que la universidad que logre eso es la que va a hacer la diferencia. He discutido mucho esto con la gente de las universidades privadas y veo que unas cuantas -sobre todo cuando empezaron- seguían más o menos en la misma metodología de enseñanza. Generalmente tienen grupos de profesores muy serios, con mucha preparación, que han ido a estudiar afuera, y buscan avanzar con este método de razonamiento en base a casos particulares. Ninguna lo ha logrado en todas las materias. Cuesta romper con la tradición continental, romanista, o, si se prefiere, cuesta extraer del Common Law aquello que nos puede ser útil y creo que también cuesta porque el Common Law es más complicado, exige mucho más trabajo.
Hace tiempo integrás el Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires y actualmente sos su presidente. ¿Por qué decidiste involucrarte?
Un grupo de ex presidentes del Colegio me ofreció candidatearme porque reunía las características de tener un perfil profesional y un perfil académico, además de ser un independiente dentro del Colegio de Abogados. No integraba los grupos predominantes dentro del organismo. Entonces consideraban que con ese perfil podría abrir la puerta a todo un segmento de la profesión que, por diversas razones, no se sintiera atraído para ir al Colegio. Me eligieron como presidente y ahora me renovaron el mandato por dos años más.
¿Y por qué un abogado matriculado en la Ciudad debería también asociarse a este Colegio?
Asociarse al Colegio de la Ciudad lo va a beneficiar porque hay mucha actividad en las comisiones. Se reúnen una vez por mes y actualmente se están creando nuevas comisiones. Ofrecemos seminarios, estamos invitando a muchos profesores y abogados que ejercen la profesión a dar charlas. Hace ya unos cuantos años se organizó un curso para abogados jóvenes que recién ingresan a la profesión para hacer sus primeras armas como abogados. Y hoy estamos intentando revitalizarlo porque, como decía Genaro Carrió en una monografía que escribió en los años 60, un problema que tenemos en Argentina y en general en los países de Latinoamérica es que a los abogados no se nos enseña a ser abogados. En la Facultad a nosotros se nos enseñan materias que se refieren a determinados temas jurídicos. Ahora, cómo se usa ese derecho para defender los intereses de un cliente, no nos lo enseña nadie. Eso lo aprendemos en la práctica. Este déficit, en mi opinión, sigue caracterizando a nuestra educación y por eso es necesario proporcionar nuevas herramientas y diferentes perspectivas. Entonces este curso inicial lo que busca es eso, es cambiarle la cabeza de ser un observador del derecho o un declarador del derecho, a pensar en función de los intereses de clientes que tienen determinados problemas societarios, civiles, impositivos, constitucionales. Uno tiene que aprender a usar el derecho en pos de los intereses del cliente. A esta actividad se suma la prédica constante del Colegio en defensa del Estado de Derecho, que en eso también hacemos mucho hincapié sobre todo en lo que es tratar de defender al Poder Judicial tanto de los ataques políticos como de los intentos de controlar al Poder Judicial. También nos preocupan las impericias profesionales de los jueces y de los abogados, así como el maltrato que a veces vivimos quienes ejercemos la profesión. Es un equilibrio muy difícil.
¿Qué opinás del ataque a la Corte Suprema por parte del kirchnerismo?
Es un disparate. He criticado fallos de la Corte porque mi educación es tratar de someter una sentencia a un análisis crítico. La Corte sí dicta sentencias con las que uno no está de acuerdo pero el sistema es así. Si a uno le interesa la independencia del Poder Judicial y de la Corte, que es su cabeza, debe estar dispuesto a tolerar sentencias con las que uno no está de acuerdo. Uno tiene que aprender, como dice el dicho popular, a tragarse el sapo unas cuantas veces. Puede pasar que no estés de acuerdo con una sentencia de un tribunal al que llegan entre 20.000 y 25.000 causas por año y resuelve entre 8.000 y 10.000 causas por año. Puede pasar porque tienen demasiado trabajo y más en la situación actual donde la Corte está siendo sometida a una presión impresionante desde el poder político. Han dicho barbaridades desde la Legislatura y desde el Poder Ejecutivo. Hay que preocuparse más todavía por defenderla, porque sin justicia independiente no hay justicia. Un país que tiene una administración de justicia que carece de independencia respecto del poder político, del poder económico, necesariamente va a producir una violencia -que tarde o temprano- será mucho mayor que estar dispuesto a tolerar algunas decisiones que son opinables o muy censurables. Desde el Colegio hicimos el juicio que termina en la sentencia que declaró la inconstitucionalidad de la Ley 26.080 del Consejo de la Magistratura, esperamos 16 años. La Corte fue la que menos tardó. Fueron 11 años entre primera instancia y Cámara pero se pone el acento en la sentencia de la Corte, que -en lo fundamental- dijo lo mismo que había dicho la Cámara Federal. La Corte hoy está sometida a un escrutinio como no estuvo en toda su vida institucional. Desde 1983 nunca la gente puso tanto el foco en las decisiones de la Corte como ahora.
¿La gente o el gobierno?
No, la gente, los abogados, los profesores, los gobiernos. Nunca se escrutaron tanto las decisiones judiciales, nunca se las tuvo tanto en cuenta. Los temas judiciales eran temas menores aún cuando fueran decisiones importantes. Hoy está lleno de artículos de profesores que se dedican a seguir la jurisprudencia de la Corte. En el Colegio tenemos una comisión que es de seguimiento de esa jurisprudencia y se creó hace relativamente poco. Uno tiene que aprender a tolerar las decisiones de la Corte con las que no coincide. Tiene que controlar a la Corte, tiene que preocuparse por la fundamentación de sus decisiones y exponerlas al análisis crítico, como la propia Corte Suprema propuso en el prólogo a su colección de Fallos, que está en el Tomo I, y que todos debieran leer (jueces incluidos) porque es una pieza constitucional y política extraordinaria.
¿Hoy ves una Corte unida?
Actualmente son tres jueces quienes deciden de una forma bastante coincidente y uno que está enemistado con los otros y que falla generalmente por su cuenta. A veces coincide y otras no. Así ocurrió en el caso del Colegio de Abogados, sobre la constitucionalidad de la ley 26.080, donde Ricardo Lorenzetti tiene un voto concurrente con porciones muy subidas de tono, innecesariamente, no obstante lo cual su discrepancia no es con la inconstitucionalidad de la ley sino con el remedio que los otros eligen para conjurar esa inconstitucionalidad. No coincido con su discrepancia, pero no le pediría juicio político a Lorenzetti por lo que dice en su voto. En Argentina como no ha existido una tradición de analizar las sentencias judiciales como existe en el Common Law, tampoco se ha podido distinguir entre lo que es la inconstitucionalidad de una norma y lo que sería el remedio que muchas veces hay que construir para curar esa inconstitucionalidad. Por ejemplo, en el caso del Consejo de la Magistratura, las disposiciones de la Ley 26.080 que le dan al estamento político la mayoría de votos para tomar gran parte de las decisiones más importantes, rompe el equilibrio de estamentos que exige la Constitución. La Corte en vez de inventar o idear un remedio que curara ese desequilibrio, decidió revisar la ley anterior, (sustituida en algunos artículos por la ley declarada inconstitucional) y decidió (si en el ínterin el Congreso no sancionaba otra norma) que algunas de las disposiciones de la ley anterior eran más equilibradas que las normas inconstitucionales de la ley posterior. Esta sentencia es una de las razones del juicio político que se intenta actualmente, donde se critica que están reviviendo una ley. El problema aquí es cuando se utilizan analogías con las ciencias naturales. Entonces, ¿cómo se va a revivir una ley? Las leyes no viven ni mueren. A veces se sancionan y otras se derogan. Obviamente, no están reviviendo nada, están construyendo en definitiva un remedio que está en una ley que otra ley inconstitucional había sustituido. Un artículo inconstitucional no puede sustituir válidamente a otro que sí lo era. Por esa razón, la mayoría de la Corte vuelve a la redacción anterior. Es algo tan simple como eso. Y tampoco es la primera vez que lo hace, hay mucha jurisprudencia en ese sentido.
¿Considerás que hubo alguna otra razón para impulsar el juicio político a la Corte?
Creo que el kirchnerismo, como parte de las fuerzas políticas argentinas, no cree realmente en la independencia del Poder Judicial. Entonces cuando empiezan a tener decisiones que les disgustan, ahí no toleran más la independencia del Poder Judicial y empiezan a atacarlo. El deterioro del Poder Judicial empieza a mi modo de ver -pero no estoy solo en esto- en 1930 y la famosa acordada que convalida el golpe. Esa Corte también tolera que el gobierno de facto nombre y cubra una vacante, tolera la revolución del ‘43 – cuyas cabezas eran el presidente Pedro Ramírez, luego Edelmiro Farrell y su vicepresidente, ministro de Guerra y secretario de Previsión Social Juan Domingo Perón- y emite una acordada casi idéntica a la del 30. Este gobierno de facto también cubre una vacante en la Corte cuando lo designa Tomás Casares. La Corte no dice nada. Después Perón llega al poder y en su discurso inaugural dice que él respeta la independencia del Poder Judicial pero pone por encima el principio de justicia y considera que los jueces tienen que acompañar los procesos políticos populares en sus decisiones. Al día siguiente, pide el juicio político a la Corte salvo al que ellos habían nombrado. Removieron la Corte y designaron abogados, todos del mismo color político. No había opacidades. Aquí se inaugura una nueva forma de ver al Poder Judicial.
¿Y qué deberíamos hacer como sociedad para tener un tribunal independiente o jueces independientes?
Primero, como dije antes, hay que aprender a tragarse el sapo. Los que están ya están. Después sí pediría que exista un escrutinio permanente del comportamiento de los jueces. De la Corte y no sólo de la Corte. Los jueces tienen que estar controlados y tienen que controlarse no sólo en su vida de relación sino también en sus sentencias. Tenemos que estar todos alertas al comportamiento de los jueces, pero alertas también para resguardarlos de los ataques del poder político. También me parece que si un juez se comporta de un modo no ejemplar y reprochable, para eso está la formación del juicio político. Pero cuando uno ataca a todo un tribunal es, como mínimo, raro. No puede ser que todo el tribunal sea merecedor del juicio político. Me parece que la forma de cuidar la independencia del Poder Judicial es con control de las decisiones, con control del comportamiento público y privado de los jueces, porque para mí tienen que ser personas excepcionales.
¿Qué tiene que tener para vos una mujer que vaya a integrar el cargo vacante de Ministra de Corte Suprema de la Nación?
Las mismas que un hombre. No veo que la mujer tenga que tener características diferentes. Tiene que ser una persona preparada, tiene que ser una persona ejemplar, tiene que ser una persona destacada entre sus pares; si viene del mundo judicial debe escrutarse la calidad técnica de sus sentencias; si tiene actividad académica, la de sus trabajos, tiene que haber podido sortear con firmeza la audiencia pública previa. Tiene que tener las mismas cualidades que un varón y tiene que ser gente dispuesta a arriesgar el cargo en defensa de la ley y de la Constitución. He visto con el correr de los años que mucha gente transforma el excepcional cargo de juez en un mero cargo administrativo, se transforma en burócrata, más preocupado por sus beneficios presentes y futuros que por defender el cumplimiento de la Constitución y de la ley. Entonces hay que cuidar el trabajo y ellos lo que tienen que cuidar es la ley y los valores que la Constitución encarna. Se necesita gente con coraje. Mujeres y hombres. Porque muchas veces con todo este proceso de ablandamiento de los jueces se ha llegado a designar gente volátil, tanto que una norteamericana que vino a estudiar acá en los años 90 el comportamiento de la justicia federal, elaboró una pauta de comportamiento que ella llamó de deserción estratégica. Estudiando el comportamiento de los jueces penales de Comodoro Py, vio que los temas donde había políticos involucrados en los procesos, si el político estaba en su pináculo el expediente no se movía. Cuando empezaba a perder poder, el expediente salía del cajón y empezaba a activarse. Seguía perdiendo poder y la oposición levantaba vuelo, iban más para adelante con el expediente. Esto ella lo investigó seriamente con decenas y decenas de casos y llegó a elaborar este principio de la deserción estratégica que es horripilante. Hay que estudiar ese comportamiento eventualmente y donde uno comprueba que existe un juez que se comporta en las causas de esa manera, bueno, es una buena razón para estudiarlo en la Comisión de Juicio Político. Esos son los casos que deben preocupar y no hablar al voleo del Poder Judicial. Ahí hay que poner el acento.
¿Cualquier abogado debería poder acceder a realizar una presentación ante la Corte o debería tener una credencial especial?
En la mayoría de los países de Occidente para acceder a la Corte Suprema uno tiene que tener capacidades más exigentes que para poder acceder a los tribunales inferiores. Me parece que si se pudiera organizar seriamente un sistema así, le haría un favor a la Corte porque el trabajo que le llegaría sería un trabajo mucho más elaborado. No sé si la Argentina está dispuesta a una cosa semejante. Creo que así como no están dispuestos a una educación universitaria paga con becas para los que no tienen fondos para solventarla, tampoco estarían de acuerdo con una barrera en base al mérito o la experiencia que limite el acceso de la mayoría de los abogados. En Argentina establecer barreras en función del mérito no está bien visto por algunos y se trataría fundamentalmente de eso. ¿Por qué sería bueno ese tipo de exigencia? Y porque la educación también cayó. Entonces, si un abogado recién recibido puede hacer un recurso extraordinario y si esto lo pueden hacer todos y, bueno, lo van a hacer. No está en nuestra formación el inhibirse de una cosa semejante e ir a buscar a un especialista. La mayoría de los recursos que se presentan en la Corte son por los abogados que litigan en el foro en cualquier materia e instancia. Creo que es un tema serio a tratar, tanto desde el lado de los abogados como desde el lado de la organización interna de la Corte, que es un tema para otra nota.