martes, diciembre 10, 2024
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Mario Adaro: “Hay que innovar y probar enfoques distintos para mejorar el servicio judicial”

Se puede afirmar que su nombre es sinónimo de Innovación Tecnológica Judicial en Argentina y en muchos países de la región. Tal es así que promovió como Vicepresidente Primero de la Suprema Corte de Justicia de Mendoza la creación del primer Laboratorio de Innovación Judicial y Tecnológica de Sudamérica. En una imperdible charla con Quórum Mario Adaro hizo un repaso por su trayectoria y explicó por qué es tan importante dotar a la justicia de herramientas modernas para la resolución de conflictos.

¿Qué es la justicia para vos?

Ha ido variando en el contexto de la humanidad, de la situación, y de los modelos políticos, económicos y sociales. Creo que la justicia es todo espacio donde se puede resolver un conflicto. Cuando digo justicia es mucho más amplio que el Poder Judicial. Tengo una concepción de que pueden haber espacios de resolución de conflictos en lugares donde no necesariamente sea la institución judicial. Imagino espacios para resolver pacíficamente conflictos individuales o colectivos.

¿Siempre supiste que ibas a estudiar derecho?

Absolutamente. Hice la primaria en Palmira, mi pueblo natal y secundaria en el Liceo Militar y en algún momento descubrí que tenía mucha vocación por lo público. Leí una frase de alguien muy conocido en la Argentina (Eva Duarte de Perón) que decía que “a cada necesidad hay un derecho” y dije voy por ahí. Esa es la frase que me marcó. Yo he sido Evitista si querés, como figura histórica, conceptual, política. Elegí la frase menos jurista de todas. Muchos se han inspirado en Alberdi y en otros pero yo venía de un pueblo laburante e industrial de Mendoza que sufrió mucho durante los ‘90. Terminé haciendo Derecho Laboral y decidí estudiar en la universidad pública y fue una experiencia fantástica. Fue creada en democracia en el 85 y yo entré en el 87. Toda nuestra carrera fue en el Estadio Malvinas Argentinas, ahí funcionaba la Facultad de Derecho. Mi aula magna era la sala de prensa del estadio mundialista. Ahora hay un edificio muy lindo en Mendoza. Siempre mi vocación era pública y de servicio. Fui abogado de gremios mucho tiempo, milité políticamente. Fui concejal, Subsecretario de Trabajo, Ministro de Gobierno y ahora soy miembro de la Suprema Corte de Mendoza.

¿Cómo llegaste a ocupar este cargo tan importante?

En algún momento pensé que mi trayectoria política estaba agotada. Se había jubilado Aída Kemelmajer y había un vacante en la Corte. Siempre ha sido no un peso sino una gran responsabilidad. No porque tenía que ocupar ese lugar ni su rol porque eso es imposible pero sí porque tenía que hacer un aporte al Poder Judicial, no sólo en lo jurídico y lo conceptual sino también en la gestión, porque finalmente es un poder más del Estado y requiere liderazgo, organización y mejora. El desafío está bueno porque si vemos las estadísticas sobre la visión que tiene la gente sobre la justicia es impactante.Sólo Uno de cada cuatro argentinos cree en la justicia; tres de cada diez cree que somos independientes; cuatro de cada diez cree que somos transparentes. Es muy fuerte porque además si hacés esa misma estadística en cualquier Poder Judicial o en cualquier organismo de Argentina o de Latinoamérica, se repite lo mismo. Cuando hablamos de la percepción social y ciudadana sobre la justicia, nos encontramos con un poder que en la democracia tiene un sistema de legitimación diferente. En este sistema, nadie elige directamente a los integrantes del Poder Judicial, a diferencia de otros poderes electorales y democráticos. Por lo tanto, el esfuerzo para legitimar y mejorar el servicio del Poder Judicial es considerablemente mayor. Es crucial trabajar con transparencia, eficiencia y con el entendimiento de que el servicio de justicia está orientado hacia la ciudadanía y no sólo hacia las/los abogados y jueces. Aunque estos últimos son fundamentales en el sistema, el enfoque principal debe ser el ciudadano. En los últimos 15 o 20 años, ha habido transformaciones orientadas hacia la ciudadanía, aunque esto no siempre estuvo en la agenda. Hace más de 25 años, los Tribunales no estaban preparados para atender al ciudadano que acudía con su abogado. La frase común era: “Dígame su número de expediente”, lo que reflejaba una falta de enfoque en el servicio al público. La justicia es uno de los pocos servicios públicos intermediados y esa intermediación conlleva una gran responsabilidad para quienes litigan y para los abogados, que representan a las partes. A diferencia de la educación, la medicina y la seguridad, la justicia sí está intermediada. Es importante entender hacia dónde va el servicio de justicia y mantener un enfoque centrado en el ciudadano. Muchas reformas históricamente se han hecho pensando más en los intereses internos del Poder Judicial que en las necesidades de los ciudadanos. Sin embargo, creo que en las últimas décadas ha habido una evolución positiva en este sentido.

Sos un referente en innovación en tecnología. ¿Cómo surgió en vos esa vocación?

El diagnóstico sobre el estado de la justicia me lleva a reconsiderar ciertas cosas. Siempre recuerdo una frase atribuida a Einstein que dice que la definición de locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes. Si la justicia sigue haciendo lo mismo y espera mejorar la legitimidad y la transparencia, entonces, ¿estamos todos actuando de forma irracional? Esta reflexión nos lleva a pensar que es necesario innovar y probar enfoques distintos para mejorar el servicio judicial. Durante el proceso de selección de miembros de los poderes judiciales, desde el inicio de la democracia hasta ahora, se ha avanzado al permitir que los Consejos de la Magistratura sean elegidos directamente. Sin embargo, en los últimos siete u ocho años, estos Consejos parecen haber alcanzado un límite en su eficacia como mecanismo de selección. Si no se mejoran, actualizan, estos Consejos no son suficientes para cumplir su función. Es crucial reflexionar sobre cómo se definen los perfiles de los candidatos. Aunque se realizan exámenes orales y escritos y se evalúa la defensa y la composición, ¿qué pasa con la representación? Podría pensarse en reformar los Consejos de la Magistratura para hacerlos más transparentes y democráticos. Aunque no quiero generalizar, en muchos casos, estos Consejos no están haciendo las mejores elecciones/selecciones. Después de una década de su creación con el propósito de democratizar y mejorar la selección, si no se reforman, muchos de estos Consejos parecen estar estancados. Es esencial definir claramente los perfiles de jueces y fiscales que se buscan. Una comisión técnica puede encargarse del examen oral y escrito, pero ¿qué más se considera en ese perfil? ¿Qué habilidades y conocimientos adicionales se deben tener en cuenta? Es crucial que la selección de capital humano tenga en cuenta estos aspectos para mejorar la calidad de la justicia.

No sólo el currículum…

Creo que ninguna organización exitosa en el mundo se centra únicamente en los títulos. Aunque el conocimiento técnico del derecho es importante, no es suficiente por sí solo. He observado en otros lugares que la experiencia práctica previa a la designación es fundamental. Por ejemplo, en España existe una escuela judicial donde los aspirantes a jueces o juezas realizan una práctica que determina si están preparados para el cargo. Este enfoque contrasta con otros sistemas donde se valora más el puntaje en exámenes teóricos que la experiencia práctica. Creo que es necesario replantear nuestro sistema de selección y liderazgo. Actualmente, nuestras estructuras son jerárquicas, verticales y poco colaborativas, lo cual no favorece la innovación. Este tipo de estructura está destinado al fracaso en un mundo que demanda colaboración y adaptabilidad. Es esencial desestructurar estos modelos y hacerlos más colaborativos. Además, es importante que el líder formal coincida con el liderazgo efectivo. No siempre el líder formal es el líder real en el equipo. Un ejemplo claro es el del capitán de un equipo deportivo, quien es elegido por los jugadores y el club, pero no siempre está a la altura del rol de líder. Siempre doy un ejemplo. El capitán o la capitana de un equipo la eligen en camarines los jugadores. El club elige al director técnico. El club, que es la institucionalidad, elige un técnico que juegue y se le exige también ser capitán. A veces están a la altura de ser capitán y a veces no. Hay gente que no quiere ser líder de equipo, quiere nada más que estudiar, resolver el conflicto, dictar sentencias y atrás hay todo un equipo humano. Entonces esos modelos también hay que replantear. En cuanto a la composición de los equipos, deberíamos adoptar una “ética hacker” donde los expertos en cada área resuelvan los problemas específicos. Si se trata de un tema de comunicación, deberíamos consultar con un experto en comunicación; si es un tema de análisis crítico, con un filósofo; si es tecnológico, con un tecnólogo; y así sucesivamente. En organizaciones más modernas y horizontales, la jerarquía no es tan relevante como la experiencia y habilidad de los miembros del equipo. Además, es importante ser una organización empática, aunque la empatía no necesariamente contrapone la objetividad. Se puede ser empático y objetivo al mismo tiempo. En resumen, debemos replantear nuestros modelos de selección, liderazgo y trabajo en equipo para adaptarnos a las demandas actuales y lograr una justicia más eficiente y efectiva.

¿Desde la Corte estás aportando para que estos cambios sucedan?

Lo intento, si bien nadie es profeta en su tierra. Siento que inspiro y evangelizo más fuera que dentro de mi propia organización. Sin embargo, estoy trabajando en cambiar esa percepción. Trato de ser parte activa de mi equipo y no ser simplemente el Ministro de Corte que impone decisiones. En Mendoza, hemos implementado cambios significativos, especialmente en el ámbito tecnológico y de modernización. Estamos muy entusiasmados con el laboratorio que hemos creado, el primero dentro de un Poder Judicial en Argentina. La idea no es generar políticas públicas generales, sino identificar pequeñas oportunidades de cambio y probarlas. Si algo funciona, se escala; si no, se descarta. No estamos buscando implementar un sistema acusatorio en todo el fuero penal de manera indiscriminada. La innovación lleva implícito el riesgo de fracasar. Por eso, es fundamental aprender de los errores y usarlos como oportunidades de aprendizaje. Hace tres años, iniciamos un encuentro que realizamos los martes 13 -cae en agosto- llamado “Puede Fallar”, donde ministros de cortes de Latinoamérica comparten situaciones de fracaso no como autoflagelación sino como aprendizaje. Este año, estamos extendiendo esta iniciativa al sector privado, reconociendo que todos pueden aprender del fracaso. Además, con JusLab vamos a lanzar un concurso de innovación a nivel nacional para financiar ideas. Estamos explorando diversas fuentes de financiamiento, incluyendo organismos internacionales como el BID. En cuanto a la comunicación entre los poderes judiciales y otras organizaciones, estamos implementando una plataforma centralizada que permitirá mejorar la trazabilidad y eficiencia de las comunicaciones. Este proyecto incluye la integración de registros judiciales provinciales para facilitar la comunicación y el intercambio de información. Finalmente, estamos trabajando en la creación de un hub de innovación y una mesa de entrada digital donde se compartirán y desarrollarán soluciones tecnológicas de manera colaborativa. Esta iniciativa busca romper con la mentalidad de “cada uno para sí mismo” y fomentar la colaboración entre provincias y organizaciones. En resumen, estamos comprometidos con la innovación y la mejora continua en el Poder Judicial, buscando siempre nuevas formas de optimizar nuestros procesos y ofrecer un mejor servicio a la comunidad.

¿Qué es Juslab?

Se formó el año pasado. Habíamos creado una formación enfocada en tecnología e innovación. Inicialmente nos centramos más en tecnología, pero con la pandemia, la importancia de la innovación se hizo evidente. Empezamos a ver la necesidad de incorporar la innovación como un cambio cultural en la organización. Durante tres años, impulsamos una comunidad llamada “Innovadores Institucionales de la Justicia”, donde compartíamos ideas y avances. Al finalizar ese período, nos dimos cuenta de que teníamos una comunidad grande que requería una estructura más sólida. Estamos probando un nuevo modelo de institucionalidad horizontal, un laboratorio sin una jerarquía definida. Todos colaboramos en igualdad de condiciones. Utilizamos la plataforma Discord para gestionar esta comunidad, buscando que se convierta en una red de innovadores tanto a nivel personal como organizacional. Hemos establecido vínculos con otras organizaciones como el IALab de la UBA, liderado por Juan Corvalán, DYNTEC de Tucumán con Marco Rossi; InLaw de Bárbara Filgueira… Juntos, estamos formando una red que puede ser una fuerza impulsora de la innovación. Este año, tenemos planeados dos grandes proyectos: el concurso de innovación y la creación de un libro titulado “El Bestiario Judicial”. Esta publicación, impulsada por Pedro Saborido (productor de cine conocido por “Todo por 2 $” y “Capusotto”) recogerá anécdotas e historias judiciales, algunas de ellas irónicas y reflexivas. La idea es que estas historias reales sirvan como reflexión y promuevan una mayor comprensión social de la justicia. Ya hemos recibido muchas anécdotas interesantes que reflejan la realidad del sistema judicial. Además de estos proyectos, nuestra comunidad sigue creciendo y está abierta a la participación de personas de toda América Latina, incluyendo Chile, Uruguay y Paraguay. Estamos emocionados por lo que viene y esperamos seguir creciendo en esta dirección.

¿Qué otras iniciativas tienen proyectadas?

En los próximos años, nuestro objetivo es desarrollar un nuevo modelo digital. Este año, estamos comenzando a probar un modelo digital en Mendoza, siendo una de las primeras opciones. Actualmente, estamos llevando a cabo una prueba privada con un equipo propio para ver cómo funciona. Nuestro enfoque inicial será en los expedientes digitales, que incluyen tareas, calendarios y todos los elementos relacionados con los expedientes, así como la capacitación. Estamos trabajando en un sistema que acumule expedientes de forma acumulativa y que permita gestionar audiencias y tareas de manera más eficiente. Este desarrollo se denomina “microservicio”. Estamos muy entusiasmados con estos avances. Hemos implementado un sistema de inteligencia artificial para acuerdos laborales y estamos desarrollando herramientas automatizables y comentarios de expedientes autoejecutables, siempre con supervisión humana. Contamos con una importante infraestructura educativa y un laboratorio para innovar. Además, estamos trabajando en un programa de formación práctica y consolidando nuestro liderazgo. Para el próximo año, nuestra agenda incluye consolidar nuestro liderazgo en el ámbito penal. El Colegio Penal de Mendoza se está convirtiendo en un referente a nivel nacional, y el Gobierno nacional está considerando implementar nuestro modelo en el sistema federal. Sin embargo, enfrentamos desafíos en términos de recursos, lo que podría limitar nuestra capacidad de expansión. Además, creemos que es importante seguir profundizando en el concepto de justicia restaurativa y mediación, involucrando más a las comunas y municipios en estos esfuerzos.

¿Creés en resolución alternativa de conflictos?

Tuvimos a la astróloga Solange Barreda y a la jueza de Paz de Palmira, Verónica Guevara Sistia, quien usó la Biodescodificación en padres que no llevaban a sus hijos a la escuela. Entiendo las críticas que ha recibido pero, desde mi perspectiva, comprendo su enfoque como una manera de innovar que no viola los derechos humanos. Es una herramienta de confianza en la sociedad, destinada a prevenir violaciones de derechos.Por ejemplo, en Palmira, se han implementado sanciones para padres que no envíen a sus hijos a la escuela o a talleres de formación tecnológica para tratar adicciones. Estos programas tienen una tasa de reinserción de aproximadamente el 80-83%. Respecto a las constelaciones, he observado su uso, especialmente en temas relacionados con las mismas. Conozco a personas que las utilizan como herramienta de resolución de conflictos y para abordar la cuestión de la obligatoriedad. Aunque hay resistencia por parte de los colegios de psicólogos y preocupaciones éticas, considero que estas herramientas pueden ser efectivas para resolver conflictos de manera adecuada.

¿Tenés algún cargo pendiente o algún lugar qué te gustaría ocupar?

Me hubiera gustado ocupar un cargo nacional en gestión, especialmente en áreas de transformación digital, justicia e innovación a nivel nacional, si no estuviera en la Corte provincial. Actualmente, intento impulsar estos cambios desde mi posición en el Instituto Federal de Innovación, Tecnología y Justicia(IFITEJ). Sin embargo, también me imagino trabajando en una startup de legaltech el día que me jubile. Eso es lo que realmente me entusiasma.

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