Como en las películas más distópicas siempre las máquinas nos hacen más tontos, nos dejan sin trabajo o dominan el mundo. Hoy estamos viviendo el principio de una revolución que no tiene parangón. Vemos como la Inteligencia Artificial (IA) ya hace cosas mejor que nosotros, más rápido que nosotros, en grandes cantidades y sin parar a comer o dormir. Y aún más, lo hace gratis y sin chistar.
¿Ya está entonces? ¿Será cuestión de tiempo para que la inteligencia artificial domine todo, incluso aquello en lo que creemos ser buenos y nos deje sin trabajo?
No voy a mentirles, cuando hace ya varios años empecé a estudiar este asombroso mundo, pensaba en esta línea. Escuchaba al fundador de Alibaba, Jack Ma, decir que el mayor peligro de la inteligencia artificial no es que se vuelva hostil y contra nosotros, sino que se vuelva demasiado eficiente y elimine millones de empleos. O más aún, leer allá por el 2014 que Stephen Hawking vaticinaba que era sólo cuestión de tiempo antes de que la inteligencia artificial se vuelva más inteligente que los humanos y decida que no necesitamos seguir existiendo. Me provocaba una sensación ambivalente.
Como persona apasionada por la tecnología, siempre vi con buenos ojos la evolución en esta materia. La integración de diferentes dispositivos con herramientas innovadoras, resultaba deseable para seguir creciendo y mejorando las condiciones de vida del ser humano.
Por otro lado, se encendía la luz amarilla de “cuidado”. Esa luz que no obliga a detenernos por completo, pero que advierte que avancemos con precaución.
La inteligencia artificial puede ser considerada una herramienta, pero ¿de qué tipo? Una herramienta se define como “un instrumento que se utiliza para hacer algo o para lograr un objetivo”. ¿Entra la IA en esta definición?
Pongamos un ejemplo: una cortadora de césped manual. Si quiero cortar el césped: la agarro, lo corto y la guardo.
La primera evolución de esta herramienta podría ser una cortadora automática que arranca con sólo apretar un botón o programando los días de corte con una aplicación.
Luego, si avanzamos en su sofisticación, se le podrían incorporar diversos sensores que midan la altura del pasto, la humedad del suelo o la temperatura del ambiente. Que ya no haga falta apretar algún botón o programar los días de corte, sino que se active en base a los datos recabados. Sería tan simple como indicarle cual es la altura de pasto deseada y agregarle algún tipo de restricción del orden no salgas si llueve, te vas a embarrar.
Hasta aquí nadie dudaría de que este dispositivo es muy sofisticado, pero que, aun así, mantiene su estatus de herramienta. Ahora, ¿qué pasaría si delego todas las decisiones a la cortadora de césped? Si ella decide cuándo, cómo y de qué forma debe cortar el pasto. O más aún, si elige de motu proprio no cortarlo. ¿Seguiría siendo una mera herramienta o es algo más?
¿La IA nos dejará sin trabajo?
Hay dos aristas. Una es el avance tecnológico, propia de la revolución en la que estamos inmersos. A esto no le podemos escapar, llegó para quedarse. Muchas de las profesiones que conocemos serán ciento por ciento dominio de las máquinas. La farolera de la canción infantil tropezó porque se quedó sin laburo cuando llegó el alumbrado eléctrico. Muchos trabajos dejarán de existir para los humanos, como pasó, pasa y pasará siempre.
Lo que sí podemos modificar es la forma en que abordamos la tecnología y su impacto en nuestras vidas. Es importante que aprendamos a manejarla de manera responsable, ética y consciente. Minimizar sus efectos negativos y maximizar sus beneficios. Siguiendo con el ejemplo, si bien la farolera se quedó sin trabajo, la aparición de la electricidad dio lugar a nuevos y mejores empleos que ayudaron a la sociedad en su conjunto. Muchas actividades progresaron, se volvieron más eficientes y seguras gracias a las máquinas. Sin embargo, es importante tener precaución y considerar los efectos a largo plazo de nuestra tecno-dependencia. Debemos asegurarnos de que la tecnología esté al servicio del ser humano y no al revés.
Es por eso que también, resulta necesario que la educación y la formación se adapten a la era digital. Fomenten el desarrollo de habilidades y competencias necesarias para aprovechar al máximo las tecnologías y evitar quedarnos atrás. Además, debemos estar atentos a las consecuencias sociales y económicas que puede tener el avance tecnológico. Trabajar en políticas públicas que promuevan la inclusión y el bienestar de todos los ciudadanos. Sobre todo, de personas que, como la farolera, requieran reconvertir o actualizar sus aptitudes al nuevo mundo.
La propuesta es dejar de pensar que la IA es un verdugo que acecha habilidades humanas, que viene a fagocitar todas las profesiones y pasar al concepto de un programa de cocina, donde la IA asista de manera tal de tener todos los ingredientes listos y preparados en la mesada y que luego lave las ollas. Que Doña Petrona cocine, pero con una Juanita de IA.
Todo bien con la cocina, pero ¿qué pasa con los abogados?
Aquí el tema se vuelve de real utilidad. Pasaré a explicar diversas formas en las cuales los abogados nos podemos hacer amigos de la IA y optimizar nuestra labor diaria. Para eso, una breve historia.
Tuve la oportunidad de cruzarme con Santiago Bilinkis, quien me dejó resonando una idea que propició parte de este artículo. Como “early adopter” de las herramientas de IA, se encontraba probando diversas formas de interacción con ChatGPT. Lejos de usarlo de forma convencional, Santiago mencionó al pasar la siguiente funcionalidad experimental:
Le propuso a “GPT” que cree su némesis y lo nombre “TPG”. Así, mientras “GPT” argumentaba a favor de cierto tema, “TPG” estaba programado para argumentar en contra.
Con un poco de imaginación, podemos ver a la inteligencia artificial como un sparring jurídico que nos prepara para enfrentarnos en el ring contra nuestro colega adversario. Es como en el episodio de la Pantera Rosa donde luchaba contra su propia sombra, y al final, de manera divertida, terminaba golpeándola.
La inteligencia artificial nos brinda la oportunidad de mejorar nuestra preparación y considerar posibles contrapuntos, debilidades o lagunas en nuestra posición, permitiéndonos estar más preparados y seguros en nuestros argumentos.
Otra utilidad de tener a la IA en nuestro rincón es el entrenamiento y preparación de testigos. Previo a la pelea, la IA podría entregarnos posibles preguntas de contra examen, para que al momento de los golpes la cosa esté más sólida.
Además, la IA tiene el potencial de ser de gran ayuda en el análisis de grandes cantidades de datos. Ayudarnos a revisar cientos de páginas de fallos y doctrina, simplificar búsquedas y agilizar tareas repetitivas. Por ejemplo, en casos de fraude financiero, puede ser utilizada para identificar patrones y tendencias en las transacciones, ayudando a identificar posibles actividades ilegales.
La IA también puede ser útil en la revisión de contratos. Con su capacidad para analizar enormes volúmenes de texto, puede facilitar la detección de errores o inconsistencias en los documentos, así como también sugerir posibles cambios o mejoras.
Otra aplicación es la resolución de disputas. Los sistemas de IA pueden ser programados para analizar los hechos y las pruebas presentadas en un caso, para luego proporcionar recomendaciones que resuelvan la disputa de manera justa y equitativa.
La IA es una aliada. No por nada Microsoft llamó Copilot a su nueva creación. Es una ayudante, una asistente. Su objetivo es mejorar la eficiencia, la precisión y la calidad de nuestro trabajo, permitiéndonos centrarnos en las tareas más importantes, que generan valor agregado. Al trabajar con la IA, podemos aprovechar al máximo nuestras habilidades, mientras delegamos las tareas más tediosas, repetitivas, gigantescas o peligrosas a la tecnología.
Para ser un buen abogado se requiere visión y creatividad. Para todo lo demás, existe la IA.
Addenda: Pasaron cosas
A partir del crecimiento exponencial y acelerado de la IA, Elon Musk; el cofundador de Apple, Steve Wozniak; el filósofo Yuval Noah Hariri y más de mil empresarios tecnológicos, profesores e investigadores de las universidades más prestigiosas firmaron una carta abierta instando a los laboratorios de IA a pausar de inmediato y durante al menos seis meses el entrenamiento de sistemas de IA más poderosos que GPT-4.
Sugieren poner un freno al desarrollo de la Inteligencia Artificial para poder crear protocolos que aseguren que los sistemas sean seguros y estén supervisados por expertos. Indican que es importante planificar y administrar el desarrollo de la IA con cuidado para evitar riesgos para la humanidad. Aclaran que a pesar de que la IA puede ser muy beneficiosa, también puede ser peligrosa si no se la controla adecuadamente. Suscriben que la idea es disfrutar de un “verano de la IA” en el que aprovechemos sus beneficios, pero sin apresurarnos hacia un otoño sin preparación.
La sabiduría del tío Ben nunca ha sido tan relevante como ahora, al decir que “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. La idea de equilibrar el desarrollo de la inteligencia artificial con medidas de seguridad es fundamental para garantizar su uso ético y responsable, evitando riesgos y consecuencias no deseadas.
La IA es como la sal. Si se agrega en la cantidad adecuada, puede mejorar el sabor y hacer que la comida sea deliciosa. Pero si se agrega en exceso, puede arruinar el plato entero y llegar a hacerlo incomible. La IA puede mejorar nuestra vida y resolver problemas complejos, pero también puede tener consecuencias desastrosas. Debemos ser cuidadosos al utilizar esta herramienta y tratar de que Juanita no nos mate de hipertensión.